Por | Silvio E. Avendaño C.
Al pasar por la calle donde venden implementos militares: chaquetas, pantalones camuflados, cuchillos, navajas, morral de asalto, botas… recordó el paso por la universidad. Por obtener buenos puntajes, a lo largo del semestre, la academia le devolvía el valor de la matrícula. Caminaba de la facultad de medicina hacia humanidades, después de haber recibido el cheque, para asistir a la clase de griego.
–Deténgase- le gritó un militar. Ante esto echó a correr, pero pronto, un soldado lo derribó con un golpe de culata de fúsil en la quijada. En el suelo y atontado por el golpe, rodeado de soldados verde oliva, bajo el mando de un teniente.
-Identifíquese- el mandato categórico del oficial. Medio atontado, con el rostro ardiente y dolorido enseñó la cédula. Pero el oficial le pidió que se quitara el calzado, pronto se desamarró los galones y le alcanzó las botas.
– Esto es grave- manifestó el teniente- mientras examinaba los botines, fueron llegando estudiantes.
-Botas del ejército, con puntera de acero. Éstas son implementos militares. Elementos en mano de la subversión. ¿No sabe que utilizar estas botas es delito?
Estudiantes se aproximaban por los prados. El joven manifestó que las botas eran parte de la dotación que su padre recibía por trabajar en la construcción del aeropuerto.
– Esto es causa de consejo verbal de guerra. –
Y, por el radioteléfono llamó a transportes para que se llevaran al subversivo. Los universitarios cercaban al piquete militar. La gritería en contra de quien se hallaba sentado y descalzo en el suelo.
– ¡Denle pata a ese hijueputa! ¡Denle pata a ese malparido!
Los soldados miraban desconcertados. No sabían que ocurría No era posible que los muchachos pidieran castigo para el estudiante. Por el prado, junto al edificio de la facultad de derecho, llegaban más jóvenes. Por radio un soldado volvía a solicitar transporte para llevar al subversivo.
Y cuando la gritería se hizo más intensa pidiendo golpes, patadas y culatazos para el caído, se escuchó la voz de Sofía que grito:
No es un soplón. Él es estudiante de humanidades. Tiene el mismo apellido que el detective descubierto en la asamblea esta mañana.
(En el curso del mitin estudiantil, mientras se cuestionaba la elección y composición de la dirección universitaria, la presencia de la iglesia en el Consejo Superior, el estado de las bibliotecas, el presupuesto… un espía -llamado Tira en el lenguaje coloquial, fue descubierto y expulsado de la asamblea a punta de puño y pata.)
Hubo un silencio. Desconcierto. Sorpresivamente comenzó la gritería.
– ¡Abajo la bota militar! ¡Abajo la represión! ¡Fuera milicos de la U.!
Los soldados y el teniente estaban confundidos, mientras la multitud crecía. La furia contra los soldados prometía desatarse. Los fusiles se enfocaron hacia el montón que crecía con la llegada de jóvenes. Los gritos se escuchaban hasta las salidas de la institución.
– ¡Fuera la bota militar de la U!
El camión se aproximaba. La protesta se acercaba al piquete. El teniente no sabiendo que hacer, arrojó las botas al estudiante, quien comenzó a calzarse.
– ¡Póngase las botas!!Váyase! ¡Cuídese de los compañeros y de esos amigos! –