Por | Alejandro Pulido Porras
Nací en el 63, con Kennedy a la cabeza
Tocaba folklore, después rock and roll
Y ahí llegó Lennon hablando de amor
¿Qué pasa en la Tierra que el cielo es cada vez más chico?
Estos versos del cantautor Fito Páez son una buena obertura para conmemorar los primeros 59 años no solamente del argentino, sino también de varios colegios e infraestructuras hospitalarias de la provincia de Márquez del departamento de Boyacá. Empezando por aquella inolvidable morada ubicada en el municipio de Tibaná, en la vencimos –o al menos creímos vencer– el paso del tiempo, dando vueltas y vueltas en sentido y contrasentido de las manecillas del reloj en los minutos de descanso de la actividad escolar, alrededor de buena parte de los salones y los jardines de nuestra institución educativa.
Así es, la I.E. Gustavo Romero Hernández cumple en el presente septiembre su efeméride 59 consolidándose como un hecho fundamental de la identidad del municipio de Tibaná. Eran las primeras de cambio del Frente Nacional, y ahí estaba el ministro y médico boyacense que improntó su nombre a la ya mencionada Institución Educativa Tibanense, para promover la consolidación de unas cuantas escuelas de varones y centros de salud en la cuales muchos de nosotros, habitantes y naturales de los municipios de Tibaná, Jenesano y Ramiriquí tenemos una historia común. De este tiempo también data la I.E Técnico Comercial de Jenesano, la I.E. José Ignacio de Márquez de Ramiriquí y Empresa Social del Estado Centro de Salud de Jenesano, entre otras organizaciones e infraestructuras que han sido fundamentales para el desarrollo económico y social a nivel regional.
Sin ahondar en detalles y personalidades, estas instituciones públicas, han cobijado con su labor a generaciones de boyacenses que de una u otra forma, han cimentado su vida y realizaciones a partir de las intervenciones de diferentes profesionales, muchos de ellos formados en las universidades asentadas en Tunja como la Universidad Pedagógica de Colombia, que con su trabajo honesto han sembrado ilusiones e inquietudes en las mentes de infantes prestos a salir de las veredas y los asentamientos urbanos a buscar su lugar en el mundo, contrariando el funesto destino señalado en versos andinos según los cuales la ciencia no anda a caballo, y acercándose más a otros dichos latinoamericanos como los de Cantinflas en su película El Profe: Ni modo hay que estudiar. O a lo Bertolt Brecht: Para aquellos cuya hora ha llegado no es nunca demasiado tarde.
Quedan en la memoria grandes recuerdos de experimentos pedagógicos como el Festival de la Arriería, un evento con cerca de 25 años de trayectoria, surgido de la conjugación de la realidad rural y los ejercicios de reflexión propios de la academia. Es el momento de dar las gracias a las personas que desde sus posibilidades y saberes lo han dado todo por el mejoramiento del Proyecto Educativo Institucional. Sin embargo, y sin el ánimo de demeritar, también queda cierta sensación de que quizás se pudiera lograr mucho más si contáramos con un poco más de visión al tomar las decisiones sobre el futuro de estas entidades y la formación de la juventud. Pero somos fruto de un tiempo, estamos en una carrera desigual y actualmente las condiciones no están dadas para que la futura tecnocracia boyacense o colombiana, salga de estos pequeños grandes sueños de provincia. A lo mejor y me equivoco, ojalá que así sea.
El barrio está igual que ayer
La gente está igual que ayer
Con un par de guerras encima.