Una pandemia post-verdad para el nuevo orden

Esta persona acompañada de perros, caminaba por las calles de Tunja, el pasado 11 de abril. Foto: Hisrael Garzonroa
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Por | Victoria Sendón de León / Filósofa, activista feminista y escritora española.

Victoria Sendón de León, archivo personal

No sabemos realmente lo que está pasando y tal vez se pueda averiguar algo aproximado después de mucho tiempo, al igual que hoy estamos todavía interpretando la Segunda Guerra. Cientos de libros y de documentales se han difundido en los años posteriores para explicarnos diversos aspectos de aquel terrible acontecimiento, que sigue teniendo sus matices infinitos y personajes secundarios, que continúan saliendo a la luz, y cuyas consecuencias aún vivimos.

Así pasará con esta época extraña, en la que la pandemia será uno de los elementos controvertidos, porque habrá miles de teorías al respecto, pues, como escribía Nietzsche, “no hay hechos, sólo interpretaciones”.

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Esta propuesta de Nietzsche es hoy más pertinente que otras. Con este acontecimiento del “corona” comprobamos lo que sucede a nivel subjetivo cuando el foco de la información se centra en un tema determinado. Según páginas de la OMS, la gripe de la temporada anterior ha llegado a alcanzar hasta 650.000 fallecimientos a nivel mundial. ¿Ustedes se enteraron de algo así? No. Y es que los focos no estaban ahí y no creaban una realidad paralela. Seguimos viviendo igual, con los riesgos normales a los que somos siempre vulnerables.

El mapa y el territorio

Para explicar este fenómeno podemos recurrir al análisis que hace Jean Baudrillard de lo que él llama “simulacro”, que son los elementos que hacen emerger un determinado relato al margen de lo real: “Hoy en día, la simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive.”

Podríamos decir que “el mapa no es el territorio”, sino que lo precede, es decir que el relato o simulacro sustituye a la realidad. Que el mapa sustituya al territorio significa que a propósito del Acontecimiento del COVID-19, sin que yo niegue su existencia, se están creando o implementando una serie de conceptos, actitudes, temores, principios morales, perspectivas, plantillas psíquicas, códigos deontológicos y otros elementos que están originando un gran “simulacro” que sustituye a la realidad misma con su propio relato, de modo que a través del mismo se crea una hiperrealidad, que es la que nos muestran los medios, muy semejante a como en la Primera Guerra del Golfo se transmitió una guerra que fue mucho más cinematográfica que real y que pretendía conseguir determinados objetivos a través de sus simulacros.

Desde el primer momento de la actual pandemia, – cuya definición cambió la OMS en 2009 de modo muy ambiguo, pero que permitía restricciones e imperativos de los estados sobre los ciudadanos -, todo el foco mediático se centró sobre ella. Todo, todos los días y a todas horas. Haber sobrevivido más o menos cuerdo a semejante bombardeo supone una verdadera fortaleza psíquica. Esta focalización ha provocado miedo, obsesión y agigantamiento del problema, amén de hundir el sistema inmunológico de la gente más vulnerable con las consiguientes muertes.

Obedeciendo las recomendaciones de la OMS en situaciones anteriores, se cometieron muchos errores, sin que los gobiernos hayan sacado conclusiones de aquel manejo de la gripe A en 2009 por parte de este organismo de la ONU. La UE acusó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a causa de la gripe A, o gripe porcina, de haber provocado grandes pérdidas de dinero público y de sumir a la población en miedos innecesarios. Asimismo, un informe clave de la OMS ocultó los vínculos financieros entre sus “expertos” y las farmacéuticas Roche y Glaxo, fabricantes de Tamiflu y Relenza, los fármacos antivirales contra el H1N1. Ese fue el informe que instó a los Gobiernos a conseguir grandes reservas de esos medicamentos por valor de unos 6.000 millones de dólares. España se gastó un pastizal en el tamiflu de Roche, que no sirvió como tratamiento y que actualmente todas las dosis están caducadas. Entonces, lo primero fue el tamiflu y después la gripe que nos iba a atacar, por lo que me pregunto si ahora no será primero la vacuna (la de Moderna, claro) y luego la pandemia de “algo”. Como lo del huevo y la gallina. ¿Qué fue primero?

