Por | Zully Orozco – Economista e investigadora
Argentina es el mejor ejemplo de lo que le sucede a un país cuando el Estado crece más rápido del que crece la economía; devaluación del peso, inestabilidad político- económica y crisis recurrentes de inflación y deuda. No, a Argentina no le ha caído un castigo como por enviado del cielo, a Argentina la han saqueado los gobiernos de izquierda. Desde el ascenso de Perón en 1973, pasando por el gobierno de los Kirchner y Alberto Fernández, todos los mandatarios sin excepción, han expandido agresivamente el gasto público así como incrementado la masa monetaria.
En los años de Cristina Kirchner la inflación alcanzó el 25,5% y después Mauricio Macri la elevo a 33,7%, mientras que Alberto Fernández llegaría para ponerla en 94,8%. Una salvajada. La base monetaria ha aumentado 173% durante su gobierno y, como consecuencia, el peso argentino ha perdido 74% de su valor frente al dólar desde 2020.
El gobierno argentino lleva hundiendo el valor del peso desde hace años y todo ello porque ha estado financiando el déficit fiscal con emisión de moneda. El inmenso Estado deficitario y clientelar argentino ha existiendo gracias a una política monetaria ultraexpansiva. Aun así, la inmensa locura monetaria que financia enormes partidas de subsidios no sirve de nada cuando se da a una moneda devaluada. El dinero que imprimen “para el pueblo” se diluye por el efecto inflacionario, y la solución inmediata es emitir más moneda. El resultado, 39% de la población en pobreza.
Las políticas contraproducentes de gastar a lo loco producen una brutal inflación que obliga a los inversionistas extranjeros a escapar del país y, después, el gobierno reacciona implementando cepos cambiarios para evitar una salida masiva de capitales. Una maravilla.
Finalmente, la medida termina restringiendo la entrada de dólares, por lo que el exceso de demanda encarece las cotizaciones de las paridades alternativas como el dólar blue, la moneda a la que se refugian los ciudadanos para protegerse frente a la inflación.
Nada, absolutamente nada se le escapa al peronismo, interviene por todos y cada uno de los medios la economía para obligar a las personas a mantener moneda nacional y de esta manera seguir drenando parte de su riqueza a las arcas gubernamentales vía impuesto inflacionario.
Esta es la razón por la que el discurso liberal de Javier Milei ha recobrado tanta relevancia en un país cansado de las políticas confiscatorias de la clase política dirigente. Milei ganó las elecciones primarias con un 30% de los votos porque fue el único candidato que propuso abandonar el infravalorado peso argentino y adoptar el dólar como moneda de curso legal. Propone ponerle fin de una vez por todas a esa vieja forma de gobernar a “billetazos”, impidiendo la monetización automática de la banca central a la deuda pública.
Aun así, la dolarización que propone Milei, es tachada como de extremadamente radical por los voceros del gobierno actual. Claro.
Es bueno mencionar que gracias al desastre monetario que han dejado, Argentina ya está dolarizada en gran parte, porque los ciudadanos rechazar retener una moneda fallida y devaluada y se refugian en monedas no intervenidas por el Estado.
Aislar la emisión monetaria de la manipulación política es lo mejor que le puede pasar a Argentina. Significa recuperar la confianza del país en la moneda como depósito de valor y devolverle poder adquisitivo a la ciudadanía. Las ideas liberales como las que defiende Javier Milei son las misma que han funcionado en los países altamente desarrollados; reducción del Estado, independencia de la banca y disminución de la carga impositiva. Ideas completamente opuestas que son la solución para sacar a la inestable y esclerótica economía argentina del atolladero al que las políticas progresistas de la izquierda radical la han conducido durante los últimos 50 años.