Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Los rebeldes de una época y en algún momento presos políticos, (no delincuentes comunes), cuando han llegado al poder por las urnas han sido grandes e insuperables estadistas y gobernantes. Han sido los mejores defensores de la paz y los derechos, devuelto el monopolio de las armas al estado y sacado la guerra del ambiente político. Las economías han sido estables y crecientes. Han centrado sus esfuerzos en alcanzar la dignidad y bienestar por los que un día se levantaron en armas.
En las dos décadas del siglo XXI, Suramérica ha elegido a cuatro presidentes con pasado insurgente. El cuarto de ellos Gustavo Petro que en democracia recibió acaba de obtener los votos suficientes para iniciar una era de poder popular y tendrá a su lado a la activista y respetable mujer afrodescendiente Francia Márquez, vicepresidenta para gobernar a Colombia, quienes con el conocimiento profundo del país y del estado y su talante de dialogo y respeto, dan confianza asegurándose desde ahora un lugar en la página de la historia de los grandes estadistas y gobernantes.
Los otros tres gobiernos ocurrieron en Chile, Uruguay y Brasil, con calificaciones de excelencia. Respetaron la democracia, dieron valor a la dignidad y a los derechos. Fueron humanistas, forjadores de paz. Las economías alcanzaron el lugar más alto y sus países mejoraron en bienestar colectivo, condiciones de empleo, sistemas públicos de salud, educación, jubilaciones, atención de la infancia, medio ambiente y seguridad jurídica para empresarios, inversionistas, empleados y empleadores.
En común tuvieron que superar fuertes obstáculos, prejuicios y calumnias manipuladas por las élites para presentarlos como peligrosos monstruos a odiar. Todos terminaron sus gobiernos con honores, sin asaltar el poder, sin saqueo y logros en justicia social, paz y estabilidad económica.
Michelle Bachelet gobernó Chile de 2006 a 2010 y volvió de 2014 a 2018. Enfrentó la dictadura de Pinochet desde la clandestinidad y el exilio, aunque no fue directa combatiente. Fue detenida política y torturada. Aunque delató con nombres propios a sus victimarios, como presidenta recibió con respeto y rigor los honores militares que determina el estado de derecho, sin objeción. Constituyó el primer gabinete paritario, la economía creció, se aplicaron políticas para adultos mayores, atención gratuita en la red pública de salud, reajuste de pensiones básicas y asistenciales, sistema de pensiones solidarias y la atención a la infancia. Resultado de protestas estudiantiles concertó y promulgó la nueva ley de educación. Creó el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, para visibilizar las violaciones y crímenes cometidos por el estado en dictadura entre 1973 y 1990 y avanzó en la dignificación de las víctimas y sus familias y; estimuló la reflexión y debate sobre la importancia del respeto y la tolerancia, para que la barbarie no se repita y la paz alcanzada prevalezca.
José Mujica, gobernó a Uruguay entre 2010 y 2015. Permaneció trece años en prisión entre inhumanas torturas y degradaciones juzgado por rebelión. Recibió los honores militares de sus antiguos adversarios en calidad de presidente. Su reconocimiento de gran estadista trascendió las fronteras de América por su correcta forma de conducir la política y ejercer el poder, con convicciones éticas, en tolerancia y humildad que le permitieron salir del gobierno con la más alta popularidad, regresar al congreso y abandonarlo con la frase de que “hace tiempo que en mi jardín no cultivo el odio”. La pobreza se redujo del 40% al 10% y la redistribución de la riqueza se extendió. La desigualdad llegó a su nivel más bajo y el crecimiento de la economía alcanzó su nivel más alto, superando durante su gobierno el 75%. Creó la Universidad Tecnológica que llegó hasta donde vivía la gente de limitadas oportunidades y hoy Uruguay es líder en TIC, desarrollo digital y una economía creciente sobre bases sólidas de un desarrollo realmente sustentable. No hubo escándalos de corrupción. La soberanía y respeto por la democracia quedaron en el mejor momento de su historia.
El mismo camino de rebelde a presidenta también lo recorrió Dilma Rousseff en Brasil, que gobernó entre 2011 y 2016, hasta cuando al final de su mandato un “golpe de estado blando” a cargo del congreso la destituyó por el inexistente delito de “maquillaje de informes fiscales”, utilizando el método probado con éxito contra el presidente Lugo de Paraguay por “mal desempeño de sus funciones” en solo cinco horas de debate sin defensa. Dilma estuvo levantada en armas contra el estado, fue torturada y estuvo en prisión tres años. Logró estabilizar la economía que alcanzó los más altos índices, a pesar de la “guerra de divisas”, para la que creó un sistema de blindaje y organizó una matriz de economía más ajustada a las realidades del sur, que valió para solidificar los BRICS (Brasil, Rusia, China, India, Sudáfrica) como poderoso actor de poder global. La tasa de desempleo llegó a sus mínimos históricos y creció el salario real. El programa de hambre cero y “miseria cero” se fortaleció con la lógica de que no es el pobre quien debe buscar al estado, si no el estado el que ha de buscar al pobre para cubrirlo con políticas sociales. Se destacaron sus programas de justicia social como la “beca verde” para promover conductas ambientales y de reciclaje, mejoraron los sistemas de educación, vivienda, luz eléctrica. El programa de “Brasil cariñoso” extendió la entrega de vitaminas y nutrientes a los niños. Los derechos humanos ocuparon un lugar central y en la política internacional, llevó el debate hacia la formulación de compromisos globales con el cambio climático y las transformaciones necesarias del consejo de seguridad de naciones unidas.
Corolario. La imagen universal más representativa del paso de rebelde a gran estadista y gobernante es Nelson Mandela, para quien la ONU destinó el 18 de julio como día mundial de reconocimiento al hombre de la buena esperanza. Su vida toda fue de servicio de la humanidad, emblema de la lucha contra el apartheid, que, en su propio territorio afro, impedía y castigaba severamente a sus habitantes afro por tocar, mirar o hablarle a un blanco, según las leyes del gobierno de los blancos. Fue preso político durante 27 años y el primer presidente elegido por su pueblo en Sudáfrica. Mandela repetía que “Lo más fácil es romper y destruir, los héroes son los que firman la paz y la construyen”. Y resulta también aplicable a la Colombia herida, que doscientos años después elige por una esperanza que debe proteger y cuidar, para darse la oportunidad de vivir en paz y con derechos sin olvidarse que “Quedará por siempre como una acusación y un desafío a todos los hombres y mujeres de conciencia el hecho de que tardáramos tanto tiempo en ponernos en pie para decir ‘ya basta.’