En reciente columna, echamos lengua sobre la proyección del turismo religioso como promisorio renglón de la economía valletenzana, por contar con monumentos de incalculable valor teológico y cultural, ubicados en lugares estratégicos, rodeados de exóticos paisajes, variado clima y con opciones de gastronomía y recreación a la mano.
El incremento del flujo de visitantes necesita la diversificación de la oferta turística, alejada del estímulo y promoción de conductas de riesgo, cuya costumbre pareciera imposible de erradicar. El viajero que no objeta costos del descanso, también quiere contar con posibilidades de entretenimiento cultural, histórico, deportivo y hasta saludable, más aún si proviene de grandes ciudades, bien sea de Colombia o el exterior.
En este contexto, encaja a la perfección el Alto de Santa Bárbara, de Garagoa, desde tiempo atrás amenazando ruina, sin alguien responsable de su cuidado y encargado del funcionamiento, pero eso si usufructuado por toda clase de visitantes en algunos casos irrespetuosa e indebidamente. Eso simplemente pasa porque no tiene doliente, lo cual no permite la recuperación sostenible de este vistoso lugar, de incalculable valor religioso y cultural.
Según los anales de la historia, la construcción del monumento en terrenos donados por particulares concluyó en 1941, con financiación de ciudadanos benefactores, la dirección del párroco de la época y la colaboración de los fieles. El alto tomó su nombre de la entonces vereda Resguardo Santa Bárbara, ubicada en límites con el hoy perímetro urbano de la ciudad.
Actualmente, lo primero por establecer es la propiedad del monumento, pues según el origen de los recursos logísticos, prediales y financieros; la responsabilidad de su cuidado recaería en la Curia Diocesana en representación de la Iglesia Católica y algunos particulares hoy indeterminados, quienes deben actuar según las normas de ordenamiento territorial por las que se rige el desarrollo de Garagoa. Por lo tanto, lo más sensato es que cualquier decisión con respecto a rehabilitación, uso, explotación y mantenimiento del Alto de Santa Bárbara, sea tomada por un comité tripartita, integrado por delegados de cada uno de los estamentos mencionados.
No creo que haya garagoense alguno, que se oponga a la construcción de un santuario consagrado al culto a Jesús de La Misericordia, cuya milagrosa aparición y entrega de mensajes a través de Oliva Arias, se pusieron de manifiesto en un humilde lugar de la vereda de Quigua, hace ya cerca de 40 años. Si por razones que desconozco, es imposible construir dicho templo en el lugar de las apariciones, resulta válida la alternativa de hacerlo en el Alto de Santa Bárbara, como lo vienen planteando los voceros de la Curia, que al respecto han adelantado diálogos con algunos ciudadanos.
Personalmente creo en un proyecto, que no modifique la estructura y disposición actual del monumento, lo que significa que el mirador se conserve intacto y erigir un santuario, capilla o ermita, cuya magnitud y estilo concuerde con la humildad y sobriedad del lugar donde se manifestó Jesús de La Misericordia, con base en un riguroso análisis de orden teológico, arquitectónico y técnico para no caer en improvisaciones.
De ahí, la conveniencia de concertar las decisiones entre la administración municipal, el clero y la ciudadanía, en lo pertinente a los temas globales de áreas disponibles, accesos al lugar, implantación de las edificaciones y financiación del proyecto, que si es del caso puede desarrollarse mediante una asociación público privada, incluyendo su mantenimiento y explotación comercial.
Por fortuna y gracias a la armonía entre la Iglesia Católica, ciudadanía y alcaldía, existe un buen ambiente para cristalizar el sueño de los fieles devotos de Jesús de La Misericordia tanto de Garagoa como del resto del país, de contar con un lugar para culto, veneración y estudio de las apariciones y mensajes y de paso seguir promocionando nuestra ciudad como destino turístico. Esto también es pensar en grande, pero con la humildad que caracteriza a S.S. Francisco.