Por | Luis Heriberto Bohórquez / @luchocalidad
Mucho hemos hablado de la modernización de la infraestructura vial y su incidencia directa sobre el progreso regional y nacional, lo cual no es un invento del siglo XXI y eso lo sabemos muy bien quienes andamos en el oficio de construir carreteras. Pero el desarrollo no se obtiene a las carreras y sin planificar adecuadamente los proyectos de inversión de tal manera que se garanticen las tasas internas de retorno y su equitativa redistribución, en todas las esferas sociales de las zonas de influencia.
Afrontar los retos que conducen al avance socioeconómico exige estar preparados, por un lado, los ciudadanos que en principio ven con buenos ojos la alta valorización de la propiedad raíz y el crecimiento de actividades comerciales enfocadas a explotar desordenadamente la industria turística, y por el otro, los mandatarios locales cuyo deber es definir las políticas de desarrollo y su sostenibilidad a largo plazo.
En este escenario, unos y otros deben ir de la mano, buscando el beneficio colectivo. Desafortunadamente esto no sucede porque la desconexión entre gobernantes y gobernados es tal, que sencillamente todos buscamos obtener resultados a corto plazo y esta es una de las causas del fracaso de muchos proyectos especialmente los emprendimientos. Entre tanto los responsables de orientar el desarrollo, parecen ocuparse únicamente de sus intereses personales encaminados a hacer carrera política o buscar el éxito económico.
El resultado salta a la vista: la afluencia de viajeros a Garagoa, aumentó considerablemente con el final de las obras de la Transversal del Sisga, impactando directamente la demanda de servicios hoteleros, gastronómicos, comerciales, tecnológicos y de servicios públicos. La atención de visitantes con fines de descanso o negocios, exige la oferta de estos productos, con calidad y capacidad suficientes que justifiquen sus costos.
En el último mes, los garagoenses se vieron enfrentados a una crisis en el suministro de agua potable, lo que disparó el inconformismo en la comunidad, poniendo en duda la eficacia de la gestión de la empresa local de servicios públicos. Según una encuesta virtual, el servicio de acueducto resultó calificado como malo a pésimo, por más de la mitad de quienes en forma voluntaria participaron con su respuesta. Apenas obvio que en medio del problema esto sucediera, sin embargo, eso indica que no todo anda bien.
No es para rasgarnos las vestiduras, pero lo que ahora se conoce como alerta temprana, es útil para obrar con celeridad ante las emergencias y luego para detenerse a pensar y plantear soluciones definitivas para el suministro de agua de la ciudad. No olvidemos que la infraestructura del acueducto actual, construida hace cerca de treinta años, puede estar próxima a cumplir su vida útil.
Garagoa necesita pensar en grande y en eso sus gobernantes han sido inferiores al compromiso que ello implica. Proyectar la Garagoa de los próximos cincuenta años, es una prioridad, que requiere salir del parroquialismo en que estamos sumidos, con alcaldes que solo planifican para su cuatrienio. El sol empieza a pegar sobre la espalda de los actuales mandatarios, tras lo cual vendrá una nueva elección, donde la ciudadanía debe acertar con su decisión.
Capítulo aparte amerita hacer referencia al manejo de los residuos sólidos regionales en el relleno sanitario de Garagoa, borrando de un plumazo lo que hemos avanzado gracias a la Concesión del Sisga. Entre tanto, no se entiende la reacción de los gobernantes y sus comités de aplausos, que al no tolerar la crítica responden a ella con insultos.