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Por | Laura Henao
En casa por lo general cocinamos en familia, aprovechamos para compartir con los otros cómo va nuestra vida. Ayer mientras preparábamos la comida, una de nuestras hijas nos contó un experimento que se le ocurrió realizar en redes sociales.
Ella notó que en las páginas de creadores de contenido europeos o norteamericanos, que ella sigue, con frecuencia usuarios hacían comentarios peyorativos hacia los latinoamericanos. Ella sigue esas páginas porque le dan datos sobre juegos, pero le pareció que algunos comentarios eran pasados de tono: Burlas, malas palabras, estigmas, etc…
Se preguntó cuánto tiempo duraría dentro de esas páginas un jugador que hiciera comentarios similares sobre o hacia los europeos o los norteamericanos antes de ser sancionado o simplemente eliminado de la plataforma.
Para dar respuesta a su pregunta, creó un usuario falso con el cual se infiltró a las plataformas de tres creadores de contenido de España y Norte América, una vez aceptada con su falsa identidad procedió a hacer en las conversaciones comentarios similares a los que ella veía se hacían sobre los latinoamericanos, pero hacía los europeos y norteamericanos. Lo que sucedió entonces fue que en dos de las plataformas eliminaron el falso usuario en menos de tres horas y en la otra lo sancionaron por tres días, luego de los cuales fue eliminado por reincidir en lo que informaron como «mal comportamiento».
¿Qué pensaste al respecto? le pregunté, no voy a poner aquí literalmente lo que ella me dijo, porque no quiero correr el riesgo de ser bloqueada por mal comportamiento. Pero ustedes queridos lectores tienen derecho a imaginar todas las palabras que quieran con respecto a lo que arrojó como resultado el experimento de mi pequeña de trece años.
Y lo traigo a colación porque creo que lo que está pasando con los vendedores ambulantes de fruta que han estado toda la vida en el centro de la ciudad es en pro de un patrón estético que no responde a nuestra cultura. En Europa y Norte América no hay vendedores ambulantes de flores y frutas en la calle todos los días porque allá las flores y las frutas son importadas y por tanto escasas y costosas. Hace algún tiempo vi por redes sociales el asombro con el que unos extranjeros compartían la variedad de fruta de excelente calidad y a precios irrisorios que se podían encontrar en las calles de nuestro país.
Yo soy de las personas que sube al centro y compra ciruelas en la esquina de Movistar, o en el semáforo de la once, fresas y caléndula en la esquina del Lumol, gente que ha estado ahí desde que Movistar era Telecom.
Otro gallo cantará para los comerciantes que han llegado de forma masiva a tomarse las aceras. Pero, no se puede ignorar que esas personas que han estado allí toda la vida hacen parte del folklor de nuestra ciudad, prestan un servicio y merecen un trato diferenciado y preferencial.
La estética de las calles extranjeras no tiene por qué ser la estética de nuestras calles, no somos ellos, no somos como ellos y no tenemos porque serlo. Las aceras peatonales del centro de esta ciudad son tan amplias que parecen haber sido diseñadas con el espacio suficiente para el peatón y los vendedores ambulantes (ahora habrá que ver cuáles y bajo qué criterios). El espacio que disponen junto a Plaza Real sería una linda propuesta para un pulguero.
Finalmente me surgen algunas dudas: ¿Se hizo alguna encuesta ciudadana al respecto? ¿Quién y Por qué se toma esa decisión?