Por | Luis Heriberto Bohórquez
Las campañas para elecciones territoriales avanzan con fervor, en medio de la guerra de prebendas que superan los debates programáticos y lejos de pensar en erradicar los vicios de la política que campean por todo el país. Quienes algunas veces participamos directa o indirectamente en política, opinamos y controvertimos sobre el tema, pronosticamos ganadores o perdedores, repasamos anécdotas y en algunas ocasiones revisamos la historia, como la que hoy les cuento.
Hace poco tiempo, recibí una llamada telefónica originada en un número de identificación privada, de alguien para mi desconocido que se identificó amablemente y me pidió confidencialidad sobre su nombre, a lo cual yo accedí. Entramos en la conversación y sin rodeos me manifestó que hablaba a nombre de un grupo de personas preocupadas por la suerte de mi pueblo y cuyo deseo era conversar conmigo para hacerme una propuesta política.
Sin conocer a mi interlocutor, le pedí que me dijera quienes eran los interesados en el asunto y me respondió mencionando dos concejales de mi pueblo, uno muy reconocido y otro que en el momento no recordé, me habló también de un amigo con quien he compartido ideas y propósitos lo cual me generó confianza y remató la lista con un par de ingenieros que de ellos sabía su condición de contratistas de obra pública en la región. La verdad, la idea me entusiasmó y decidí escucharlos y para eso acordamos reunirnos a la semana siguiente en un reconocido café de la capital, dada la cercanía del cierre de inscripciones de candidatos.
El día convenido, como es mi costumbre llegué a la cita con prudencial anticipación, tomé asiento y pedí un café de origen San Alberto y esperé a los demás convidados a la reunión. El primero en arribar fue el concejal veterano conocido mío, luego se acercó a la mesa un exparlamentario hoy en busca de reencauche y más tarde hicieron presencia los constructores. Hasta ahí lo que parecía normal, se rompió con el ingreso al grupo, de la persona que me contactó y presentó a uno de sus acompañantes como concejal o exconcejal y que de inmediato recordé haberlo visto un día en una cafetería de mi pueblo, recibiendo de un contratista del municipio y por debajo de la mesa, un fajo de billetes. Una vez se presentó el patrocinador de la reunión, noté en él una cordialidad que armonizaba con su exótica vestimenta y accesorios, así como por sus otros dos acompañantes que se ubicaron a prudente distancia, sin perder de vista el grupo y su entorno. Extrañé que mi amigo de ideas y propósitos, no se hubiera hecho presente.
Luego de los saludos, el veterano concejal abrió la reunión diciendo representar a un sector de la sociedad de mi pueblo decidido a postular un candidato a la alcaldía que fuera de sus afectos ideológicos, interesado en el desarrollo y ante todo merecedor de confianza. Para ello ofrecían apoyo en la consecución de avales, aportes del dinero necesario para la campaña y movilización masiva de votos para, asegurar el triunfo electoral, eso sí, con algunas contraprestaciones. Así, todos los asistentes expusieron sus argumentos para persuadirme de ceder a sus ofrecimientos, que al final conducían a un lugar común: tener un alcalde títere, sacrificando principios, ideología y responsabilidad social, como sucede en cualquier pueblo de Colombia.
Reconozco que la prudencia jamás ha sido una de mis virtudes y sin rodeos les manifesté con respeto, que durante mi mandato y ejerciendo la función constitucional de Jefe de Policía de mi pueblo, impondría la autoridad hasta ahora perdida, lo que significa orden y disciplina. Seguiría con la aplicación de una política de “cero corrupción”, empezando por denunciar penalmente cualquier intento de soborno y cohecho y para eso escogería mi equipo de trabajo por trayectoria profesional y evidencias de resultados en gestión pública o privada, sin atender recomendaciones de concejales o políticos foráneos y menos aún, agradecerles con burocracia o dinero por el trámite de proyectos.
También expresé forma franca pero cordial, que el ambiente no era propicio para hablar de asuntos más profundos como el interactuar con la sociedad civil, economía, empleo, educación, salud, cultura, deporte y desarrollo, porque a todas luces era notorio su desinterés en estas cuestiones. Sin darle tantas vueltas al asunto, dije que haría lo que me pareciera, con base en una política de hacer poco sin robar, que hacer algo así sea robando.
Ahí fue el acabose. El personaje exótico, a quien lo único que pareció gustarle fue una mención a fortalecer las fiestas y se sorprendió con la aclaración que me refería a las festividades religiosas, junto con el político en reencauche solo atinaron a decir que estaban perdiendo tiempo y plata conmigo, mientras los contratistas, atónitos no salían de su asombro. En ese momento no recuerdo quien dio un manotazo a la mesa tan fuerte que desperté en mi cama, entre sobresaltado y preocupado por algo que aún no puedo definir si fue sueño o pesadilla. Mas tarde. Mientras un nuevo amanecer se vislumbraba sobre las montañas y caminaba rumbo a mi oficina, pensé que para fortuna mía y de mi pueblo, esto que les cuento sólo fue un simpático y divertido sueño.
Twitter: @luchocalidad