Por: Edilberto Rodríguez Araújo / @zaperongo
Un breve preámbulo:
En los tiempos de la propagación y contención de la pandemia del Coronavirus, la sensación del tiempo y de la distancia se difuminaron.
El aislamiento social de esta aldea global digital, ha dado paso a un claustrofóbico confinamiento individual, por el que se pasean la ansiedad social, con el estrés, la impaciencia, el temor, la angustia, la irritabilidad en la convivencia o en la soledad, y muchos sentimientos más. Esto parecería irrelevante en la rutina diaria normal, pues forman parte del contradictorio comportamiento humano, pero no, esta es una rutina anormal.
Hoy, un virus, que no es informático, nos ha lanzado a los brazos de una tóxica y hegemónica tiranía: la de los algoritmos de las plataformas tecnológicas.
En la cuarentena forzada la lejanía real se ha vuelto cercanía virtual. El denominado “distanciamiento social” parece una invocación a la asepsia social en un reconfigurado mundo que se asemeja a una pesadilla surrealista. Se cumple la metáfora del “cisne negro”.
Las aplicaciones que ofrece internet han migrado del entretenimiento a la comunicación. YouTube, WhatsApp, el correo electrónico, las redes sociales, etc., están al servicio del “acortamiento” social, apuntando al cierre de la brecha digital, más no a la brecha social, expresión de la rampante desigualdad.
Asimismo, proliferan plataformas educativas virtuales, con mayor o menor aceptación por su robustez tecnológica, como Zoom, Moodle, Hangouts Meet, Microsoft Team, Google Clasroom, entre otros.
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La educación presencial tradicional ha sido desplazada, de un solo tajo, por la educación en línea o virtual, cuya acelerada expansión fue inesperada. Lo que era complementario, ha pasado a ser lo principal.
El confinamiento doméstico se ha tornado en el escenario de emergencia para todo tipo de ensayo y error de nuevas prácticas pedagógicas. En un momento de tantas dudas e incertidumbres, nos preguntamos si la tecnología está al servicio de los educadores o los educadores al servicio de la tecnología.
Al grano:
El pasado 22 de marzo el Ministerio de Educación Nacional (MEN), emitió la Directiva Ministerial No. 04, instando a las instituciones de educación superior a utilizar plataformas y herramientas virtuales, soportadas por las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), llevando al mínimo la presencialidad, mientras dure la emergencia sanitaria, intervalo que va hasta el 30 de mayo de 2020.
En la misma dirección se pronunció el 25 de marzo, el Sistema Universitario Estatal (SUE), integrado por las 32 universidades oficiales del país, recomendando no suspender el semestre académico, acudiendo, para ello, a herramientas virtuales.
Según cifras del MEN reportadas en 2019, los estudiantes matriculados en las 298 instituciones de educación superior eran, en 2018, 2.440.367, representando las instituciones estatales el 50,9 por ciento (1.242.482). Los programas académicos, -la mayor parte en la modalidad presencial: 80,7 por ciento- fueron atendidos por 162.029 docentes.
Los programas de pregrado copaban el 92,9 por ciento de la matrícula, siendo, paradójicamente, el número de docentes en ejercicio el 23,3 por ciento del total.
Ahora bien, dado que tanto el MEN como el SUE han decretado la contingencia virtual en la educación superior, pese a que la mayoría de los estudiantes se matricularon en programas académicos presenciales, es necesario determinar si se tiene las condiciones requeridas para extender la virtualidad a todo lo largo y ancho del país. Ensayemos algunas preguntas:
- ¿Existe una cobertura adecuada de internet en el país?
De acuerdo con los resultados de la Encuesta de Calidad de Vida (ECV) del Dane, en las últimas dos décadas se han dado avances notorios en el acceso de los hogares colombianos a internet, bordeando el 50 por ciento; sin embargo, la brecha urbana/rural de la conexión es profunda: la relación es de 4 a 1, es decir, cuatro veces. En Boyacá la brecha de conectividad evidencia una relación de 2 a 1, en perjuicio de las zonas rurales. En un estudio realizado por el Centro Nacional de Consultoría en 2018, sólo el 32% de los encuestados respondió que el acceso a internet era suficiente.
2. ¿Existe una satisfactoria tenencia de dispositivos móviles?
A pesar del salto tecnológico dado por Colombia, que se manifiesta en los más de 60 millones de celulares en poder de los usuarios de los diferentes operadores de telefonía móvil, y que un poco más del 70 por ciento de sus habitantes contaran de un dispositivo, lo cierto es que la brecha urbana/rural persiste: su coeficiente era de 1,3.
Los centros poblados y rurales dispersos siguen a la zaga de las cabeceras municipales. En Boyacá, los niveles existentes estaban por encima de los guarismos nacionales.
3. ¿Cuál es el uso de los colombianos de estos dispositivos electrónicos?
Si encontramos un nivel insatisfactorio de acceso a internet y de tenencia de celular, particularmente en corregimientos y veredas del país, ¿qué ocurre con el uso de estos dispositivos electrónicos? Las cifras de la Encuesta de Calidad de Vida son muy reveladoras:
Menos de la mitad de los colombianos hacen uso de un computador, habiendo descendido su uso, en el transcurso de esta década, siendo la brecha urbana/rural muy pronunciada: una relación de 2 a 1. Una situación similar se observa en internet, mientras que en relación con el celular, tendía a nivelarse. En Boyacá se reproduce este panorama de brecha digital, pero con una distancia menor.
Un colofón infaltable:
La disyuntiva, es presencialidad o no presencialidad. Plantearlo como un par de contrarios, presencialidad o virtualidad, es facilista y escapista. La reconversión tecnológica y pedagógica que debía ser escalonada, se aceleró, resultando inducida. La brecha digital está asociada con la brecha social; sus orígenes son estructurales.
La respuesta que han dado las universidades colombianas, es un tratamiento de choque, vale decir, de emergencia. Sus dificultades no son atribuibles, ni a profesores ni a estudiantes; el imperfecto entorno real, ha sido reemplazado por un opaco entorno virtual.
Ensayar nuevas alternativas pedagógicas no es un ejercicio estéril, por el contrario, teniendo en cuenta las restricciones de conectividad actuales, sería una oportunidad de reaprendizaje individual y colectivo.
Existe una educación clara en el correcto uso de la tecnología, aprovechamiento de los canales de comunicación, mejoramiento y entendimiento de las plataformas? O sólo es, consuma – consuma – consuma(?)
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