Cerca de 70 personas residían en este inmueble situado en el barrio La María. Si bien la comunidad de este sector está agradecida por la intervención, el resto de la ciudadanía no puede estar tranquila sabiendo que esto es una forma de expandir la delincuencia.
Fueron cerca de tres años los que duró abandonado el inmueble de la diagonal 40 No.16-23. Historias, mitos, rumores y leyendas surgieron sobre esta casa, por lo menos entre la comunidad que vive en cercanías al lugar, pero lo único cierto fue que en esos tres años se convirtió en un foco de drogadicción y delincuencia.
“Era ocupado por personas habitantes de calle y población flotante para consumo de sustancias estupefacientes y para refugiarse después de cometer hechos delictivos, dijo el Teniente Coronel Juan Carlos Hernández, Comandante Operativo de la Policía Metropolitana de Tunja.
El inmueble contaba con siete cuartos, cada uno de estos llegaba a ser ocupado por diez personas, lo que estaba generando problemas de convivencia entre los residentes e incluso uno que otro problema sanitario. Para demoler la casa se contó con la autorización de la persona que figura como dueña.
La gente que habitaba el inmueble era en su mayoría población migrante de Venezuela, que encontraba en dicho inmueble una alternativa a los ya sobrepoblados refugios.
El desalojo y posterior demolición del inmueble generó un gran alivio entre los vecinos del sector, que estaban cansados de vivir con temor y de tener que recurrir a las autoridades para disolver confrontación o problemáticas generadas por los ocupantes de la casa.
Pero si bien la tranquilidad llegó para la comunidad del barrio La María, no pasará igual para el resto de la ciudad, que ve en esta intervención un caso similar al de la intervención de la calle de El Bronx en Bogotá, que terminó expandiendo la venta de alucinógenos, el consumo y la delincuencia por toda la ciudad.