“Detrás de cada persona desplazada hay una historia de pérdida y desarraigo, pero también una mochila llena de esperanza, habilidades y oportunidades»: Jose Samaniego.
Para quienes viven en Boyacá, el plato básico al desayuno puede ser chocolate, agua de panela o un café con leche, acompañado de huevos y pan. Algo de fruta, o también un caldo de costilla, un tamal; el desayuno típico santafereño y las onces de las diez, una empanada o una arepa de queso con Coca-cola en la California.
El almuerzo es igual, papas, arroz y carne (cualquier carne), un juguito o agua con sabor a fruta; fruta y azúcar concentrada con nombre de postre. Hay quienes tienen un menú más sofisticado, no comen nada que provenga de animales, pero sí muchas frutas y verduras en sus múltiples formas.
Las migraciones en Sudamérica han dejado un avance cultural, la comida. Colombia y Venezuela son “hermanos gemelos separados al nacer”. Nuestra cultura tiene las mismas raíces ancestrales, las hispanas, y la comida también, solo varía un poco. Ahora, en medio de esta migración, las recetas se encuentran, tal vez se reconocen, cambian los nombres, mejoran los sabores.
Organizaciones como la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) cree en el poder de la gastronomía como método para promover la inclusión y el diálogo entre comunidades. El director regional de ACNUR en las rutas de las Américas, José Samaniego, dice que “Detrás de cada persona desplazada hay una historia de pérdida y desarraigo, pero también una mochila llena de esperanza, habilidades y oportunidades».
Arepas dominico-venezolanas, cachapas abrasileiradas, shawarma con chimichurri, y arroz con frijoles beliceños con un toque salvadoreño, son algunos de los multiculturales platos que nos ofrecen estos amantes de la cocina. ACNUR desarrolló el libro “De nuestra mesa a la suya, Cocina Fusión”. Este libro contiene recetas de las comunidades desplazadas de manera forzada en América Latina y el Caribe. En este libro se encuentran historias de migrantes que relatan cómo la gastronomía les ha permitido reanudar sus vidas.
“Esta receta es un reflejo de mí, una mezcla de dónde vengo y de donde vivo hoy. Es una forma de dar las gracias y de representar a mi país”, cuenta Mike, venezolano en República Dominicana.
“El Nicacapín, representa la unión de dos países: de Nicaragua, con ese gallo pinto que comía en casa de mi abuela, y el churrasco tan típico de Guatemala. Juntos, representan la hermandad», dice Wilmer, nicaragüense en Guatemala.
Este libro refleja lo que viven millones de personas migrantes que han tenido que dejar sus hogares a la fuerza. Este libro es un llamado a la sociedad a la inclusión de personas refugiadas y forzadas a desplazarse. La región de las Américas acoge a más de 18 millones personas desplazadas de manera forzosa. Las personas refugiadas y desplazadas también pueden contribuir a las comunidades que los acogen si tienen la oportunidad de incorporarse y aportar a través de sus habilidades y talentos.
ACNUR en las Américas trabaja para proteger a millones de personas desplazadas por la fuerza en la región y brindarles soluciones duraderas que les permitan reconstruir sus vidas. En este sentido, ACNUR desarrolla actividades de inclusión, capacitación y apoyo a emprendimientos como, por ejemplo, gastronómicos.
ACNUR invita a descargar el libro gratuito a través de esta página web t.ly/4Vzc, a probar, y a compartir en las redes sociales fotos o videos de la receta fusión preparadas con la etiqueta #CocinaConLosRefugiados.
De acuerdo con la Encuesta de Alta Frecuencia realizada por ACNUR a 13.478 personas en 12 países de la región durante 2021:
- El 65.5% de las familias refugiadas y migrantes encuestadas en la región, indicaron que su prioridad más urgente es satisfacer sus necesidades de alimentación, albergue y ropa.
- El 71.7% de los encuestados reportó haber tenido que reducir la cantidad o calidad de los alimentos consumidos.
- El 48.1% de las personas refugiadas y migrantes encuestadas en la región comen dos comidas al día. El 6.2% solo come una comida al día.
- El 51% de las personas refugiadas y migrantes encuestados en la región, restringieron su consumo de alimentos para priorizarlos a los niños y las niñas.
- El 59.7% no tiene recursos suficientes y pide dinero prestado para comprar alimentos y satisfacer otras necesidades básicas.
Además, de acuerdo con el reporte de ACNUR y HelpAge. Un reclamo de dignidad: Vejez en la movilidad humana:
- El 41% de las personas mayores desplazadas encuestadas disminuyó el número de comidas diarias con la llegada de la COVID-19. Además, incluso las personas mayores que ingieren suficientes comidas al día no disfrutan de un balance nutricional adecuado, ya que en muchos casos el consumo de alimentos se compone de carbohidratos, poca proteína y no incorpora los ingredientes adecuados para las dietas de personas mayores.