Por | Servilio Peña
Los primeros cambios en el gabinete del gobierno de Wilmar Triana González, Alcalde de Chiquinquirá, insinúan un ajuste para lograr mayor capacidad de gestión y un nuevo orden de prioridades para los tiempos que se aproximan, una vez superada la pandemia en este municipio.
Así lo ha dejado ver el primer mandatario de los chiquinquireños, luego de formalizar los cambios en dependencias como la Asesoría de Despacho, la Secretaría de Desarrollo Económico, la Secretaría de Desarrollo Social, la Administración del Centro de Acopio y la Dirección de Infraestructura Municipal.
Aunque los cambios no causaron mayor sorpresa, sí dejó ver una renovación en algunas dependencias que resultan decisivas para lograr la nueva normalización, una vez superada la crisis por la pandemia, en especial las secretaria de Desarrollo Económico y Desarrollo Social.
En particular porque el alcalde de Chiquinquirá ha insistido en la necesidad de preparar la ciudad para crecer sus ofertas de atractivos turísticos y mejorar las condiciones para que este renglón logre potenciar el desarrollo de la ciudad.
En esa idea, va a ser importante la apuesta por la transformación del Plan de Ordenamiento Territorial, que va a determinar la vocación turística de la ciudad en forma definitiva. Ahora, incluyendo atractivos como el Centro Histórico y Religioso, el fortalecimiento de sus artesanías, el crecimiento de la oferta de escenarios deportivos, el embellecimiento de sus atractivos arquitectónicos y la consolidación de eventos culturales, como la conmemoración de los 100 años de la muerte de Julio Flórez (2023) y la celebración de los 100 años de creación de la Guabina Chiquinquireña (2025).
La prioridad seguirá siendo la garantía de agua potable para los chiquinquireños. Un discurso que ha pasado por ambientes muy caldeados, que incluyeron, incluso, las aproximaciones hacia una posible privatización de la Empresa de Servicios Públicos.
Para varios analistas consultados, la garantía de agua potable para los chiquinquireños seguirá siendo en mayor propósito de administración alguna. Entre otras cosas, porque resuelve un problema de fondo e histórico, que ha impedido que la ciudad muestre mejores indicadores de desarrollo y crecimiento de la ciudad frente a otras poblaciones con similares características.
El otro factor, al cual el alcalde de Chiquinquirá le estaría apuntando, sería a mejorar la reactivación económica y social de la ciudad, una vez superada la crisis profunda por la pandemia. En este sentido, resulta entendible la llegada de funcionarias como Claudia Patricia Menjura y Omaira Peña a las secretarías respectivas. Con esta decisión, el primer mandatario le estaría apostando a funcionarias con una amplia trayectoria en la gestión municipal, que tengan una visión global frente a los programas y proyectos que se tendrá que implementar la ciudad para lograr destacarse como epicentro en Boyacá de las dinámicas de la reactivación.
Este conjunto de modificaciones en su gabinete también tiene otro tinte especial. Buscaría tranquilizar a un sector del Concejo Municipal que venía reclamando mayor capacidad de gestión en algunas dependencias y la certeza de que el Hotel Sarabita, -una de las construcciones más bellas y emblemáticas de la ciudad-, no va a ser ofertado al sector privado, como en algún momento se alcanzó a proponer.
Con estos elementos el alcalde de Chiquinquirá camina hacia su segundo año de mandato. Soportando, por ahora, las críticas por los aumentos de los contagios, en una ciudad con niveles de indisciplina preocupantes y sin inventario de camas UCI; y aguardando por implementar, en este 2021, los reales cambios que anunció en su campaña a la Alcaldía del cuarto municipio más importante de Boyacá.