Julio Flórez 156 años: una aproximación a la visión poética del autor

Foto | Vía internet
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Por | Jhonathan Leonel Sánchez Becerra / Historiador, poeta y periodista cultural

Julio Flórez Roa nació en Chiquinquirá, Boyacá, Estados Unidos de Colombia. El 21 de mayo de 1867. Hijo de Policarpo María Flórez y Dolores Roa, fue bautizado el 24 de mayo del mismo año en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario – La Renovación, tal como lo evidencia el libro de bautismos No. 016, Folio 285, Partida 0AAA.

El contexto histórico y creativo del poeta

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De los Estados Unidos de Colombia a la República de Colombia entre 1867 y 1923, periodo que abarcó la vida del poeta, el país se encontraba en plena reconstrucción de su estructura social, espiritual y económica con la inversión de grandes capitales públicos y privados dirigidos al desarrollo de la incipiente industria nacional, el establecimiento de la banca y de importantes avances en los campos de la técnica, la ciencia y la educación; de vías carreteables y de ferrocarriles para la circulación de los productos agrícolas y mineros y la interconexión de pueblos y ciudades incomunicadas por las constantes guerras civiles que azotaron el territorio durante ese periodo de inestabilidad política entre conservadores y liberales en la configuración de la república.

Julio Flórez provenía del seno de una familia de raigambre liberal por parte de su padre don Policarpo María Flórez, presidente provisorio del Estado Soberano de Boyacá en 1871, y, conservadora por parte de su madre doña Dolores Roa reconocida activista política. Las tensiones influyeron íntimamente en las decisiones morales de las personas que materializaron la crueldad de la violencia en la muerte de miles de compatriotas como símbolo irrefutable de nuestra historia a lo largo y ancho del territorio.

Para el autor romántico la incertidumbre, el desasosiego y la desesperanza lo acompañan en la vida, una vida llena de contrastes hasta la muerte, así lo expresó en el siguiente poema, donde es evidente la contraposición de conceptos.

TODO NOS LLEGA TARDE

Todo nos llega tarde, –hasta la muerte–

Nunca se satisface ni se alcanza

la dulce posesión de una esperanza

cuando el deseo acósanos más fuerte.

Todo puede llegar: pero se advierte

que todo llega tarde: la bonanza,

después de la tragedia: la alabanza,

cuando ya está la inspiración inerte.

La Justicia nos muestra su balanza

cuando sus siglos en la Historia vierte

el Tiempo mudo que en el orbe avanza;

Y la Gloria, esa ninfa de la suerte,

solo en las viejas sepulturas danza.

Todo nos llega tarde: –hasta la muerte–

En plena Guerra de los Mil días, entre 1899 y 1902, Julio Flórez dejó sus estudios formales de literatura en el Colegio Mayor de Nuestra del Rosario de Bogotá debido a la guerra civil de 1885 y junto con otros compañeros de bohemia, fundaron la tertulia de la Gruta Simbólica en 1900, espacio abierto para el ingenio y el repentismo propios del compartir literario y la controversia política, donde se reunían los poetas populares que se negaban a abandonar el romanticismo y la escuela clásica y, en su lugar, se distanciaban de las nuevas formas estéticas, del Simbolismo y el Modernismo francés, en auge en Europa.

Según nos cuenta Ana Salamanca Uribe, en su artículo LA GRUTA SIMBÓLICA: UNA ANÉCDOTA EN SÍ MISMA para la Revista CREDENCIAL Historia (2016):

“Había concursos de chispazos, batallas de sonetos, y campeonatos de siluetas bogotanas, como las de don Vicente Montero –famoso inventor de extrañas cosas, como la máquina de coger culebras– quien sentenciaba: “para coger culebras, primero es preciso ir a donde las haya”. Y: “para hacer un cañón, la cosa es sumamente fácil: se coge un agujero y se forra en cobre.”

Con su particular estilo romántico, nuestro autor chiquinquireño, hizo parte de una pléyade de notables escritores de finales del siglo XIX entre los que se encontraban: Rafael Pombo (autor de cuentos y fábulas), José María Vargas Vila (Aurora o las violetas), Jorge Isaacs (María), y los poetas Candelario Obeso, el gran poeta de la afrocolombianidad que la aristocracia bogotana despreciaba por ser negro y, José Asunción Silva a quien algunos bogotanos tildaban de ser engreído y por eso lo bautizaron con el apodo de José “Presunción” Silva, estos dos últimos amigos cercanos, juntos muertos por suicidio en 1884 y 1896, respectivamente.

Con el pasar del tiempo, la ausencia de familiares y amigos fue cubriendo de luto el alma del poeta, como río trágico y sombrío en el que desemboca la vida.

En 1905 nuestro autor inició una gira internacional que lo llevó a Venezuela, Centroamérica y México hasta 1907, en donde antes de regresar a Colombia, recibió del presidente Rafael Reyes el nombramiento como segundo secretario de la delegación colombiana en España, donde permaneció hasta 1909 cuando regresó a Colombia y luego de una serie de recitales en Barranquilla y Bogotá, se retiró al municipio de Usiacurí, en el departamento del Atlántico.

