Por | Silvio E. Avendaño C.
En las últimas décadas se ha vivido en el vapor del neoliberalismo. Así desde esta propuesta e imposición el mensaje de la economía es la tesis que lo más importante no es el trabajo sino el consumo y, su efecto colateral como son los productos desechables. Al mismo tiempo la pregonada política de la democracia de voto (el menor de los males) ha dejado al desnudo como lo que subyace a la gimnasia de los procesos electorales, además del embrutecimiento por la publicidad con su constante bombardeo que, promueve la persuasión del gobierno del pueblo, no esconde otra cosa que la compra del sufragio.
La pandemia no es más que un hecho episódico del desastre que no se quiere ver. A lo que se llega no es algo natural ni fortuito sino que tiene que ver con el auge del “progreso”. Y la globalización de la economía acarreó de convidado al aislamiento durante un período de tiempo no específico, como método para evitar que se extienda el virus. Pero la infección se va acercando, pues en el barrio vecino circula el rumor de que hay varios afectados, a pesar de que se pregona por los mentideros que la curva se va volviendo plana, sin querer aceptar que no hay tal curva sino el ascenso.
Las estadísticas y los pronósticos de los buenos muchachos del ministerio de hacienda, que con todas las maromas y ardides demostraban que la economía iba bien, no pasaron de ser ilusiones de perro capón. Entonces, desde el oriente, no aparecieron los reyes magos siguiendo la estrella, sino la pandemia. Y el supuesto auge de la economía próspera perdió la curva ascendente de la mejora pues se hizo visible que la mayoría de la población cabalga en la informalidad. A pesar de los augurios de la agricultura floreciente, de la industria en ascenso y de la bonanza del capital financiero. Y, todo el mundo a esconderse, a lavarse las manos y al uso del tapabocas. Más, al cubrir la boca no se pudo librar del contagio del hambre que toma cada día mayor presencia.
Actualmente se predica la vuelta a la normalidad. Y de la mazorca de la realidad desgrana la disminución constante de la corona blanca de los volcanes y de los nevados, los camiones con su estela de humo negro, los automóviles atascados en los trancones, los mototaxistas con los parrilleros sin distancia: (aunque las disposiciones cranean la separación entre uno y dos metros), la reducción de la capa de ozono, al ascenso de la temperatura, el acumulado de basuras en los ríos y mares, el crecimiento monstruoso de los plásticos, el acrecentamiento del narcotráfico, extinción de miríadas de animales, rapiña de los miserables, inmigrantes perdidos, la salud como un negocio, smad y estudiantes tuertos, compra de armas y promesa de guerra, postverdad, espionaje desvelado, asesinatos de líderes sociales. Todo envuelto en paquetes jurídicos de nubes lluviosas cargadas de decretos y protocolos de seguridad cuando declina la tarde.