¿A quién le corresponde continuar la tarea por Boyacá?

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Por | Pedro Pablo Salas Hernández, candidato a Dr en economía de la UN.

Rupturas y continuidad, un enfoque para una óptima elección social en Boyacá.

En Boyacá se puede estar viviendo un momento irrepetible de su historia, ‘los astros se alinean y crean un destino, una oportunidad; son momentos de intensidad y llega la hora de sembrar’; esta era una fuerte creencia de la cosmovisión muisca, su pensamiento no era unívoco, todo lo contrario, era disfónico; así como existía la luz, existe la noche, como existe el fuego, existe el agua.

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Esta introducción para señalar, un hecho cualitativo, histórico, y es la conjunción de factores que crean una condición objetiva para que lo latente se convierta en realidad, entendiendo lo latente como fuerza, con posibilidades de hacerse poder, tal como lo definió Foucault, cuando hizo la relación entre poder, saber y ética, que pueden llegar a producir realidad, es decir el biopoder. Boyacá hoy enfrenta ese reto histórico y lo puede lograr (Packer, 2013).

Pero antes de entrar en el tema de fondo, podría decirse que hay un elemento de ruptura, momentos en que se altera la continuidad sociológica y la pregunta que debemos formularnos es ¿Cuáles son aquellos indicios que nos llevan a pensar que hay ese momento de ruptura, que se convierte en un campo de juego donde las fuerzas del progresismo político representan una fuerza real?

En estos tres años se ha creado lo que sociológicamente se conoce como un hecho ontológico, que es ensamblaje entre la experiencia y los discursos que crean realidad; la semiótica de la ruana y la mezcla de acciones prácticas lo ha logrado, crean una experiencia entre gobernar, decir y hacer.

Esta triada se resuelve en un capital social que se transforma en confianza, creer en la palabra del otro, del funcionario, del empresario, del vecino; son los juegos repetidos que se forman en otro discurso, en nuevos habitus de esperanza, ya no solo de competencia y rivalidad sino el de la experiencia vivida, el de la práctica transformadora, de cooperar, de acordar juntos; de allí que, desmontar esta construcción colectiva no sea fácil, ¿es posible que el discurso diletante, del odio, de la indiferencia, logre cambiar esta relación ontológica de afectos que ha logrado construirse estos tres años en Boyacá? (Bourdieu, 1979).

Otro tema que tiene raíces profundas en lo que los boyacenses hemos podido responder con un ejemplar gado de simbolismo es la capacidad cultural para comprender los momentos que trae un presente controversial, paradójico y desgarrador, a esto hay que hacer referencia al ejemplo de Boyacá, pintado del color paz, que se empoderó del boyacense en el plebiscito conformado para legitimar los acuerdos de la Habana.

¿Pero, qué significa transformar un departamento? ¿Hay evidencias, llamémosla empíricas, de que sí se han transformado en estos tres últimos años las narrativas de la política, de un nuevo cómo hacer y para qué?

Desde lo económico, se pueden construir nuevas ontologías, afirmar que se ha construido un capital social que permitiría lo que es una acción, entendiendo la economía política desde los territorios, en favor de la gente. En una globalización donde las comunidades se han invisibilizado, y se perdió toda dimensión de distribución, y de vivir en comunidad, es posible volver a una economía como acción ética (Sen, 1987) o una racionalidad amplia, una nueva forma de ser y producir que vaya más allá del egoísmo puro neoliberal (González, 2017).

Tomemos un elemento de unidad de análisis de tipo práctico, y es la incidencia del grupo que lidera Carlos Amaya desde la universidad, partiendo del hecho de que este ha lograron darle un giro a la actividad política y a Boyacá, producto de una nueva relación entre comunidad-gobierno, que incluye lograr transformar las subjetividades, o lo que podemos llamar el imaginario colectivo, masa crítica, nuevo consenso, en torno a la propuesta de creer, que en términos prácticos significa, confianza y, por consiguiente, participación, distribución de presupuestos; densidad en los niveles de comunicación, que permiten mayor efectividad en los mecanismos de las políticas públicas; es decir, una relación que crea fortalezas y mejores resultados según los trabajos de acción colectiva e incentivos a una forma de ser en los territorios entre comunidad, Estado y mercado (Jones, Sophoulis, Iosifides, Botetzagias, & Evangelinos, 2009).

De ser esto así, se estaría dando un hecho histórico, y es el de llevar la experiencia de la academia y el saber, a la acción política; lo que Foucault llamó la posibilidad de la transformación para crear nuevas realidades, con base en transformar lo que se es, por lo que podemos llegar a ser; es decir, la práctica discursiva llevada a la transformación de la realidad. La conclusión de la acción de gobierno es saber ¿si el ejercicio del poder en estos tres años sí creo una nueva realidad con el empoderamiento de las comunidades? Si es así, se estaría frente al hecho demostrado de que el poder le sirvió a la gente para desmontar el ejercicio del odio, la guerra, la corrupción, por diálogo y un nuevo institucionalismo cognitivo, a través de la experiencia vivida por todos, incluyendo la experiencia de la gobernabilidad (Foucault, 1982). Un Estado que no reprime sino que está para fortalecer a la sociedad, devolverle confianza en sí, convertirla en una fuerza, más que en un voto, desde una participación activa, en redes, en densidad de participación; no en el uso de la violencia para superar los conflictos, sino a través del dialogo social, una sociedad en proceso de emancipación (Habermas, 1968).

Si esta línea de trabajo y discurso, entendida como esa relación ontológica regional, entre lo que nos convertimos cuando logramos que saber y poder se transformen en una opción de cambio social en pro de la distribución, la ética y la confianza, es preciso concluir que quien ahondaría esta línea de acción práctica, que daría continuidad y mejoraría dentro de esta construcción local y regional la acción política, sería Carolina Espitia, quien ha hecho parte viva y orgánica desde el movimiento universitario con Carlos Amaya de este saber hacer.

Ella, la mujer, es quien pude levantar las banderas; las de la defensa del páramo, del campesino, de las vías, del respeto a las comunidades por su territorio, de la mirada en conjunto de las partes para apuntalar el desarrollo integral de Boyacá.

La etapa de experimento de ensayo y error, fue el aprendizaje de una generación joven que está llamada a consolidar -con las demás fuerzas, de la paz y el desarrollo-, a Boyacá como icono de la política alternativa del buen vivir. Así que el llamado es a la izquierda humana y progresista de Boyacá a fortalecer este bloque, en un acuerdo que construya una nueva hegemonía. Desde el aula a la acción política, estaríamos ad portas de lograr la inserción del biopoder en un contexto nacional, frente a un grupo de poder hostil que quiere la guerra y acabar con la reconciliación, y ante una globalización compleja que demanda ciencia, conocimiento y saber. A los territorios, en clave de paz y cooperación desde lo local, ¡los jóvenes tienen la palabra!

REFERENCIAS

Bourdieu, P. (1979). Symbolic power. Critique of anthropology, 4(13-14), 77-85. Foucault, M. (1982). The subject and power. Critical inquiry, 8(4), 777-795.

González, J. I. (2017). Sentimientos y racionalidad en economía: U. Externado de Colombia.

Habermas, J. (1968). Conhecimento e interesse: Edições 70.

Jones, N., Sophoulis, C. M., Iosifides, T., Botetzagias, I., & Evangelinos, K. (2009). The influence of social capital on environmental policy instruments. Environmental Politics, 18(4), 595-611.

Packer, M. (2013). La ciencia de la investigación cualitativa: Ediciones Uniandes-Universidad de los Andes.

Sen, A. (1987). Sobre ética y economía

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