Confusión de lenguas que es más de comedia

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Nunca antes Colombia se había visto tan enredada como ahora, cuando resulta tan visible su propia confusión de lenguas.

Este fenómeno siempre existió; ha sido como la constante de haber permitido la prepotencia de unos, el dominio de otros, las ventajas de unos cuantos, el protagonismo de pocos, la opinión de algunos, en fin, una Nación dependiendo de una minoría absoluta, que no ha sido patriota, pero sí se  ha valido de los signos y símbolos patrios, de los partidos políticos, los tradicionales y otros un tanto nuevos; se ha valido de las estructuras institucionales, del mismo esquema de democracia; todo para sostener una estrategia política y en el fondo declarar qué es lo que hay que hacer y qué rumbo debe tomar la Nación.

Prensa escrita, medios radiales y televisivos de información, van haciendo eco de cuanta ocurrencia, discernimiento y análisis pueda desprenderse de ese puñado de hombres, unos viejos y otros jóvenes, pero eso sí, formados algunos de ellos en las mejores universidades del mundo; todos sin embargo haciendo “protagonismo” desde entidades, organismos, partidos políticos; opinando sobre la guerra, sobre la paz, sobre política internacional; conceptuando sobre situaciones de crisis y hasta diagnosticando sobre las distintas colombias: la urbana, la rural, la de zonas de conflictos; y ahora sobre lo que ha de ser la Colombia del siglo XXI; que también será de pobres, de sectores vulnerables; pero que pueden seguir ahí en sus expectativas por obtener del Estado, de los gobiernos, políticas de desarrollo social.

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Como los problemas vienen a sentirlos con rudeza y crueldad esa Colombia de situación de pobreza, de desempleo, de inseguridad, de inestabilidad, de dramas y tragedias, de raponerismo, la situación no es que resulte del todo preocupante. Además, se cuenta con la ventaja de que nada es amenaza absoluta, salvo el caso de proliferación de movimientos sociales de enormes inconformidades.

El sindicalismo está débil, el cooperativismo de base ya parece no existir, el magisterio no volverá a ser como cuando su movimiento pedagógico, los partidos políticos no dejan de ser rapiñas y los sectores que predicaban tesis contrarias al capitalismo ya no tienen mayor eco y más parecen extinguidos sus dirigentes, sus líderes.

Ahora como clase dominante ha permitido que a su interior se produzca lo que se ha dado en llamar opinión calculadora de gremios del poder, opinión propia para hacer creer que hay situación de crisis aún entre quienes juegan a protagonismos, a afanes de figuración y que la confusión de lenguas hasta los puede abarcar y aún amenazar con tanta literatura fatalista.

“Mamola”, como decía Gaitán. Hasta las aparentes crisis por lo alto, vienen a ser cuidadosamente calculadas, manejadas. Todo forma parte de la estrategia política en un país que experimenta su propia confusión de lenguas. Los hilos del poder no se pierden y menos aún se confunden. Ahí tendremos siempre el caso de “los cacaos”: no admitirán nunca ser excluidos de ese manejo inquietante, cuidadoso, prudencial, programático y que, según ellos, debe dársele a la gran búsqueda del momento, incluso la de la paz; a fin de que la paz quede de la mejor manera convenida, arreglada.

¿Qué hay necesidad de reformas de distinto orden y de tocar textos mismos de la constitución? Si las circunstancias así lo exigen, ¿qué se va a hacer? Ya las situaciones de conflictos lo serán de otro orden. En las mesas de contactos, conversaciones, puntos a tratar, ya no llegarán respetables partidos, movimientos, sectores gremiales, fuerzas sociales. Las grandes y pequeñas colectividades habrán quedado atrás, en lo histórico.

Además, tendrán que cuidar sus propias conquistas si es que buscan mantener sus propias formas de trascender. Como organizaciones serán de discurso válido, inquietante, en la medida que mantengan línea dura, de actitudes claras, objetivas, radicales, consecuentes. El fenómeno de la debilidad, del acomodamiento, de la burocracia, de infidelidad a los principios de lucha, de reivindicación, será de lo que más se buscaría evitar en tiempos como los actuales.

La confusión de lenguas es de los sectores que se dejaron enredar en sus propias miopías, egoísmos y ambiciones, llegando así a su propia ineficacia. De ahí su incapacidad para acordar y definir opinión, respetable, confiable, para canalizar voluntades, para atraer sentimientos, para encausar fuerzas.

Así las cosas, el protagonismo continuará siendo como patrimonio de unos pocos, de los de siempre. Los “personajes” de la política, “expertos” para manejar el cauce que debe tomar la opinión pública, para conceptualizar día y noche a través de los grandes medios de información y claro posar de entendidos en lo habido y por haber. Todo esto quedando también en lo histórico.

Sí, esa es la Colombia de las “aparentes crisis por lo alto” y de las profundas y dramáticas situaciones de alienamiento a nivel de clases populares, con elecciones cada tanto para alcaldes, concejales, diputados, gobernadores, que manejen sus  propias habilidades, defiendan sus intereses y piensen en todo, menos en sus municipios y regiones, ya que a esto se ha reducido el juego de la política pueblerina, como dirían tantos observadores de esta Colombia de aparentes confusiones de lenguas y por lo tanto de comedia humana.

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