Centenario de la poeta Meira Delmar (1922 – 2022)

Fotografía/archivo personal, de izq. a der. Los poetas, Javier Huérfano, Jhonathan Sánchez, Meira Delmar y Raúl Ospina en el XXV Encuentro Internacional de Escritores en Chiquinquirá, Boyacá. 2004
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Por | Jhonathan Leonel Sánchez Becerra / Historiador, poeta y periodista cultural

Recuerdo a Meira Delmar -pseudónimo de Olga Isabel Chams Eljach- (*Barranquilla, agosto 21 de 1922 – +Barranquilla, marzo 18 de 2009), su trato, la suavidad y la dulzura de su voz y sus palabras, cuando luego del recital poético programado en la casa del célebre poeta José Joaquín Casas donde por primera vez, leía conmovido por la emoción, un par de mis poemas frente a un público tan selecto, bajo el verde balcón interior abarrotado por jovencitas de colegio que como dijera Javier Huérfano: “con sus risas de bocas llenas de alegría”, le hacían una especie de coro de segundas voces a la poeta colombiana de ascendencia sirio-libanesa, quien al terminar mi intervención, me tomó firmemente del brazo y me dijo:  “Admiro tu poesía llena de amor y fantasía y tu voz profunda como una canción marina, tus versos tienen la pureza del agua cristalina, tienes que venir un día a Barranquilla, hablaré con Margarita para que después del almuerzo intercambiemos datos y estemos en contacto para invitarte al festival…”.

Foto/archivo personal: de izq. a der. El poeta Jhonathan Sánchez, el alcalde José Moreno, la secretaria de educación Ruby Berdugo, las poetas Meira Delmar y Margarita Galindo en el XXV Encuentro Internacional de Escritores, Chiquinquirá, 2004.

Meira se refería a Margarita Galindo Steffens, poeta, periodista y gestora cultural barranquillera que la acompañaba en ese momento, y aunque después intercambiamos un par de llamadas telefónicas, nunca acudí a cumplir nuestra cita frente al mar.

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INSTANTE

Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.

Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.

Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.”.

Sobre la obra de Meira, Gabriel García Márquez en una de sus columnas para El Heraldo de Barranquilla en junio de 1951, se refirió así, a propósito de la publicación de su poemario Secreta Isla:

“La diafanidad verbal, la nobleza de las palabras con que la poeta entrega su estremecimiento interior, le han permitido profundizar en las secretas islas de su corazón y encontrar la palabra precisa, la cifra exacta que la lleve a flote y las ponga a navegar en el poema, sincera y sencillamente como los barquichuelos de papel. El dominio del instrumento que se ha venido purificando progresiva y sistemáticamente a través de tres libros anteriores (descuento la selección de Sus mejores versos) ha puesto a Meira Delmar en posesión de su claro universo interior y le ha permitido rescatar, de su estado de alma, la correspondencia íntima del mar exterior que ella tanto ama, de las golondrinas que tanto persigue, del amor que tanto la alegra y le duele en una dimensión diferente de las conocidas, y sólo de ella”.[1]

Hoy pienso en Meira y en todo lo demás, que tal vez, podría habernos dicho y se lo ha llevado para siempre el tiempo… Las mujeres escritoras como Olga Chams y Gertrudis Peñuela (Laura Victoria), empleaban pseudónimos para firmar sus obras a consecuencia de los prejuicios sociales que imperaron sobre las mujeres a lo largo del siglo XX y que llevaron a muchas a desertar en su intento por hacer parte de la vida pública y cultural de Colombia o incluso, como fue el caso de Laura Victoria, a optar por el exilio, pues la presión ejercida desde los medios de comunicación era insoportable.

La poeta barranquillera hizo parte de la generación de mujeres pioneras en la literatura colombiana del siglo XX. Estudió letras en Roma y música en el conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico, en 1995 recibió el Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento de la Universidad de Antioquia. En 1998 recibió la Medalla Gran Orden del Ministerio de Cultura de Colombia, entre otros reconocimientos. Con prólogo de Fernando Charry Lara y ensayo de Juan Gustavo Cobo Borda. Dirigió durante 36 años la Biblioteca Departamental del Atlántico, la cual lleva hoy su nombre.


[1]  García Márquez Gabriel, 1981 “Secreta isla”, En: Obra periodística. Textos costeños, Compilación y prólogo de Jacques Gilard, Bruguera, Barcelona, vol. 1, págs. 675-676.

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