Por| Jacinto Pineda Jiménez, Director Territorial (E) ESAP BOYACA CASANARE
Así como en un drama Kafkiano amanecimos en un mundo donde ya no éramos nosotros. El hogar convertido en el epicentro de lo público y miles de personas empujadas a la pobreza y el sufrimiento. Durante el 2020 la violencia intrafamiliar disminuyó, contrario a lo estimado.
Así como en un drama Kafkiano amanecimos en un mundo donde ya no éramos nosotros y la vida misma distinta. La irrupción de un virus removió los cimientos sobre los cuales se había construido un presente, en ocasiones lleno de certezas. La pandemia transformó todo bajo un contexto de miedo, incertidumbre y desconfianza. Dos escenarios abordo en este artículo: el del hogar, ahora epicentro de la vida pública y el deterioro de los indicadores socioeconómico, que afecta con mayor rigor a los pobres.
Las medidas sanitarias y de emergencia sanitaria, las de emergencia social, económicas y ecológica y las medidas de orden público para prevenir la propagación del virus y mitigar su impacto, convirtieron el hogar en el escenario de lo público. Lo que siempre fue el espacio de la privacidad, terminó siendo lugar donde nos conectamos con el mundo público, allí trabajamos, estudiamos, interactuamos con la familia, etc.
Los conflictos propios del relacionamiento bajo el confinamiento en familias que en ocasiones la azarosa vida moderna había compartimentado y aislado, unido a la alta incertidumbre ante el futuro, las situaciones de desempleo o disminución de los ingresos son situaciones que se convierten en el mayor desafío dentro de los miembros de la familia durante la pandemia. Lo anterior se expresa en el estrés, el miedo, la ansiedad, la pérdida de confianza en el futuro, el temor a ser contagiado, la muerte de propios y allegados que van configurando una amenaza para la salud mental, uno de los mayores desafíos para el Estado y la sociedad.
En Colombia y en Boyacá, disminuyeron todas las formas de violencia durante el año 2020
Contrario a una visión pesimista de lo que ocurre dentro de los hogares, considero que quizás en muchas familias afloran la solidaridad, la comprensión y el diálogo para resolver los conflictos propios de la situación. A la luz de las estadísticas de medicina legal en Colombia y en Boyacá, disminuyeron todas las formas de violencia durante el año 2020, como se muestra en el cuadro uno. Desde luego quizá medicina legal no evidencia la violencia psicológica, pero las que tienen que ver con el hogar disminuyeron drásticamente, lo que permite expresar el hecho con voz optimista pero no triunfalista.
Cuadro uno. Principales indicadores de violencia, fatales y no fatales, Boyacá 2019-2020
Otro impacto de la pandemia fueron los cambios en las condiciones socioeconómicas de millones de personas en el mundo y que solo expresan las disparidades e inequidades en las que se vive. Los efectos del Covid 19 sobre la economía y lo social, son poco alentadores y algunos los catalogan de catastróficos, la economía colombiana tuvo una caída de 6,8% en el 2020. A medida que la pandemia se lleva vidas también los efectos en el empleo, la pobreza y los sectores sociales son devastadores, bajo un panorama de profundización de las desigualdades.
Para Colombia y Boyacá, en especial, para el año 2019 la pobreza monetaria y desigualdad aumentaron
La CEPAL proyecta que la pobreza y la pobreza extrema alcanzaron en 2020 en América Latina niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años, respectivamente, así como un empeoramiento de los índices de desigualdad en la región. Ello supone que el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que el año anterior. Para Colombia y Boyacá, en especial, para el año 2019 la pobreza monetaria y desigualdad aumentaron, lo cual implica una mayor vulnerabilidad dentro del escenario actual.
A ello hay que sumar el aumento del desempleo y la mayor cantidad de personas inactivas durante el 2020. En Tunja la tasa de desempleo llegó en el 2020 a 20,7%. Ello implica menores ingresos para los hogares lo cual se traduce en una menor capacidad para adquirir bienes y servicios.
La pandemia rompió paradigmas y cambió nuestras vidas. En el Estado descansa en buena parte la responsabilidad de las salidas a la crisis, por ello se reclama mayor eficiencia en su acción y los ciudadanos deben ser conscientes que la nueva normalidad conlleva compromisos éticos y solidarios.