“Montar cachos” no es un asunto para alimentar el morbo, es violencia psicológica.
Por: Margarita Velásquez / Periodista
“In crescendo” -como se dice en música cuando aumenta progresivamente la intensidad del sonido- se sostuvo la tendencia en Twitter del “HT” (Hash Tag o etiqueta) #LaMozaDeDuque acusando a una alta funcionaria de ser “la otra” del Presidente y exponiendo una serie de mensajes machistas y mojigatos que evidencian el atraso de la sociedad colombiana que al unísono gozó maltratando a dos mujeres: aquí no hubo diferencias ideológicas ni partidistas, nada de la llamada “polarización”, porque el machismo logra reunir jaurías para disciplinar a las mujeres cuando se salen del redil. Para fortuna de las implicadas, la Primera Dama y la supuesta “otra”, como mujeres privilegiadas del establecimiento fueron defendidas por el oficialismo con el HT #LasMujeresSeRespetan, (campaña que no se le ha visto al Gobierno para la violencia y muerte contra las lideresas sociales).
Algunas personalidades de la política nacional también se pronunciaron llamando al orden porque “es la vida personal del Presidente”.
¡Pues no! Tampoco se puede dejar pasar este tema para reflexionar sobre la infidelidad en las relaciones de pareja hétero u homosexual, cuando el acuerdo de los dos es la monogamia (refiriéndonos al discurso hegemónico del romance). Si fuera cierto que el Presidente Duque le “monta cachos” a su esposa se estaría configurando una de las formas más comunes de violencia de género: la psicológica.
En la sentencia 2000-01183 de 2015 del Consejo de Estado ( https://bit.ly/2OzF3wu ) la magistrada de la Sección Tercera del Consejo de Estado, Stella Conto Díaz, expuso ampliamente cómo la infidelidad se constituye en una forma de maltrato psicológico porque genera en la víctima “un profundo dolor y sentimientos de tristeza, angustia e inseguridad” y cita a especialistas de la salud mental, entre ellos al doctor José Antonio García Higuera quien enseña que las secuelas de haber sufrido una infidelidad “son similares a las que aparecen en el trastorno por estrés postraumático”
El asunto no es menor: los celos, la desconfianza y la infidelidad son factores desencadenantes de la violencia de pareja según el informe Forensis 2018 de Medicina Legal, comprendiendo el 35,76% de la violencia de pareja (entendiendo que solo registra la agresión física para esta categorización – https://bit.ly/34BA2ZZ ).
Respecto al señalamiento de “la Moza”: es exclusivamente peyorativo contra la mujer como las palabras sirvienta, zorra, perra… que jamás tendrán el mismo sentido para el varón. Es violencia simbólica (se la dicen a una para controlarnos a todas) y psicológica para la destinataria.
Culturalmente la conducta del hombre infiel –que en realidad es un agresor- es “vista como algo inherente a su condición natural, pero en cambio, si una mujer es infiel es censurada y criticada severamente” (María Teresa Abreu García, psicóloga). La cultura machista colombiana “ha considerado que el varón, por su condición biológica, es un ser en estado permanente de celo que debe ser satisfecho por encima de cualquier concepto ético” (Magdala Velásquez Toro, historiadora).
Sobre estas creencias históricas, hasta el siglo pasado las autoridades eclesiales y civiles toleraron y justificaron el comercio sexual de las mujeres (las excluidas) para satisfacer a los hombres; como legalmente se justificó la ira y el intenso dolor para matar mujeres; o socialmente se aprobaba golpear mujeres por sospecha o por reclamo (algo debió hacer, ella se lo buscó), y aún hoy en pleno siglo XXI, se excusa a los infieles mientras se calla y oculta a las víctimas banalizando y minimizando la violencia porque es “un asunto personal, obstaculizando la atención y protección de las víctimas” (Forensis 2018).
De ser cierto que el presidente Duque maltrata psicológicamente a la Primera Dama de la Nación, estaría infringiendo la misma ley colombiana, específicamente la 1257 de 2008, por lo tanto no es un tema de “moralina” ni de la vida privada: es un asunto de Derechos Humanos, o como diría él mismo: “de legalidad”.