Por | Luis Heriberto / Echando lengua/ @luchocalidad
Convencido hasta la saciedad que la corrupción sólo se derrota con conciencia, educación y justicia, valores propios de las sociedades avanzadas; el resultado de la consulta del 26 de agosto, independiente de sus pobres efectos inmediatos, justifica analizarlo de cara las elecciones de 2019, o 2022 si es que tal adefesio sale avante en el Congreso Nacional y además supera el filtro de la Corte Constitucional.
Calificada por sus promotores como exitosa pese al sesgo y sus grisáceos objetivos, resulta interesante que en Garagoa, en la consulta anticorrupción participaran cerca de 5.300 sufragantes, cifra de verdad sorprendente porque alcanza alrededor del 70% de la votación para elegir alcalde y además evidencia que por fin los garagoenses parecen haber adquirido una brillante conciencia colectiva manifiesta con su voto, en contra de esta punible y censurable práctica.
A uno o tres años de elecciones locales y en medio de este ambiente de reunionitis buscando pactos soterrados o abiertos contubernios para nominar candidatos, con el fin, unos de acceder al poder, otros de no soltarlo y los que se creen más hábiles para seguirlo manipulando; la nueva clase dirigente de Garagoa parece ignorar con desdén el potencial de los votos anticorrupción.
Un simple análisis permite deducir que un candidato con recursos mínimos, trayectoria personal y profesional que demuestren transparencia y honestidad y que ofrezca gobernar sin acudir a coimas y demás actos deshonestos, tiene el terreno abonado para captar los 5.300 electores libres de dádivas y/o presiones, que votaron en contra de la corrupción. Con el discurso anticorrupción aún vigente, se puede elegir un alcalde libre de cualquier cuestionamiento ético y legal, digno huésped de la Consistorial de la esquina del parque, con la consigna “Alcaldía de Garagoa, cero corrupción”.
Ampliando el escenario al departamento de Boyacá el panorama es similar, puesto que está a disposición de los candidatos, la apetecible suma de 386.000 electores dispuestos a votar por quien mejor encarne el sentimiento anticorrupción. Está por verse si sale al ruedo un personaje capaz de echarse al hombro el peso de dicha responsabilidad.
Es claro que todo esto sólo será posible si en los electores perdura la coherencia de su voto en la consulta anticorrupción con el de las elecciones territoriales; de lo contrario los colombianos habremos perdido los 300.000 millones de la consulta anticorrupción, igual que los 350.000 del plebiscito para refrendar el acuerdo de paz y los 50.000 de la consulta liberal. ¿Cuánto se podría hacer en las universidades públicas con estos 700.000 millones?
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