Nueva normalidad: lógica y contrato social

Desde que se ventiló en sede parlamentaria el término de nueva normalidad, no me había dado cuenta de la envergadura de lo que se nos venía encima y de que esta pandemia iba a ser aprovechada para cambiar muchas cosas a peor, porque la expresión sonaba a nuevo orden mundial, que exigía un preámbulo para normalizar la pérdida paulatina de libertades para que nos pudiéramos tragar el sapo sin rechistar, porque la nueva normalidad suponía una nueva lógica y un nuevo contrato social. La nueva lógica es que los ciudadanos somos culpables de enfermar o de hacer enfermar a otros: siempre culpables. Por eso obedecemos órdenes por muy absurdas que nos parezcan. Y algunos de estos supuestos culpables han sido castigados a morir solos, sin sus seres queridos, con la mayor angustia y desamparo de sus vidas. Después de esta brutalidad, todo va a ser posible. Actualmente, he visto guardias de seguridad pegando a ciudadanos porque no llevan mascarilla. Y tal vez nos haya parecido correcto ese castigo a un posible contagiador. Dentro de poco también pegarán o multarán a los fumadores, que ya han empezado, a los que canten, hablen alto o se rían a carcajadas, pero lo verdaderamente peligroso es que estas restricciones nos abren las puertas para que cualquier otro potencial culpable sea demonizado por quién sabe qué otro delito aleatorio.

Domesticación física y psicológica

Todo ello me recuerda a lo que escribió Wilhem Reich sobre la “armadura muscular y caracteriológica crónica” que se impuso a las criaturas desde su nacimiento con el origen del patriarcado, todas ellas muy sádicas, como la inmovilización con envolturas, el destete prematuro, ritos iniciáticos dolorosos, silencio y obediencia, virginidad femenina, matrimonios prematuros y toda una serie de prácticas destinadas a hacernos obedientes, sumisos y sufridores. Sobre esta plantilla física y psicológica fue posible construir las grandes religiones con sus dogmas absurdos, sus mandatos contra la vida y sus terribles castigos imaginarios para después de la muerte. El miedo fue siempre su caldo de cultivo, como ahora. Me pregunto por qué los gobiernos se empeñan en provocarnos tanto miedo a la muerte, tanto pesimismo y confinamientos que arruinan nuestros países. Durante las cuarentenas se podrían haber dedicado a realizar programas de refuerzo psicológico para ayudarnos a sobrellevar semejante desastre, pero el simulacro o relato trata de provocar todo lo contrario: miedo para someternos.

Es la economía, estúpidos

Esta situación también entronca con la doctrina del shock de Milton Friedman, que decía que los gobiernos deberían aprovechar los “estados de shock” de la población ante cualquier catástrofe para emitir normas y leyes destinadas a permanecer en el tiempo, así como para vender al mejor postor privado los bienes públicos. De este modo, primero se provoca el simulacro del shock, cuanto más terrible mejor, y luego se consuma el pillaje de los bienes públicos de todos.

Sin embargo, esta situación contiene otros elementos nuevos respecto a la crisis del 2008 o de las hipotecas sub prime. En este caso, han comenzado por hacernos vivir un arresto domiciliario en toda regla, seguido de una libertad condicional, que durará el tiempo que sea necesario hasta que llegue la libertad con la vacuna, a poder ser, la de Bill Gates, el mayor filántropo del mundo como todos saben.

En este proceso de encierros y recortes de libertades, habrá habido tiempo suficiente para hundir económicamente a los países, todo por nuestro bien, claro, lo cual pondrá más fácil a los fondos buitre el ir comprando los despojos a precio de saldo como si se tratara de estados fallidos. Y como mientras llega la vacuna nos habremos endeudado desmesuradamente con los generosos préstamos de los bancos y de las bondadosas instituciones internacionales, la máquina de la usura se pondrá en marcha para sangrarnos, aunque esta vez ¡oh, vaya por dios! Esta vez no va a haber quién pague la deuda desde países hundidos, arruinados, temerosos, sin futuro. Niños desescolarizados, jóvenes desmotivados, sin ganas y sin movilidad, viejos deseando morirse y el resto en la pura perplejidad esperando un milagro o la nada. Por eso, cuando los filántropos del mundo decidan salvarnos con un gobierno mundial, una deuda unificada o saldada y vacunas para todos, decidiremos que bueno, que nos ha tocado, que es el signo de nuestro tiempo y que mejor eso que el caos. Entonces se habrá consumado la privatización del poder. Ya no tendremos que perder el tiempo en votaciones para elegir a nuestros gobernantes, porque ya no habrá gobernantes, sino salvadores. Y la mayoría de la población que quede sufrirá el síndrome de Estocolmo.

Ese orden que no es nuevo

Se trata del típico círculo virtuoso de problema, reacción, solución. Ellos crean el problema a través del simulacro, el encierro, la ruina y el decalaje psíquico; nosotros reaccionamos con miedo pidiendo un milagro, y ellos aplican la solución que ya tenían programada desde antes del problema. La nueva normalidad se convierte en el nuevo orden mundial. Tal vez un estado de esclavitud que durará siglos.

