En inglés americano. El gran poeta español Rafael Alberti se preguntaba sobre Cádiz, en qué idioma iba a hablar y qué tacón taconearía, dado que enseguida está el territorio de Gibraltar que desde hace tres siglos es posesión inglesa y que a pesar de todo no ha vuelto a ser parte de la soberanía española siendo su territorio. Pues bien, enterados nuestros Académicos de lo que sucedió hace poco en Bogotá con la llamada Cumbre Concordia Américas, donde se reunió toda la derecha latinoamericana (no faltó el que gritó: ¡caverna!), para oír al nuevo Presidente, el joven de artificiosas canas, y lanzar nuevas cargas contra el régimen venezolano, clamando a una sola voz la caída de Maduro. Pues bien, ya no hubo pregunta como en la inquietud del poeta, sino certeza al oír hablar al Duque presidente: ya no lo hizo en vulgar español sino en fluido y apaisado (de paisa) inglés americano, para que pareciera de la misma especie de los que hablaron enseguida: el ex vicepresidente Joe Bide y el General Petraeus, el comandante de Bush en Irak y luego director de la CIA. Y fueron todos los presentes, los que hablaron dos días el mismo idioma, es decir, el mismo inglés. Ingles que ya habló My President Juanma, que habla la nueva vice, Marta Lucía, y en el cual también se expresó el nuevo Mincomercio, hasta ahora rector del Rosario. Todos obedientes, todos en el mismo idioma, todos otra vez como en 2002 cuando fuimos a la guerra para lograr la paz, con la diferencia de que ahora, lograda la paz, los mismos ya no la quieren, porque han anunciado y por eso ganaron, hay que volver a hacer la guerra a esa paz para conseguir otra paz, la de ellos. En este punto, nuestros Académicos, un poco confundidos, se dispersaron antes de atreverse a dar conclusiones.
Tocó otra vez a garrote. Néstor Humberto, la vergüenza de su padre el maestro Salustiano, sentenció en vulgar español, ante los presentes de la cumbre Concordia, que hablaron en inglés americano, que con la chusma no se podía de otra manera, que tocaba a palo. Claro, nuestros Académicos del Pasaje Vargas, para nada se han sorprendido. Néstor Humberto ha sido así toda a vida: negocios son negocios y ahora sí que pintan bien. Erradicar coca por las buenas no es posible; fuera de que no se hace, se pierde el negocio. Así que Néstor Humberto demostró, cuadros a la vista, que la erradicación toca hacerla obligatoria, nada de voluntaria, y con fumigación, que es como se debe y como se gana. Y es que Juanma lo dijo unos minutos antes: “en mis tiempos de mindefensa, fumigar una hectárea valía 12 mil dolarestos”, es decir, a precios de hoy casi 36 millones de devaluados pesos. Así que si se unen las recomendaciones de Néstor Humberto con las cifras de Juanma y se multiplica por las 200 mil hectáreas que dicen que hoy están sembradas y en plena producción, las cifras del negocio que viene son fantásticas. En este punto, nuestros Académicos concluyeron que ya deben estar identificadas las empresas y los amigos para hacer el trabajo y ganarse unos centavos. Y mi general Petraeus y Mr. Biden estuvieron de acuerdo: 200 mil hectáreas de matas de frondosa coca dan para todo: garantizan la materia prima para atender las necesidades del consumo -todos los días en ascenso-, y aquí se hacen unos negocios adicionales, contratar para fumigar. En realidad nuestros Académicos no alcanzaron a calcular la combinación de estos jugosos y suculentos negocios: cuánto producto de exportación y cuánto los contratos de la fumigación. 200.000 hectáreas de siembra dan para todo. Así que lo que se necesitan son contratistas, que ya deben estar listos para que empiecen. Trabajo sí hay para mejores ganancias, se alegran nuestros Académicos que ya se imaginan, drones, aviones, helicópteros, obreros y lo que además haga falta.
Nos volvimos viejos muy rápido. En medio del escenario al cual se refieren los Académicos, el de Concordia Américas, donde se dio cuenta y razón de todo al míster, Marta Lucía, la hermana goda y vicepresidenta, se lamentó, en vulgar español, que cómo se había ido la juventud, la de ella, tan rápido. Y es cierto, recordó uno de los Académicos, qué hace que pasó el gobierno de Gaviria, donde Marta Lucía empezó a ascender en la escala de la burocracia y de la manzanilla nacional, cuando presidió a Asocolflores; no hace nada, pero hace 30 años, suficientes para que la juventud se vaya. Y ahí estaba otro de esa misma especie, Javier Díaz, presidente de los exportadores de Colombia, este también lleva en el cargo casi 30 años y también está viejo. Y ambos, Marta Lucía y Díaz, diciendo lo mismo todo este tiempo: que el país no es competitivo, que no hay seguridad jurídica, que no nos hemos modernizado, que la corrupción… Marta Lucía, y Díaz tienen razón: ¡se fue la juventud! Pero la tragedia no es esa; lo trágico, dicen nuestros Académicos, es que se pasó la vida, la de ellos y la de los demás, hablando de los mismos problemas que no tuvieron solución y, peor todavía, en las manos de ellos estaba parte de esa solución, pero nunca quisieron asumir la responsabilidad de hacerlo.