Esta semana, en el marco de la celebración del 7 de Agosto, el gobierno nacional anunció que el Pacto Bicentenario prende motores con la financiación de varias obras para los departamentos de la Ruta Libertadora.
De la larga lista de mercado que presentaron los gobernadores y alcaldes del periodo pasado para celebrar el Bicentenario en la Ruta Libertadora, el gobierno nacional, de manera astuta, por no decir que tramposa, fue decantando el compromiso hasta convertirlo en el espejismo que vuelve a repetir la vicepresidenta de la República, delante del mismo Presidente, en la pálida celebración del 7 de Agosto, en la Quinta de Bolívar en Bogotá.
El informe oficial de la celebración manifiesta que el gobierno queda comprometido con los recursos que serán del orden de los “3,3 billones de pesos en infraestructura para el desarrollo, la generación de empleo y la modernización vial de Arauca, Boyacá, Casanare, Cundinamarca y Santander”, lo cual se muestra como una extraordinaria cifra y como el cumplimiento de los compromisos del Gobierno Nacional para responder por la celebración del Bicentenario, que hace un año no pudo presentar ninguna acción real a favor de la Ruta .
Hábilmente se muestran unas cifras que en el papel se ven muy atractivas, diciendo que estas obras, en conjunto, generarán más de 20 mil empleos a 2030, y un aumento promedio del 37% en el índice de competitividad en las regiones beneficiadas. Y justamente aquí está la primera demostración de que no son recursos reales que adicionalmente se le asignan a la región con motivo del Bicentenario. Resulta que el horizonte a 10 años para terminar las obras no puede considerarse un beneficio extraordinario; incluso, estos montos y el plazo corresponden a términos muy largos en una situación normal de manejo presupuestal y cronogramas de obra. Fuera de eso, las obras tienen que tener la cofinanciación de las regiones, que será del 30%, lo cual es un esfuerzo fiscal adicional para los territorios que en esta caso suma un billón de pesos.
Con más demagogia que realidad, la vicepresidenta Ramírez anunció que “esta partida quedó asegurada en el proyecto de Presupuesto Nacional, que fue radicado la semana pasada en el Congreso de la República”, agregando que en el Plan de Desarrollo ‘Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad’, le dieron altísima importancia al tema de las regiones, “pensando en los ciudadanos, sin vanidades, sin egos, sin protagonismo, a sabiendas de que somos personas que pasamos por los cargos, y que nuestra huella tiene que ser el verdadero servicio”, lo cual, a todas luces, son adornos del discurso, ya que en la realidad, para el cumplimiento de este Pacto, que fue suscrito el 26 de junio de 2019, se dispuso un esquema financiero con participación 70%-30% (Nación – Departamentos), lo que quiere decir que el Gobierno Nacional destinará 2,3 billones de pesos, y los gobiernos departamentales, $1 billón. De entrada, el Pacto ya tiene un año de retraso.
En estas condiciones, también debe quedar claro que aquí, ni la dirigencia política regional ni los gremios económicos, pueden pretender sacar pecho. Y menos una colectividad en particular, como lo trata de presentar el Centro Democrático en Boyacá, donde el senador Ciro Ramírez le quiere hacer creer al departamento que estos recursos han sido gracias a la gestión que él ha realizado. Nada más alejado de la verdad.
Las obras que se llevarán a cabo
El informe oficial dice que una vez sean cumplidos los trámites y procedimientos licitatorios, las obras que se ejecutarán en cumplimiento del Pacto Bicentenario son:
- Mejoramiento de 86 km en la vía La Lejía – Saravena. Esta obra hace años que debía estar terminada, dada su importancia como corredor vial de esta lado de la frontera.
- Mejoramiento de 121 km en la vía Belén – Socha – Sácama – La Cabuya – Paz de Ariporo. Esta carretera hace 23 años suscitó uno de los paros regionales más duros de que se tenga memoria en Boyacá, fruto de lo cual se ha logrado la pavimentación que va un poco más allá de Socha. Vale decir que esta vía es fundamental para la conectividad de Arauca y parte de Casanare con Bogotá, mediante su conexión con la Doble Calzada desde Sogamoso. Hacerla ahora corresponde a una necesidad que debió cumplirse hace más de 50 años.
- Mejoramiento de 42 km en la Puerto Boyacá – Otanche – Chiquinquirá. Esta vía debió ejecutarse completa, desde Monterrey hasta Puerto Boyacá, desde finales de los 90, hace 25 años, como compensación inmediata del paso del Oleoducto Central, el cual ha llevado petróleo del Pie de Monte por más de 200 mil millones de dólares hasta la fecha. Así que ahora anunciar este mejoramiento de 42 kilómetros, que no completan ni siquiera el tramo de Otanche a Puerto Boyacá, más parece una burla.
- Mejoramiento de 82 km en la vía Duitama – Charalá – San Gil. Sobre esta vía, cuya conveniencia en realidad no hay plena claridad, ojalá quedara terminada en estos 10 años de horizonte que dice el gobierno. Esta vía recorre la cuenca del Río Fonce, una de las más importantes fuentes de agua de esta región del país, cuya conservación no se puede poner en riesgo.
- Mejoramiento de 37 km en la vía Vado Hondo – Labranzagrande – Yopal. En gracia de discusión se podría decir que sería la única obra que cumpliría con la idea de ser una acción producto de la celebración del Bicentenario.
- Mejoramiento de 41 km en la vía Pajarito – Aguazul. Cualquier inversión que se anuncie sobre la llamada Carretera del Cusiana, a estas alturas, no es más que el cumplimiento de la obligación del gobierno de garantizar la movilidad por este corredor; nada que ver con el Bicentenario.
- Mejoramiento de 40 km y construcción de 54 km de segunda calzada en la vía Zipaquirá – Barbosa. Otro anuncio cojo. Según este anuncio, la doble calzada ni siquiera llega a Chiquinquirá. Esta no es una obra Bicentenario; este corredor es indispensable para completar un gran anillo vial que incluya la doble calzada Tunja Chiquinquirá.
- Mejoramiento de 20 km en Concesión BTS: Tibasosa – Sogamoso. Aquí el anuncio es otra burla: ni siquiera la terminación de la doble Calzada hasta Sogamoso.
En conclusión, el Pacto Bicentenario es el nombre rimbombante de un espejismo.