Por | Guillermo Velásquez Forero / www.guillermovelasquezforero.com
La sed de sangre del vampiro Álvaro Uribe es insaciable; su instinto sanguinario promete seguir desangrando a Colombia a perpetuidad. Su sevicia no tiene límites y lo convierte en el gran colombiano asesino, cuya infatigable vocación criminal lo eleva a la categoría de genocida supremo; que, además, brilla por su escandaloso descaro, cinismo e impunidad que le sirven de blindaje. Es insuperable como matarife a control remoto, matón innombrable, verdugo intocable que, como un monstruo mágico, mata sólo con abrir su jeta llena de gusanos y dar la orden de asesinar colombianos. Su genio criminal sólo es comparable al de Franco, bestia infernal de inigualable ferocidad, demencia y cobardía que duró más de cuarenta años torturando y asesinando civiles inocentes, incluyendo mujeres menores de edad, jóvenes embarazadas, profesoras, enfermeras, etc. El apetito del gran caníbal colombiano no se sacia con cualquier cantidad de muertos. Cada día pide más asesinatos, más masacres, para compartir con su manada de hienas su banquete de difuntos. No le bastan los 6.402 crímenes de Estado que ordenó y pagó su ejecución. No le bastan los miles de asesinatos selectivos y más de mil masacres cometidas por los paramilitares a su servicio. Ahora, desde su miserable condición de expresidiario de a pie, sin ningún poder burocrático, sigue siendo un asesino en serie que pretende dar órdenes, a la policía y el ejército, de asesinar a los manifestantes, que ejercen el derecho legítimo a la protesta, la cual es una acción política y no de guerra. La historia recuerda a otro genocida, alma gemela del matarife Uribe, Carlos Cortés Vargas, que dio a sus soldados la orden, por decreto, de “castigar por las armas a los huelguistas”, y los asesinos uniformados causaron la famosa Masacre de las bananeras, con miles de obreros muertos. Quizás lo que este criminal busca es desencadenar una guerra civil en Colombia.