Desde el Pasaje Vargas Ed. 926

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Corronboy: la fusión. Los Académicos del Pasaje Vargas estuvieron de acuerdo con una nota de EL DIARIO sobre lo que fue la semana pasada el lanzamiento del Extraordinario de Navidad que hará la Lotería de Boyacá el 22 de diciembre próximo. Para los expertos folcloristas y no menos avezados sociólogos y antropólogos de la Academia, el hecho de que el evento haya sido en Santa Marta, frente al mar, en uno de esos segmentos de playa que ahora son propiedad privada del hotel correspondiente, al ritmo del vallenato cuyo rey es un nativo de Paz de Río Boyacá, se convierte en la mejor demostración de que es posible la fusión tranquila, productiva e incluso reproductiva, entre las dos culturas cuya representación verbal está en el acrónimo Corronboy: corroncho y boyacense; siendo el primer término aplicado indiscriminadamente a todo aquél o aquella que proviniera de más abajo de Aguachicha. Desde luego que algunos Académicos, los más jóvenes, no están tan de acuerdo con aquello de corroncho, en lo cual tienen cierta razón, dado que no conocieron cómo era una pinta corroncha por allá en los años 70 del siglo pasado. Pero bueno, el asunto es que hoy se ve de otra maneta el acercamiento entre las dos culturas, de lo cual hemos sido testigos los boyacenses en este año que ya empieza a terminar, con el matrimonio de Villa de Leyva de donde hoy tenemos nuestra primera dama. Así que para los Académicos del Pasaje Vargas, el acto de Santa Marta, es asunto más que positivo: vemos que los costeños no son tan corronchos como antaño y los costeños ven que nosotros no somos los reinosos de otras épocas, que llevábamos ruana a Santa Marta para protegernos del calor. No cabe duda en nuestra Academia que hoy podemos decir que entre costeños y boyacenses tenemos los dos lugares más importantes del Turismo Nacional: en la orilla del mar, Cartagena y en el altiplano Villa de Leyva, que allá está Santa Marta, pero que aquí tenemos a Paipa; y que sin problemas, nuestra lotería puede asumir un sorteo que le pertenece a la Lotería de Cundinamarca, pero que esta no lo puede hacer porque hoy no tiene con qué respaldarlo, mientras los paisas ven cómo nos va igual o mejor que a ellos con la Lotería de Medellín y por eso sus vendedores no dudan en ayudarnos a vender la nuestra. Cosas buenas, dicen nuestros Académicos.

El Bachiller premiado. Este par, la sacaron del estadio. El bachiller Macías, luego del sartal de bestialidades que dijo aquella oscura y tormentosa tarde en que posesionó a nuestro Chanchis President, termina siendo condecorado por el mismo Chanchis, en la noche del primer viernes de este octubre, en la capital opita, con la Cruz de Boyacá, condecoración que a juicio de nuestros Académicos, tocó fondo en el profundo mar del desprestigio. En vísperas del Bicentenario, cuya celebración es el acontecimiento que dio origen a la condecoración, no podría ser peor: que tan alta distinción, la más encumbrada que otorga el gobierno, termine en el indigno pescuezo de un sujeto como Macías. Esto merece el repudio general, espetó sin contemplación nuestro atormentado Académico que siempre ha dicho que la Cruz de Boyacá había sido manoseada y hasta abusada, pero que ahora sí era el culmen de la indecencia. Y es que al tal Macías en Neiva, en una sola noche le dieron 14 medallas más. “Quedó más cargado que chafarote golpista en tiempos de las dictaduras”, observó otro de nuestros memorioso Académicos; y, claro, en el lugar no podían faltar el encanecido Duque y el eterno presidente que es el que de verdad manda. Desde las tierras del páramo, en los altos de San Lázaro y el Cacique de Hunzahúa, el más enérgico rechazo, pusieron en nota de estilo, escrita sobre una servilleta, la mayoría de los Académicos.

En cambio, este farsante sí se merece la Cruz de Boyacá. La última edición de la revista Vanity Fair cuanta que un colombiano durante 27 años se hizo pasar por un príncipe de la familia real de Arabia Saudita y se pasó décadas usando su falsa identidad para estafar a bancos, concesionarios de autos y hasta prestigiosos miembros de la sociedad estadounidense. Se llama Anthony Gignac, pero durante estas tres décadas se identificó como Bin Khalid Al Saud, príncipe de la ciudad de Medina, en el centro oriente de ese país islámico. Gignac fue arrestado en noviembre del año pasado en Nueva York cuando regresaba de un suntuoso viaje por Europa y hoy se encuentra en una cárcel de la Florida donde espera su juicio por desfalco y fraude contra decenas de personas. Al leer esta historia completa, en la versión de los periódicos que llegan al Pasaje Vargas, nuestros Académicos no dudaron en estar de acuerdo: quien se merece la Cruz de Boyacá, en su máximo grado, es este paisano auténticamente farsante. Que se la quiten al mediocre Macías y traigamos a nuestro príncipe y en el propio Puente de Boyacá que le rindamos homenaje y le impongamos la Cruz. Este sí que se la merece, argumentó a voz en cuello nuestro Académico de turno.

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