Profesor y profesora, definen un imaginario de compromiso con la enseñanza de la ciencia, las artes y las humanidades, que trasciende hacia la formación en valores de respeto por la vida y la dignidad humana. La educación hace parte del tránsito del simple ser humano, al estado de humanización. En la práctica cumplen un papel fundamental en la realización y universalidad del derecho humano a la educación (art 26 DUDH), han sido guías, mentores, acompañantes y facilitadores del aprendizaje y de la elaboración de preguntas que impulsan la ciencia, la democracia, el bienestar, el mejor vivir, el aprender a no matar, a no robar, a no mentir, a decir la verdad y a actuar en solidaridad con otras especies. Cuando hablan en coro el poder tiembla, atemoriza al más astuto criminal. La sola presencia del profesor, la profesora, hecha voz colectiva indica resistencia y lucha contra los fascismos.

El profesor, la profesora, pactaron con la sociedad el compromiso ético de aportar su saber y experiencia para el desarrollo integral humano y material de los estudiantes y para promocionar una sociedad justa, equitativa y plenamente humanizada, ajena a la barbarie y las humillaciones, sin discriminaciones, ni violencias. Pactaron actuar y hablar con la voz de los derechos y en especial del derecho a la educación que aparte gratuidad consagra la igualdad como parte del propósito de alcanzar para sus estudiantes el pleno desarrollo de la personalidad, el respeto a los derechos humanos y las libertades y el mantenimiento de la paz. De la naturaleza del derecho a la educación emana su disposición creadora y librepensadora y son los enunciados del derecho a la educación los que trazan la ruta docente, no son las instituciones, ni su condición de funcionarios, que a veces los reduce a encargados de tareas y metas por cumplir para satisfacción de las lógicas del mercado y las finanzas.
La posición del profesor, la profesora, va más allá de las formalidades del contrato laboral, quien lo define es su práctica y su discurso pedagógico, la legitimidad que produce en las aulas, a través de sus estudiantes, no son sus investigaciones, ni de su capacidad directiva, su naturaleza está fundada en la posibilidad de ser creador y creadora de mundos, originados en el pensamiento libre de ataduras, y en las preguntas y respuestas que orienten hacia la producción de una ciencia con conciencia comprometida con la transformación de la sociedad de su tiempo, a la que regularmente impacta.
Profesor o profesora, son esa parte vital de la especie humana con sentido de humanidad, a la que nadie puede escapar, que permanece intacta, con capacidad para sentir compasión, inmutarse ante el dolor ajeno, perturbarse ante el horror y siempre lista a enfrentar los peligros que producen la barbarie y los negocios. Profesor y profesora han permanecido investidos de dignidad y han caracterizado su labor como intelectuales libres que hacen y ejercitan un saber con pensamiento abierto, dispuestos siempre a evadir su captura por las máquinas de poder y los dispositivos del control y vigilancia policial. Pero además no han abandonado su responsabilidad de proteger y promover los derechos de los estudiantes, incluido su derecho a una educación de calidad, un entorno seguro y respetuoso, y libertad de expresión y pensamiento, y en paralelo mantener su disposición de participación efectiva en el sostenimiento democrático de las instituciones y la formulación de políticas y prácticas que respeten la dignidad y el bienestar de todos los estudiantes.
Cada 15 de mayo la condición de profesor, profesora es objeto de reconocimiento social, resultado de luchas sociales, iniciadas con la acción de comunicación oral y tutoría individual en la antigüedad, que abrió el paso a filósofos y eruditos en condición de maestros que impartían enseñanzas a sus discípulos en filosofía, matemáticas y retórica, que la edad media llevó al surgimiento de instituciones como monasterios y escuelas monásticas, donde monjes y clérigos asumían roles de enseñanza, proporcionando educación a jóvenes de la nobleza y del clero, que con el renacimiento y la ilustración las nuevas ideas y corrientes filosóficas llevaron a valorar la educación y el conocimiento trazando el camino a la creación de academias y universidades, en las que el profesor, la profesora, se formalizó como un/a experto/a que impartía conocimientos a través de métodos más estructurados, los mismos que hoy cuentan con nuevas herramientas tecnológicas, pero cuya esencia es la misma, la de ser profesor, profesora, integrados a la profesión universal más maravillosa, de la que nadie escapa en su tránsito de ser humano a estar humanizado.