La actual escenificación de la pandemia nos alerta de que ya estamos entrando en el “Ordine Nuovo” en el que regirá un también nuevo contrato social, pero esta vez con un Leviatán que ya no será un Estado democrático y de derechos, sino una oligarquía del dinero dirigiendo un ‘sui generis’ sistema comunista que cuidará de todos nosotros según sus criterios de bien y de orden. Todo estará encaminado por nuestra parte a obedecer a esa inteligencia superior que nos guía. Sí, una distopía, una sociedad regida por los algoritmos de una Inteligencia Artificial, cuyos inputs estarán diseñados según los intereses de los oligarcas.

Tampoco ese Leviatán está tan lejano ni tan escondido. Según el Institute for Policy Studies, la riqueza de los 12 principales multimillonarios de EE.UU. se disparó recientemente a más de un billón de dólares, sí, con 13 dígitos. Y fundamentalmente debido a la pandemia del coronavirus (un 40% más) A muchos de ellos ya los conocemos: Elon Musk (de Tesla) Jeff Bezos (Amazon) Bill Gates (Microsoft, Montsanto, Starbucks, vacunas…) Mark Zuckerberg (Facebook) Warren Buffett (Berkshire Hathaway, inversionista) en fin, y otros varios menos conocidos. Un experto en análisis políticos, Chuck Collins, afirma: “Esto es un hito inquietante en la historia de Estados Unidos de concentración de riqueza y poder. Demasiado poder económico y político en manos de doce personas. Desde el punto de vista de una sociedad democrática autónoma, esto representa una docena oligárquica”.

En Europa tenemos otros cuantos, como los Rothschild o el omnipresente George Soros, fundador de la Open Society Foundation, que financia causas supuestamente progresistas que siempre introducen caos o enfrentamientos en las sociedades o movimientos en los que actúa. Es muy sutil porque apoya causas a favor de los derechos humanos aparentemente, pero sus objetivos y estrategias van más lejos, Su financiación del movimiento LGTBI, que siempre había sido apoyado por el movimiento feminista, está rompiendo este último, sobre todo el transactivismo. Observen y verán que siempre es la misma estrategia: antirracismo, anticolonialismo, derecho de autodeterminación, aborto y causas similares siempre tienen como finalidad dividir y crear el caos. Y ya saben, “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Frente al caos tiene que imponerse un orden: El nuevo orden del gobierno mundial. Sí, ese, el Leviatán que viene.

En mi último libro, La barbarie patriarcal, defino este sistema como una psicosis estructural performativa, es decir, un sistema cuya estructura y funcionamiento en sí responde a una psicosis profunda que, como está generalizada y normalizada, nos aparece como la pura normalidad. Pero no se debe a que el “homo sapiens” sea loco por naturaleza, sino que esta separación de lo Real a través de una realidad construida nos aliena respecto de lo más profundamente humano para convertirnos en ignorantes, sumisos a las modas, seguidores de sistemas políticos corruptos, consumistas compulsivos, creyentes de mitos androcéntricos, temerosos de nosotros mismos, alienados, en definitiva, en la realidad creada por intereses patriarcales de dominación a lo largo de los milenios. Esta estructura, implementada por el capitalismo, el neoliberalismo financiero, el globalismo impersonal y la hipersexualización de nuestras sociedades, nos hace carne, si no de cañón, sí de picadora al modo de “El Muro” (con música de Pink Floyd) Y, por consiguiente, la política se convierte en la administración de una hiperrealidad o relato, de acuerdo siempre con los intereses de una élite, que no con las necesidades reales de nosotros, el pueblo; de nosotras, las humanas.

Hay que estar muy loco para seguir amasando tal cantidad de millones como si la vida no tuviera fin ni la codicia límites. Hay que ser muy loco para querer dominar el mundo con una ambición de poder cuyo sentido es difícil de entender. Y hay que estar muy alienados para permitir semejante locura y que nos parezca normal. Normal, porque uno de nuestros absurdos mitos es la creencia absoluta en la propiedad privada. Podemos respetarla, pero ponerle límites y regulación como a otras muchas cosas. Ni las realidades sin límites ni los crecimientos sostenidos son humanos, no deben tener cabida en un mundo humano. Con esta conciencia no habrá pandemia que nos doblegue porque no habrá “amos del mundo” (que se hacen llamar filántropos) que puedan sacar partido de ella. No, ya no. La post-verdad tiene un límite; las fake-news, una frontera de racionalidad.

Sólo el despertar de la conciencia racional hasta alcanzar una masa crítica nos liberará del mapa de esta pandemia y de lo que esté programado fuera de nuestra libertad democrática. Es tal la psicosis estructural, que son considerados locos quienes ponen en cuestión las versiones oficiales. Los tontos útiles que esperan su recompensa por alinearse con “los amos del mundo”, comprobarán en sus carnes lo que significa aquello de que “Roma no paga traidores».


*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan la postura editorial de EL DIARIO.

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