Editorialistas y columnistas de prensa viven ocupándose de lo que tanto les interesa manejar: ¿Qué? Una literatura que apunte a hacer de la política el por qué de la vibración nacional. Más cuando en los ángulos del “protagonismo” se juegan tantas cosas de las que interesan a la sociedad colombiana; no digamos que al Pueblo porque al fin y al cabo es el simple instrumento, para hacer creer que se va en las perspectivas de las mayorías nacionales.
Los niveles de opinión, desde prensa escrita, más dan la impresión de escritores con el ánimo de llegar a posar de politólogos; uno que otro lo será. Por lo demás, son figuras que parecen temerle a abordar un tópico de la propia política colombiana: el papel de la dirigencia económica; tan merecedora de que sea descrita, en sus mentalidades y actitudes; tal como suele ser descrita la “dirigencia política”; al menos por politólogos que manejan el duro y severo lenguaje de la crítica.
Un fenómeno que escapa a la observación de nuestros “flamantes” escritores de prensa es el del “egoísmo”, como una de las conductas a nivel de “dirigencia económica”. Hay que reconocer que el “egoísmo” en este caso más es para considerarlo como un carácter, como una forma rígida; donde impera el deseo de que todo sea “para mí”. Entonces, el poseer y el no compartir, viene a ser como el gran placer en la sicología del empresario. Por eso no es raro que termine en la condición de avaro, ya que las metas en el tener, no cesan en ningún momento.
¿Cuándo hablan nuestros editorialistas y columnistas de prensa de esos “seres intocables” que manejan sus propias crueldades en función del “dios dinero”? Pareciera que no solo hay temor, sino más aún incompetencia, para abordar la mentalidad y el procedimiento del avaro, del ruin. Lo cierto es que son individuos que sienten antagonismo a todo lo que por fuerza tienen que manejar, a los clientes que hay que engañar, a los competidores que hay que tratar de reducir y hasta aniquilar, a los obreros que de algún modo están para ser explotados.
Nunca el avaro estará satisfecho; porque es de ambiciones y egoísmos que parecen no tener límites. Por eso envidia a los que tienen más; por eso teme a los que tienen menos. Allá en el fondo puede ser hombre de caretas, como para sonreír así le cueste, como para manifestarse sincero, sin serlo, como para hacerse pasar por amable, cuando lo que esconde es toda una agresividad interna.
¿Cuándo se habla en nuestro país de esa gran pasión del “tener” y que es lo que ha llevado a crear grandes abismos en lo que llamamos guerra de clases? Y como guerra será interminable mientras no surja una literatura en contra de tanto cinismo dado desde esferas del poder económico.
Mientras impere la voracidad del más fuerte, no cesarán las luchas de clases, ni las situaciones de conflicto, no dejará la Nación de verse condenada a la condición de guerra. Algo peor que la misma guerra física y que es lo que “clase dirigente en lo político y económico” se niega a abordar; ya que se le teme a que surja el análisis sobre las grandes causas de la injusticia social; y es mejor mantener “protagonismos”, con sofismas de “patria”; aún hablando de justicia, de libertad, de paz; no sin una que otra cortina de humo y que tanto “funciona”, cuando se trata de desviar la llamada “opinión pública”, y que a la hora de la verdad no existe; ya que los mismos medios de la gran prensa están para manipular; más desde editoriales y columnas de prensa.
Cualquier ciudadano de mediana formación de criterios, de algún sentido de objetividad, sabe y muy bien que en un país como Colombia, más en una época como la actual, todo se ve manejado desde intereses muy ajenos a las situaciones, inquietudes, afanes de las mayorías. Y aún como mayorías tendrán que soportar “políticas” cargadas de egoísmos, de voracidades, y que son las que siempre han prosperado y prosperarán, al haber logrado incluso hacer creer que “como van las cosas, van bien, y que nada distinto podría ser mejor”. ¡Qué ironía histórica!, dirán los que creen no haber nacido para verse engañados y que hoy por hoy serán los válidos de la Historia.