Por | Jhonathan Sánchez / Historiador
La despedida de Daniel Castro Benítez como director del Museo Nacional de Colombia a un año y medio de alcanzar su pensión, ha suscitado la solidaridad y una profunda reflexión en los trabajadores de la cultura a lo largo y ancho del país, especialmente, en quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar con él y conocerlo de cerca y que hoy podemos dar fe de su compromiso y sentido de pertenecia con el Ministerio de Cultura, la gestión museológica y la sociedad en general.
Daniel Castro, Maestro en Bellas Artes de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano y Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, ha sido un pionero de la nueva museología y de las buenas prácticas, poseedor de una amplia experiencia en el arte y la gestión cultural, se trazó la meta de renovar la Casa Museo Quinta de Bolívar, el Museo de la Independencia – Casa del Florero (1999 – 2015) y el Museo Nacional de Colombia (1996 – 1999 y 2015 – 2021), a partir de un enfoque holístico, constructivista, contemporáneo.
También se ha desempeñado como Miembro de la Junta Directiva y coordinador para América Latina y el Caribe del Comité de Acción Educativa y Cultural (CECA) del Consejo Internacional de Museos (ICOM). (2009-2014) y desde 1980, ha desarrollado estrategias didácticas para diferentes instituciones culturales nacionales y del extranjero.
En ese orden de ideas, es sorprendente que el ministro de cultura Felipe Buitrago Restrepo, le haya aceptado la renuncia protocolaria a un hombre que ha dedicado gran parte de su vida a la transformación social del país a través de la cultura, que ha procurado el cumplimiento de la Constitución Política de 1991, que reconoce en su trabajo a la Colombia diversa, plurietnica y multicultural y esencialmente, que la historia de Colombia es un proceso que construimos entre todos.
Rechazamos pues la injusticia y escribo en plural, seguro de que convoco el sentimiento de la mayoría de las personas que conocemos el trabajo de Daniel Castro Benítez. Asimismo, aprovecho la oportunidad para hacerle un homenaje al jefe que prefirió ser líder, compañero y amigo; aún recuerdo la tristeza del equipo de la CMQB y del MICF al recibir la noticia de que nos dejaba porque lo habían “trasladado al panóptico”, jamás había visto tantas lágrimas brotar por un “jefe”.
Así también, la alegría de los compañeros del Museo Nacional que sabían la calidad de profesional que los acompañaría para darle un aire nuevo a la atmósfera del viejo penal y desde allí, al quehacer museístico en todo el país. Hoy querido Daniel, levantamos nuestras voces, cada uno desde su campo, para exhortar al señor ministro a que reconsidere su decisión, la cultura de Colombia no puede darse el lujo de perder a un humanista de su talla.