El ancianato en Boyacá donde volvieron a hablar gracias a la arcilla

Foto | EL DIARIO
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En Jericó, Boyacá, uno de los municipios más fríos de esta parte del territorio, los rastros de la violencia están presentes en el silencio, el modo de supervivencia de hombres y mujeres que aunque llegaron a edad madura, aprendieron, no por enfermedades como el alzheimer, a callar cada cruel historia de dolor, al punto de reducir el vocabulario y la expresión a monosílabos refundidos entre dientes. 

La psicóloga Mariela Guio directora de este hogar y la artista cerámica Esmeralda López asumieron la responsabilidad de reconstruir con 25 ancianos, que residen allí, una forma renovada de comunicarse y contar.

El barro que somos, como el arte de vivir luego de la violencia: 

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En un geriátrico como el de Jericó (municipio del departamento de Boyacá en el que la violencia colombiana ha dejado huella) 25 ancianos que no tienen familia o no pueden vivir con ella, han aceptado el reto de expresar. Recuerda Esmeralda “Yo veía cómo en cada amasada cambiaban el rostro, las expresiones y movimientos de las manos, especialmente en patologías como artritis y parkinson. Empezaban a reírse. Era como recuperar la condición de la materia y de la vida”.

Amar el tiempo de intentos, no de últimas piezas, tan perfectas como irreales. Ya cuando la arcilla venía de reposo, ellos con las propias manos, quitaban lo que sobra, lo que no quieres. La pieza al desnudo para cada uno terminó siendo el lugar de pulir y quitar con sus propias uñas las heridas e imperfectos.

“Hacía la figura más bonita, pero al final quedaba un vacío, algo no me satisfacía”, dice la artista Nunila Esmeralda López, antes de empezar con estas exploraciones vitales creativas. “Empecé a entender la profundidad que tiene la arcilla, que es casi la misma formación de un ser humano. Cómo se encuentra con colores hermosos, como está en la naturaleza, vistosa, colorida y común. Con una humildad digna de seguir”.

Muchos lo dejan de lado porque no lo ven digno o les ensucia la ropa. Es barro. Daña las manos. Una forma de menospreciar el material que es el mismo origen. Somos barro.

En el trabajo de transformación de cada pieza que es mística también, al extraer el barro y pedir permiso a la naturaleza, preparar la arcilla, moldearla, se empieza a transformar. Esos materiales en su estado natural llegan al alma y al corazón que tiene de origen el mismo latido.

Si se trata con actitud se logra una buena pasta y una gran pieza de arte, pero si se trata mal o menosprecio se convierte en un desecho que requiere muchos pasos para volver a servir. En la transformación se pone suave, flexible, es una textura distinta. En los seres humanos también su moldeado, contacto, caricia, heridas, huellas, marchas, golpes, expresa el resultado.

El trabajo especialmente con abuelos, expresa la condición vital frente al vínculo con la arcilla. Romper esquemas del no. No tocar, no ensuciar, no explorar, es uno de los primeros actos de libertad de quienes toman la arcilla y empiezan a confiar en ella. Una obra de arte es un proceso humano.

La arcilla siendo natural, permite sacar, mostrar todo el material presente en el ser humano: la creatividad existencial, los sentimientos, las emociones, la identidad de los elementos en armonía, tierra, agua, fuego y aire como el mejor maestro de transformación de la identidad.

Como la tierra que es anterior al hombre, permite ser tocada a través del barro, así venerables ancianos y ancianas llegan a él a través de Esmeralda para confrontar, aceptar, o descubrir partes de la vida. Pasar de una rutina existencial: “Tengo 80, ya no puedo aprender”, “Ya espero morir”, “Nunca he trabajado con arcilla, no puedo”. “¿Y si me embarro?”.

El arte para quienes viven en un geriátrico, es también el arte de la soledad y la espera frentera de un adiós sin preámbulos ni te extraño. Esas piezas que contadas y expresadas en la arcilla son obras como la vida de verdad. A veces se dañan en el horno y resurgen como un ave Fénix, tal vez ya no son obras para una sociedad que excluye, pero sí para comprender cada identidad cada corporeidad de posibilidades en este aquí y ahora, con la convicción de que todo ser humano es creativo de comienzo a fin, siempre. La creatividad de vivir, amar, hablar, sentir, que debe ser un valor social en Boyacá y en todo ser humano, especialmente donde la violencia ha arrebatado hasta la palabra.

Mariela Guío, la psicóloga a cargo del proyecto general ha sido una profesional sensible que no solo acompaña con pasión estos procesos con los «abuelitos» como los llama con amor, sino que con niños y niñas con necesidades especiales ha desarrollado un acompañamiento cálido y amoroso producto de su inspiración, constancia y experiencia de vida.

Esmeralda y Mariela, son mujeres de muchas ejemplo de cuidado, creatividad y constancia dónde realmente se necesita.

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