Caminando por Tunja

Foto | Archivo particular
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Por | Carolina Torres*

Salir de casa y recorrer la ciudad histórica al lado de otros habitantes de la ciudad es una de las experiencias que más disfruto en este retorno a Tunja. Sin embargo, día tras día, esta alegría se convierte en preocupación: las vías peatonales son invadidas por carros que las recorren.

Después de diez años viviendo fuera del país, hemos vuelto a habitar en nuestra casa, ubicada en el centro histórico. Mis hijos, que son aún niños, caminan, montan en bicicleta, juegan en los parques y las plazas, van al colegio (ubicado también en el centro histórico) y yo me siento orgullosa de brindarles la posibilidad de vivir en una ciudad que, como Madrid o Montpellier, tiene una buena infraestructura peatonal que permite su disfrute, ofreciendo buenos hábitos de salud y sostenibilidad ambiental.

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Sin embargo, día tras día, esta alegría se convierte en preocupación: las vías peatonales son invadidas por carros que las recorren para acceder o salir de los parqueaderos públicos o privados, ubicados en sus casas u oficinas, hacer cargue y descargue en las tiendas y almacenes del centro histórico, o por con carros blindados que proveen de dinero a los cajeros automáticos; para no hablar de otros conciudadanos que para evitar usar las vías destinadas para las motos, sin ninguna vergüenza se apropian de las vías que le corresponden a los peatones.

Cuando esto ocurre, los niños y los demás transeúntes que van caminando, jugando, o corriendo, se entremezclan con motos, carros y camiones, adivinando el sendero que van a tomar, con la confianza de que nadie va a “morir en el intento”. Algunas personas, como yo, le piden a los conductores de carros, motos o bicicletas, que disminuyan la velocidad, a los carros que no se parqueen sobre la cicloruta demarcada por la línea roja, a las bicicletas que sigan esta misma línea y que no invadan las zonas peatonales, a los niños que usen con precaución y límite la calle peatonal, en caso de que algún vehículo decida avanzar sin consideración alguna. En resumen, que demuestren un mínimo de cultura ciudadana.

A mis indicaciones sobre el uso de estas maravillosas vías peatonales he recibido como respuesta algunos agradecimientos, pero también muchos “de malas”, algunas groserías y otras respuestas displicentes.

Una vez que paré para tomar fotos y registrar ese caos, un señor que caminaba a mi espalda, me gritó:

―¡Ya no les tome fotos!

―¿Y por qué no? ―respondí, desconcertada.

―Es que esta sí la perdió el alcalde ―fue su respuesta.

¿Qué perdió el alcalde?, al parecer, y según mi inesperado interlocutor, gremios de comerciantes de la ciudad demandaron a la administración municipal por dejar algunas vías con la vocación de calles peatonales, pleito que perdió la alcaldía

―Esto ahora es para los carros ―gritó el señor, triunfante, antes de perderse entre la gente.

No sé nada al respecto. Si hay verdad en lo dicho, creo que el alcalde no perdió, sino que perdimos todos. Usted y yo que caminamos por aquí y todos los que ahora tendremos que pagar gimnasio y transporte, y todos los que volveremos a estar arrinconados por los carros y colectivos como ocurre en los cruces entre calles peatonales y vehiculares, los que caminamos asustados por la Carrera 9, por no hablar de la gente que vive en el Norte y que no tiene ni andenes para caminar.

Lamentaría si mi conciudadano tiene razón sobre el fallo judicial, pero mientras tengamos las vías peatonales disponibles, es necesario ponernos de acuerdo en el uso de las mismas para que no ocurran accidentes o enfrentamientos físicos.

Para resolver la situación, algunas ideas que he discutido aquí y allá son acciones posibles de educación y convivencia ciudadana como la implementada ya hace varias décadas en Bogotá, cuando el alcalde Antanas Mockus “despidió a 3.200 oficiales de tránsito y puso a mimos a dirigir a los conductores. Los mimos no ponían multas, se burlaban de los que violaban las normas. El alcalde consideraba que los colombianos le tenían más miedo al ridículo que al castigo, y el ejercicio funcionó… también repartió unas tarjetas, verdes por un lado y rojas por el otro, con las cuales los ciudadanos podían calificar los comportamientos ajenos.” Educación y cultura ciudadana – Antanas Mockus (weebly.com)

Estas iniciativas, que ya han probado su eficiencia, podrían estar acompañadas de material de señalización e información sobre el uso de estos espacios del centro histórico. En resumen, ayudarle a la gente a crecer en cultura ciudadana para que no pierda el alcalde (este, ni quienes lo sucedan) sino para que ganemos todos los que caminamos por Tunja, y disfrutamos hacerlo.

*Carolina Torres López. Politóloga. Master en Desarrollo Sostenible. Directora de Corporación Vértice para el Desarrollo Local. Ciudadana del mundo, comprometida con iniciativas que entienden la alimentación como un derecho a lograr mediante estrategias de circuitos alimentarios cortos. En Tunja, se puede participar en estas iniciativas visitando Vértice Café y Vértice para el Comercio Responsable, en la Carrera 9, detrás del Ministerio de trabajo.

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2 COMENTARIOS

  1. Carolina: estoy de acuerdo con su percepción ciudadana. La circulación del capital no puede dominar y esclavizar la circulación ciudadana.

  2. Tiene que salir de las 4 cuadras de la plaza de bolivar para que vea una ciudad absolutamente despedazada. No hay una calle buena. Lo importante es que ya se debió recuperar el billete gastado en tres campañas más las utilidades.
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