Taxonomía teórica y práctica de la fauna: profesores y estudiantes-II
También los estudiantes entran en la clasificación de teólogos, metafísicos o científicos; pero hay que advertir que no hay tipos ideales. Más, según los etólogos, se pueden catalogar como: clavados, vagos y caspas. Los primeros son aquellos que ocupan los primeros puestos en el salón de clase. Muchachos puntuales, con oído atento siguen el desarrollo de la clase. Toman notas, hasta de los suspiros del pedagogo. Visitan la biblioteca. Solitarios, los fines de semana realizan los deberes. Un quebradero de cabeza la relación entre teoría-ejercicios o el ensayo. El lunes vuelve al instituto, preocupado por lo que no pudieron, padece la enfermedad social y para curarla necesita del otro. Y, este es el vago que durante el fin de semana ha hecho muy poco. Es cierto que abrió el libro, que trabajó, pero terminó en el bostezo. Por eso necesita al clavado para curarle la enfermedad. La terapia del vago comienza en la cafetería: “pide lo que te provoque”. El vago desmoronará la soledad del clavado. Al final de la invitación y de pagar, el vago en la cafetería, dice: “A mí no me salieron todos los ejercicios.” “A mí casi todos”· “¿Me prestas el cuaderno para fotocopiar lo que no pude resolver?” El clavado lo hace con gusto.
El estudiante caspa es otra cosa. Son estudiantes que la edad los hace lejanos al estudio. Miran a los vagos con cierto desdén, por no decir que desprecio, ya que saben muy bien cómo los vagos se aprovechan de los clavados. Pero las caspas son distintas, porque el fin de semana estuvieron en fiestas, levantaron nuevos amores, hicieron relaciones sociales. Jugaron billar, visitaron la parcela de un amigo, pasaron por el club, salieron en moto o en el automóvil de papi. Uno de ellos lo chocó y otro fue detenido por la policía, al conducir en estado de alicoramiento. El fin de semana fue divertido. Y cuando llegan al colegio saben muy bien que el colegio no es para estudiar sino para pasarla chévere, en continua farra con los compañeros.