Atrincherados en su propia visión cada actor defiende sus posturas sobre el principio de la negación del otro; estigmatizar y denigrar al otro es la estrategia a la cual se acude. Camino a la paz, bajo un nuevo escenario, es necesario debatir el enfoque de género el cual debe profundizarse porque hay una Colombia que le asiste moralmente caminar a la equidad y ello es un imperativo ético y no político, religioso, económico o cultural.
Es complicada la serenidad cuando el curso de los acontecimientos no da tregua a la sensatez. Desde los medios de comunicación y fundamentalmente las redes se disparan ráfagas de odio y todo tipo de mensajes donde la verdad es la gran derrotada. Cada quien atrincherado desde su propia visión defienden sus posiciones con argumentos falaces; estigmatizar y denigrar al otro es la estrategia a la cual se acude, en ocasiones, con mayor éxito. Somos un país donde reside en cada corazón, con igual fuerza el odio y el amor, la paz y la guerra; extremos que conviven en medio de una nación que, bajo una especie de masoquismo, disfruta de la camorra.
Lo paradójico es que los llamados a la sensatez y a la cordura no vinieron de los púlpitos; predicaron la paz pero aferrados a sus viejos dogmas, en una postura alejada de las dinámicas sociales y, en el caso de algunas iglesias, claramente intolerante. Me refiero a las iglesias, indistintamente de sus concepciones, las cuales inventaron infiernos en los contenidos de unos acuerdos que debieron dar lugar a la reflexión y la crítica para que cada uno de sus feligreses voluntariamente tomara sus decisiones frente al SI o el No en el plebiscito.
No es nuevo; revisemos la historia para comprender que no hay sorpresas. En Boyacá se gestó un movimiento contra el plebiscito de 1957, en cabeza del dirigente conservador José Maria Nieto Rojas, denominado “Movimiento Católico de Resistencia”, cuya consigna afirmaba:“Católicos, alerta: el plebiscito será un triunfo del comunismo, del protestantismo y de las logias liberales contra la iglesia”. Hoy la idea diabólica proviene de la llamada ideología de género, concepción que los mismos feligreses parecieren desconocer pues los acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC no incluyen nada sobre el tema. El mayor argumento es que el enfoque de género disfraza la ideología de género y que está encriptada en los acuerdos.
Afirma un representante de una iglesia sobre lo que debe modificarse a los acuerdos: “como cristianos estamos pidiendo que quiten por completo el enfoque de género, que es la misma ideología de género”. Es necesario recordar que a partir de la IV Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, el PNUD, adopta la Estrategia de Transversalización de Género como el medio más adecuado para avanzar en la equidad de género. Esta estrategia implica integrar el enfoque de equidad de género de forma transversal en todas las políticas, estrategias, programas, actividades administrativas y financieras del PNUD, así como en la cultura institucional, de modo que puedan contribuir verdaderamente a cerrar las brechas de desarrollo humano que persisten entre hombres y mujeres.
Colombia viene caminando en este sentido a partir de la Consejería para la Mujer, la Juventud y la Familia 1990-1994, Dirección de Equidad para la Mujer 1994-1998 y Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer 1998- 2010. El enfoque de género transversalizado en políticas públicas surge mucho antes de los acuerdos de la Habana y ya es un camino recorrido en el país, donde hay un acumulado de aprendizajes pero de retos por enfrentar. El enfoque de género debe profundizarse porque hay una Colombia que le asiste moralmente caminar a la equidad y ello es un imperativo ético y no político, religioso, económico o cultural. Ahora es necesario y obligatorio, un asunto de realidad más allá de discusiones religiosas, incluir otros géneros para caminar a lugares de respeto, pluralidad, tolerancia y paz. Es claro que la diversidad de géneros es un asunto público que traspasa la esfera de la intimidad, por lo tanto es una cuestión de intervención del Estado y por ende de políticas públicas.
Hay consenso sobre la paz negociada, el cómo debemos discutirlo, pero sin inamovibles irracionales. Las iglesias tienen un gran papel conciliador en el nuevo escenario posplebiscito. No se puede pensar la paz bajo el principio de la negación del otro, por ello debe imponerse la comprensión. “Empezar por el reconocimiento del otro implica la aceptación del diálogo. La Comunicación es el único reducto que se opone a la soledad y al aislamiento”.
Jacinto Pineda Jiménez, Director ESAP Boyacá Casanare