Los efectos fueron devastadores para la población boyacense y su economía. La carencia de servicios médicos y las malas condiciones de higiene fueron factores decisivos en la expansión de la influenza de 1918. Hoy, que sigue sin detectarse un caso de Covid-19 en el departamento, es un momento ideal para hacer un llamado a la prudencia, al autocuidado y al respeto de las directrices de los gobiernos con el ánimo de frenar su expansión.
Antes de la llegada de la gripe española a Boyacá, los boyacenses tenían conocimiento de la existencia de la gripa y sus efectos. Entre 1912 y 1917 se registraron 346 decesos a causa de esta enfermedad, pero estos números no se comparan con el devastador efecto que iba a tener la gripe española un año después.
Para la época Boyacá contaba con unas pésimas condiciones de higiene y sanitarias, lo que al parecer facilitó la expansión del virus. Por lo menos así lo reseñaba en su momento el periódico La Linterna “enclavado Boyacá en el corazón del país (…) le ha tocado vegetar hasta hoy agobiado entre una deprimente miseria. Lo que su suelo produce está obligado a consumirlo casi del todo, pues sin caminos, sin una vía fluvial aprovechable, sin una cuarta de riel, apenas si tiene un intercambio comercial rudimentario”.
Se dice que la gripe española o influenza fue introducida a Boyacá desde Bogotá. Así lo afirmó el director departamental de higiene de la época, doctor Reyes Archila, quien también sufrió el contagio y por ello descuidó sus funciones, recibiendo muchas críticas al ser considerado un responsable de permitir la expansión de la enfermedad. “se comprobó que fue introducida a Tunja por peones carreteros que llevaron la infección de Bogotá; pronto se propagó a todo el Departamento, y como era natural, en los climas fríos predominaron las complicaciones pulmonares”, dijo Reyes Archila en su momento.
El acceso a la salud era limitado. Para 1916 funcionaban centros médicos en 25 municipios, pero todos dependientes de sus juntas de beneficencia. De hecho el gobernador de la época, Domingo Antonio Combariza, decía estos se sostenía “de la caridad pública y, en especial, debido al celo y trabajo de los señores curas párrocos y a la abnegación y heroicas virtudes de las nobles hermanas de la caridad”.
Por eso, al momento de la llegada de la pandemia, los efectos fueron devastadores. Entre 1918 y 1921 se registraron 28.708 decesos, de los cuales, 3.781 tuvieron relación a un diagnóstico de gripa, y entre estos el 52,2% (2.019) se presentaron en 1918.
En total ese año fallecieron 8.391 personas en el departamento por diversas causas. Del total de muertes del año, el 46,1% se produjeron entre octubre y diciembre, que fue el periodo de pico epidemiológico.
Para llegar a estas cifras se analizaron 106.484 registros de defunción, consignados entre 1912 y 1927, ocurridas en 68 municipios de los 105 municipios con los que contaba Boyacá para esa época, según revela un artículo investigativo de Fred Manrique Abril, Abel Martínez Martín, Bernardo Meléndez y Juan Ospina.
De acuerdo a esta misma investigación, factores como la edad y la altura sobre el nivel del mar de los municipios donde residían las personas, eran factores determinantes en la tasa de mortalidad. “Un caso representativo se encuentra en la comparación de las tasas específicas de mortalidad por gripa entre Puebloviejo (hoy Aquitania), localizado a 3.046 msnm, y Soatá, a 1.950 msnm. En ambos municipios se observa un pico de mortalidad en noviembre de 1918, pero mientras en Aquitania la tasa bruta de mortalidad general alcanza 10,2 por 1.000 habitantes, en el mismo momento la tasa de Soatá apenas se eleva a 1,8 por 1.000 habitantes, 5 veces inferior; la diferencia entre los dos municipios es de 1.100 msnm y alrededor de 5oC de temperatura promedio”.
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