Don Quijote en Sudamérica

The Man Who Killed Don Quixote. Diego Lopez Calvi­n / Tornasol Films, Carisco Producciones
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Por | Silvio E. Avendaño C.

En este nuevo espacio intenta gobernar con decretos. Así que cada día hace un sartal de ellos en el atardecer. Imagina que con sacar decretos se remienda el mundo. Supone que gobernar es enhebrar una serie de disposiciones

De Miguel de Cervantes se dice que se frustró su viaje a la Nueva Granada y a Popayán, pero no el viaje de Don Quijote a Sudamérica. Juan Bautista Alberdi cuenta, en el relato Peregrinación de Luz del Día –escrito entre 1870-1871- cómo cansada de vivir la Verdad en el antiguo continente, decide emigrar a Suramérica. Abandona Europa y al llegar al Nuevo mundo, se viste de mujer y decide llamarse Luz del Día. Pronto se sorprende al encontrar a Tartufo, Blas Gil, Don Quijote, Sancho Panza y otros. 

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Mas, lo que asombra a Luz del Día es que la Verdad: “Aunque impotente en la inacción ella vive disputada por dos clases de enemigos o pretendientes; a saber, los bribones, de un lado y, los imbéciles, del otro. Los unos, la explotan so pretexto de servirla, los otros, acaban de arruinarla, so pretexto de defenderla. El jefe de los primeros, siento decirlo, es nuestro amigo Tartufo; el de los segundos es nuestro Don Quijote.” De esta manera, el caballero manchego hizo cuatro salidas, no solo, tres. El asombro de Luz de Día es encontrarse con Tartufo, carácter hipócrita, manipulador con la devoción, además con Blas Gil, un criado pícaro que dada su condición conoce a mucha gente y, gracias a su vileza, consigue adaptarse a cualquier situación. Don Quijote no es aquel que se hizo caballero andante, y se lanza por el mundo con sus armas y caballo para deshacer agravios, enderezar entuertos, enmendar sinrazones, abusos que mejorar y deudas que satisfacer.  Así, en la estepa española, tomó los molinos de vientos por gigantes; pero, en el mundo sudaca, toma los ciudadanos por borregos… En España se creía un héroe, en Sudamérica un Dios. En este nuevo espacio intenta gobernar con decretos. Así que cada día hace un sartal de ellos en el atardecer. Imagina que con sacar decretos se remienda el mundo. Supone que gobernar es enhebrar una serie de disposiciones.

 Pero no se queda atrás Sancho Panza, que no es aquel hacedor de justicia como cuando fue gobernador en la ínsula Barataria. Además, no se contenta con la condición de criado, sino que trepa como buen arribista. Para alcanzar su deseo, se dedica a la política. Y, en ella, necesita de los procesos electorales. Compra y comercia con los votos. No le interesa la configuración republicana para desprenderse de la monarquía española. Para él la política, no significa nada. Es calculador y logrero, pues no está dentro de su mente el ejercicio de la cuestión pública sino el éxito, el dinero y los beneficios que puede sacar de su estadía en el gobierno.

Bien se puede pensar que no es cierto que el caballero se encuentra enterrado en Popayán, pues Don Quijote y Sancho se hallan “vivitos y coleando”. El uno dedicado a gobernar a punta de decretos y, el otro a manipular elecciones cabalgando el rucio de la riqueza, el crimen, la corrupción y el poder.

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