Por: Edilberto Rodríguez Araújo / Contrapunto económico / @zaperongo
La economía colombiana enfrenta una estanflación (bajo o nulo crecimiento con inflación en alza). El quiebre de su trayectoria aún no se ha evidenciado completamente. Hasta ahora, con la información disponible, se están dando las primeras manifestaciones. Los estimativos sobre el costo de contrarrestar los efectos de la emergencia sanitaria y sus repercusiones en la producción y el empleo, coinciden en que pueden fluctuar entre 50 y 60 billones de pesos.
El impacto entre los diferentes sectores económicos será diferenciado. Fedesarrollo calcula que si la emergencia sanitaria se prolongara por tres meses, los costos saltarían de $48 billones a $138 billones.
Las medidas del gobierno para atajar una recesión económica que desate un malestar social son dispersas. Los gremios empresariales reclaman planes de salvamento, vía líneas de créditos, refinanciación de sus deudas, aplazamiento de las obligaciones tributarias, entre otras. Los trabajadores y empleados, sobre los cuales pende la espada del despido, o de la aparente benevolencia patronal, de “las licencias no remuneradas”. Su último anuncio es descargar en una franja de asalariados y contratistas del Estado (quienes perciben más de 10 millones de remuneración mensual), una ambigua “contribución solidaria”.
El quiebre de la tendencia
La economía colombiana se ha volcado hacia su mercado doméstico, pese al breve intervalo de la bonanza minero-energética, que concluyó en 2014. Desde entonces la recomposición de la estructura productiva ha sido errática. Los sectores que jalonan la economía están concentrados en los productores de bienes no transables, como el sector servicios que absorbe un poco más del 62 por ciento de la producción y del empleo. En los primeros dos meses de este año el empleo siguió cayendo, hasta perderse más de 200.000 puestos de trabajo.
Diferentes centros de investigación como ANIF y Fedesarrollo pronostican un nulo o negativo desempeño de la economía colombiana en 2020. A su vez, esta entidad reportó que el Índice de Confianza del Consumidor en marzo de este año se contrajo en -23,8 por ciento y las condiciones para la inversión se redujeron en -16,8 por ciento.
El detonante de esta coyuntura recesiva: el cierre de fábricas y establecimientos, que ya han suspendido sus operaciones en actividades como la industria manufacturera, -que ha tratado de reactivarse, el comercio mayorista y minorista que ha visto caer su clientela, además de la actividad constructora (que venía postrada en los últimos años) e inmobiliaria, el turismo-a través del desplome de la ocupación hotelera y los servicios de restaurante-, mientras que el transporte terrestre, la administración pública, la educación, y la salud, entre otras, avanzan a media marcha, sometidas a muchas restricciones, derivadas de la cuarentena obligatoria. Los pedidos a domicilio se han convertido en una estrategia para amortiguar las pérdidas.
Las tendencias que se observaban al cierre de 2019, son ahora sólo una referencia, a los relativos buenos tiempos de la economía. Los 145.000 empleos destruidos y las 205.000 personas expulsadas del mercado laboral, se expandirán, hasta duplicarse o triplicarse. El subempleo, reflejo de la discutible calidad del empleo, es la puerta de entrada a la informalidad, y al final de 2019 triplicó al desempleo, aumentando medio millón de personas frente al nivel de 2018.
Crecimiento sectorial del PIB, a precios constantes de 2015 (%)
Las paradojas de la recesión
Resulta paradójico que la construcción, uno de los sectores que ha mermado su ritmo, enfrentándose a una evidente parálisis, haya aumentado en los dos primeros meses del año el empleo generado. Otro tanto, se registró en comercio y las actividades de alojamiento y comida (eufemismo para designar hoteles y restaurantes). Una hipotética explicación: en febrero de este año, aún estos sectores no experimentaban el rigor del desplome del empleo.
Comportamiento del empleo sectorial (diciembre/febrero de cada año)-miles de personas
Al examinar las categorías ocupacionales del empleo en Colombia, salta a la vista que la mayor caída del trabajo, se ha centrado en trabajadores por cuenta propia, o independientes. Quienes así se catalogan tienen un ingreso promedio de $1,9 millones, representan el 42 por ciento de la mano de obra y perdieron 294.000 puestos de trabajo. En contraste, los obreros, inexplicablemente, repuntaron. Hoy son muy vulnerables, con severo riesgo de perder sus empleos.
Comportamiento del empleo por categorías (diciembre/febrero de cada año)-miles de personas
El zigzag de la industria
De otra parte, a pesar de que la industria no sea la actividad de mayor peso en la economía, su función es clave, pues actúa como eslabón intersectorial. En los últimos años, la bonanza minero-energética trajo consigo la desindustrialización, siendo desplazada la producción nacional por las importaciones. El denominador común ha sido el cierre de plantas y, simultáneamente, la disminución del empleo manufacturero. Al comparar las cifras del empleo industrial total de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) y la Encuesta Anual Manufacturera (EAM), se encuentra que la información de la segunda representa una fracción muy pequeña, comoquiera que solo incluye establecimientos fabriles formales.
Evolución de los indicadores industriales
Ahora bien, al analizar la composición por tamaño de la estructura industrial, es notoria la excesiva concentración del empleo y la producción en las grandes empresas. Baste decir, que las micro, pequeñas y medianas empresas, no obstante que poseen el 90 por ciento de los establecimientos, solo copaban el 44 por ciento del empleo y el 37 por ciento de la producción. Este fenómeno se ha acentuado es los últimos años, lo que haría prever que la crisis económica va a rondar más a estas empresas, pues, por la caída de las ventas, sus cifras están en rojo y no podrán sostener su nómina, así los trabajadores estén de acuerdo con una reducción salarial, acarreando despidos.
Tamaño de empresa según escala de personal ocupado (%)
¿Qué viene ahora?
El gobierno de Duque, en medio de la emergencia económica y social, sigue gobernando a punta de decretos presidenciales. La recuperación deberá acompañar la mitigación de la crisis sanitaria. El costo de la debacle no debe recaer sobre los asalariados, cuyo ingreso promedio, según el DANE, fue en 2019 de $1,4 millones. La financiación de los programas de reactivación, desborda cualquier proyección y llevará a recurrir a mayor endeudamiento interno o externo, poniendo en jaque cualquier pretendido equilibrio de las finanzas públicas.
Se trata de pasar la página de la emergencia sanitaria y económica, con las menores pérdidas humanas. Vuelven las recetas keynesianas de mayor gasto, pero social, como fuente de dinamismo de la demanda de los hogares. La munición son las transferencias monetarias y subsidios en especie. Para las empresas, créditos baratos y aplazamiento de sus obligaciones tributarias y financieras.
Pretender reactivar, de manera soterrada, la economía sin las precauciones de bioseguridad para las personas, es dar un salto al vacío. El rentabilismo cortoplacista no debe avasallar el bienestar colectivo e individual.
Excelente articulo, ahora toca que algunos que gozan de altos salarios pongan de su parte por ejemplo los profesores de universidades publicas que ganan tanto sueldo y critican y critican deberían hacer un acto de nobleza y reducir sus salarios a la mitad para entregar esos recursos a los pobres.