En la reciente rendición de cuentas que hizo el ministerio de Minas y Energía en Sogamoso, volvió a quedar en evidencia la paradoja de Boyacá: este es un departamento reconocido como de gran vocación minera, pero a la vez, en el conjunto de esta actividad, sin un propósito definido, dado que sus actores y el gobierno regional no han querido determinar ni aprovechar, a través de décadas, el estatus de departamento minero, ni orientar con objetivos definidos las riquezas que ha generado este importante renglón de la economía.
Que Boyacá es un departamento carbonero, evidente, pero ¿para qué el carbón? El de tipo térmico, que debería alimentar un complejo de generación eléctrica a gran escala, se ha subutilizado, dado que la torta del mercado nacional de energía ha relegado el carbón, prefiriendo el agua como fuente principal, lo cual es una anomalía frente a la oferta mundial de energía que tiene a las fuentes hídricas con solo el 6% de participación en la generación, mientras aquí en Colombia esa proporción es superior al 70%. La clase dirigente y empresarial del departamento siempre ha perdido esa oportunidad; o peor aún, nunca se han ocupado de apropiársela.
En cambio, en los últimos 25 años, el departamento vio impotente cómo las decisiones del gobierno nacional llevaron a que se entregara la construcción de la IV Unidad de Termopaipa a los inversionistas extranjeros, bajo el pretexto de la crisis energética de 1992 y estos obtuvieran extraordinarias ganancias sin que a los carboneros del departamento se les compensara con mejores precios y a los empresarios e inversionistas locales tampoco se les ocurrió participar del negocio.
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Ahora que termina el contrato que dio origen al negocio de la planta de la IV Unidad esta seguirá en manos de los dueños privados, cuando debería pasar al patrimonio público, pero eso no fue posible, dado que quienes redactaron el documento se les olvidó ese detalle: ¿omisión involuntaria o criminal mala fe? Una cuestión que valdría la pena averiguar.
Mientras tanto, las otras tres unidades de generación le fueron quitadas a la Empresa de Energía de Boyacá y entregada su administración a una compañía cuya sede está en Manizales, así que las decisiones sobre el mercado del carbón térmico, quedaron en manos distintas a las boyacenses, con todas las dificultades de mercado que se han vivido en los últimos 15 años.
En cuanto al carbón siderúrgico, este se aprovecha en razón a las coyunturas del precio internacional, dándose periódicas bonanzas que pasan rápido, cuyo producto no ha servido para apalancar otros proyectos económicos que pudieran diversificar y fijar un propósito en nuevos desarrollos empresariales. Las utilidades se esfuman tan rápido como pasa la bonanza y las localidades productoras vuelven a la crisis y al desánimo hasta que llegue la nueva oportunidad.
Las esmeraldas, una de las riquezas mineras que es casi de exclusividad boyacense, han sido más una fuente de discordia, de violencia y manejos oscuros, que una verdadera oportunidad para el departamento. De hecho los peores índices de pobreza se sufren en las zonas productoras de las gemas. La región del Occidente de Boyacá, lamentablemente no puede exhibir ninguna transformación importante que sea atribuible al aprovechamiento de la riqueza esmeraldífera.
Las arcillas, base de la industria alfarera, las calizas y el mineral de hierro, para citar los principales minerales presente en la región central del departamento, no han servido más allá de alimentar complejos de enclave que han terminado en el extractivismo que deja algunos beneficios en términos de empleo, de regalías e impuestos, pero poco o nada en el aprovechamiento de sus utilidades, que son el grueso del producto de las actividades, para fortalecer y transformar el aparato productivo del departamento.
Los hidrocarburos, que desde que empezó la industria hace este año un siglo, deja el absurdo de Puerto Boyacá como el municipio más rico del departamento, que ha sufrido los peores índices de violencia y hoy afronta inaceptables niveles de desigualdad, donde la mayoría de la población carece de oportunidades y ni siquiera la ciudad ha solucionado los problemas de saneamiento básico y protección de su área urbana de las contingencias del Río. Ahora bien, si se miran los resultados de tener en el territorio un activo tan importante como la Represa de Chivor, un activo que ante todo pertenece al territorio que ocupa, que en los últimos diez años haya producido utilidades netas para sus dueños extranjeros de más de ¡dos billones y medio de pesos! que se han ido como remesas al exterior para alimentar los rendimientos de accionistas que no saben ni siquiera dónde queda el lugar que les producen esas ganancias, mientras que en la región donde está la fuente de esa riqueza, se amenaza con el cierre de los hospitales porque se necesitan 10mil o 20 mil millones de pesos para sanear sus finanzas.
Si los antioqueños dicen que hace 50 años el carbón y otras fuentes mineras, ayudaron al proceso de la diversificación y el empoderamiento del inmenso aparato, que hoy es el GEA, Grupo Empresarial Antioqueño, aquí el carbón, la minería, el petróleo y el agua, no han servido para consolidar la economía regional.
Así que en la rendición de cuentas del Ministerio de Minas, donde se habló de los resultados de los ocho años del gobierno Santos, fuera de decir que el departamento es eminentemente minero y que es muy importante su reconocimiento nadie dijo nada sobre qué significa tal reconocimiento y menos, sobre qué es lo que viene para el departamento en el desarrollo futuro del sector; así que no es aventurado decir que la minería en Boyacá, por ahora, carece de propósito.