Ricardo Silva Romero, relató así la coronación del poeta para el diario El Tiempo, en su artículo titulado Julio Flórez, el último poeta maldito (2013):

“Hacia las nueve de la mañana del domingo 14 de enero de 1923, a tan solo unos pasos de su casa en Usiacurí («una casa pajiza de campo, asentada en una roca y rodeada de primorosos jardines», según escribió Eduardo Carranza), el taciturno Julio Flórez fue coronado por el gobierno conservador de Pedro Nel Ospina como el gran poeta nacional. (…) La gigantesca celebración fue, en verdad, el recibimiento de un héroe. (…) El gobernador del Atlántico Eparquio González apareció en la tribuna como un actor consciente de que tenía que crear cierto suspenso. Descendió. Y apenas puso la corona en la cabeza inclinada de Flórez, que no perdía de vista a su familia, llegó un estallido hecho de «gloria inmarcesible» y «júbilo inmortal». Siguió, en el orden del día, que las delegaciones subieran al escenario a presentarle al poeta sus propias coronas de laureles, que tres escritores ilustres de la región declamaran sus homenajes y que doña Toña Vengoechea le entregara al hombre festejado un crucifijo mientras los usiacureños de todas las clases sociales hacían fila para firmar el álbum en el que sería guardado el recuerdo.   

Flórez -dice EL TIEMPO- «agradeció en elocuente silencio la manifestación de que era objeto». Y lo cierto es que el poeta coronado era un viejo mudo y feliz con la cara vuelta una mueca. Y que el destino, que tiende a la ironía, le había concedido un rarísimo clímax -ser un escritor romántico y liberal encumbrado en plena hegemonía conservadora- que parecía corresponder al drama de otra vida.”

La imposibilidad de consolidación de las ideas del Estado-Nación y sus promesas sociales en el país, influenciaron la creación lírica de Julio Flórez, asimismo dichas circunstancias de su entorno, infundieron en él la “incertidumbre vital”, como hilo conductor que atraviesa diametralmente su producción por excelencia, pues esta se corresponde con su visión poética del mundo, a su cultura, a su forma particular de comprender la realidad.

La evocación de mejores épocas con tristeza y desconcierto son signos propios de un ser romántico afligido por el paso del tiempo y su nostalgia. Julio Flórez le reclama así a la vida que todo lo cambia o lo destruye, el tiempo es la muerte que todo lo arrebata.

RESURRECCIONES

Algo se muere en mí todos los días;

del tiempo en la insonora catarata,

la hora que se aleja, me arrebata,

salud, amor, ensueños y alegrías.

Al evocar las ilusiones mías,

pienso: «¡Yo, no soy yo!» ¿Por qué, insensata,

la misma vida con su soplo mata

mi antiguo ser, tras lentas agonías?

Soy un extraño ante mis propios ojos,

un nuevo soñador, un peregrino

que ayer pisaba flores y hoy… abrojos.

Y en todo instante, es tal mi desconcierto,

que, ante mi muerte próxima, imagino

que muchas veces en la vida… he muerto.

Julio Flórez fue el poeta que se aferró a la figura literaria de la muerte como único hecho cierto en la vida de los mortales, hasta su fallecimiento, a los 55 años de edad, el 7 de febrero de 1923. Flórez expresa en su obra la incertidumbre vital, la frustración de un hombre que no puede controlar el destino y por eso vive preso de la crueldad del paso del tiempo, que siente en su alma sensible la tristeza de forma circular y busca en lo escatológico, en los escombros de la vida, una certeza que le ilumine, nuestro poeta nacional, fue un en testigo de su tiempo, un poeta que cantó la tristeza y la angustia de su pueblo, de un país igualmente triste y en ello radica su vigencia, porque con ¡Julio Flórez la poesía vive!  

Cronología de la obra poética de Julio Flórez​

  1. Horas: (Bogotá, casa editorial J.J. Pérez, 1893).
  2. Cardos y lírios: (Venezuela, Tipografía Herrera Irigoyen & Cía, 1905).
  3. Cesta de lotos: (San Salvador, Imprenta Nacional, 1906).
  4. Manojo de zarzas: (San Salvador, Imprenta Nacional, 1906).
  5. Fronda lírica (Poemas): (Madrid, Balgañón y Moreno, 1908).
  6. Gotas de ajenjo: (Barcelona, casa editorial Henrich y Cía, 1909).
  7. Flecha Roja: (Cartagena, Talleres de Araujo. Sin fecha).
  8. ¡De pie los muertos!: (Barranquilla, Tipografía Mogollón, 1917).
  9. Fronda lírica (Poemas): (2.ª edición, Barranquilla, Tipografía Mogollón, 1922).
  10. Oro y ébano: (Bogotá, editorial ABC, 1943. Obra póstuma).
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