Solo de hombres de comprobada honradez, se puede esperar que los pueblos no sean más esclavos de la ley, sino que actúen desde la gran conciencia de dignidad humana.
Hoy ya no se oye hablar de estadistas que puedan estar impactando al mundo desde su personalidad en el desempeño de la política. Quizá este tipo de hombres de porte aristocrático, por razón de sus finezas y sutilezas en el lenguaje y en el manejo mismo del poder, pudieron impactar desde cuando les fueron confiados los destinos de una nación. Hoy por hoy, como estadistas, vienen a ser figuras no fáciles de encontrar en el mundo contemporáneo.
De algún modo la política, aún en los más altos niveles se ha vulgarizado, al tejerse en intereses que dejan por fuera “el gran concepto del hombre como sujeto de la historia” y por lo tanto, llamado a encontrar respuestas desde el Estado, desde los gobiernos y desde el pensamiento de un humanismo que torne la vida como la gran experiencia de búsqueda; sin que de ella se vea excluido ningún ser humano, por más que se encuentre en una situación de atraso o subdesarrollo.
Naciones poderosas, al igual que pueblos en vía de desarrollo, se ven hoy en una condición de decadencia, al no contar con culturas que logren sobreponerse frente a contextos de la sociedad y de las grandes franjas populares con miras a que surjan estadistas.
Porque ha de haberse que como estadistas serán siempre la gran antítesis de los emergentes de la política, esos individuos que así tengan que valerse de un privilegio económico, lo harán siempre para surgir en sus ambiciones de poder o de gloria; aunque también puede suceder que por simple casualidad maquiavélica logren escalar y terminar figurando en altas esferas de la “política”; todo como en una ironía para hombres de academia o de alguna respetabilidad humana.
Con todo, pueblos y naciones, tendrán que madurar en sus procesos educativos, para que al menos las futuras generaciones descubran que no cualquier vulgar de la “política” pueda terminar presidiendo los destinos históricos de un país, o figurando en un parlamento, donde se supone que deben llegar hombres de algún talante intelectual o humanístico o por lo menos, individuos que se hayan formado en la gran escuela de la defensa de los derechos elementales de vida.
Es posible que al cabo de llegar a entender la política como han llegado a concebirla los estadistas, haciendo hincapié en la gran senda del desarrollo, podamos tener algún día en nuestro país, presidentes, senadores, representantes y uno que otro gobernador o alcalde con porte de estadistas, ubicados desde su mismo pensamiento y acción en lo globalizante que debe ser el poder y la legislación; sin que de nada escape el hombre nuevo que necesita el mundo en su gran paso hacia una sociedad libre de amos.
Sociedad ideal que estará coordinada e impulsada por hombres de comprobada honradez de vida; para que los pueblos no sean más esclavos de la ley, sino que se vean formados y estructurados en la gran conciencia de la dignidad; haciendo de la participación política un gran consenso de armonía y entendimiento; ya que el objetivo será único: el de la estabilidad anímica de la nación, en todos sus niveles o condiciones sociales.
Entonces, se dará la plena vigencia de esas políticas que en determinados lugares del planeta han alcanzado a ser contempladas por algún estadista u hombre superior a su propia época, al ser más maestro del pensamiento y llegar a concebir que ningún paradero en el mundo es vivible, como no se logre responder a los justos anhelos de justicia en la vida de los pueblos; para lo cual, Estado, gobiernos, poderes legislativos y judiciales, deben llegar a funcionar como los instrumentos de eficacia en la interpretación de la realidad histórica de una nación.