El modelo de desarrollo no está en discusión, fue lo primero que advirtió el Gobierno horas después de que Iván Duque dijera que invitaba a “conversar”, al ver la contundencia de la movilización de los colombianos; más tarde, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez lo dijo sin tintes de adorno: conversar se hace pero no para refundar la patria.
Quizá este planteamiento era válido al otro día de la firma de Los Acuerdos, cuando se logró algo que parecía impensable, que después de 50 años de confrontación el principal movimiento subversivo de Colombia aceptara la Constitución Nacional, evidencia irrefutable de su sometimiento al establecimiento; y, con la venida del papa Francisco, que en la Catedral Primada, apareciera la rosa del nuevo partido Farc, era el siguiente hecho que sellaba el proceso, al probarse el regreso al redil de la fe y el nombre de Cristo. Lo que logró Santos fue exactamente no discutir el modelo de desarrollo.
Pero fueron los acontecimientos posteriores los que cambiaron esa realidad, siendo sus artífices los sectores que decidieron seguir la equivocación de Álvaro Uribe y su círculo, quienes por ganar unas elecciones y evitar la verdad para que su jefe no vaya a la cárcel, optaron por llevar las cosas a donde están. Al forzar la realidad, otra vez en contra de la historia, para negar los alcances de la negociación con los Acuerdos y propiciar los resultados políticos en los últimos tres años, que culminan, en esta etapa, con el Paro Nacional del 21 de noviembre, lograron el efecto contrario. En otras palabras, el presidente Duque y su partido de gobierno, gracias a sus propias acciones quedan con la imposibilidad de poner y sostener su agenda; ahora sí que el modelo de desarrollo queda en discusión; y, serán los sectores sociales y políticos, distintos al gobierno y su Partido, los que lleven el peso de la discusión y muy a pesar de estos, “las conversaciones” tendrán que terminar en la refundación de la patria; justamente lo que no querían, es lo que tendrán que hacer. Literalmente, Iván duque, está acorralado.
La expresión “acorralado” la empleó El País, el periódico español que sigue de cerca la situación colombiana, entre otros medios internacionales. El análisis del periódico describe el panorama general que ha sucedido en Colombia durante el gobierno de Iván Duque, que apenas va a completar 16 meses, para llegar a la conclusión de que el Presidente, a estas alturas, se encuentra acorralado, donde resulta claro que tal situación obedece a la sujeción absoluta del jefe del Estado a los lineamientos más radicales de su partido, el Centro Democrático, y en particular al jefe de la colectividad, el expresidente Álvaro Uribe, de quien vienen o convalida las posiciones más radicales.
Duque ha quedado atrapado en declaraciones como las hechas en su momento por Fernando Londoño, autor de la escandalosa afirmación de que había que hacer trizas los acuerdos, que luego la repitieron en coro personajes de la laya del congresista Prada, el ahora ministro de defensa Carlos Holmes Trujillo, y las senadoras Cabal, Valencia y Guerra, y que en Boyacá signa posturas como las del senador Ciro Ramírez Cortés. Duque no ha querido sacudirse de sombrías afirmaciones como las de Uribe Vélez cuando no vaciló en escribir que “si la autoridad, serena, firme y con criterio social implica una masacre es porque del otro lado hay violencia y terror más que protesta”. O el anuncio hecho en otro momento por el mismo Uribe cuando espetó que: “(Santos) aplaza la tragedia del asesinato. Se ufana de la disminución del asesinato, (mucho menor que en el periodo 2002-2010). (Pero) Nos deja el asesinato aplazado, qué pasará cuando el nuevo Gbno tenga que enfrentar más de 209 mil hts de coca!”
Uribe remató esta saga de afirmaciones con el mensaje que difundió por Facebook en el reciente paro, cuando concluyó que la patada de un agente del ESMAD a una mujer es legítima, porque “al SMAD no se le debe pegar, porque pueden ocurrir cosas desagradables”.
Por otro lado, lo que ha sucedido con la agenda legislativa del gobierno, con temas como la reforma pensional, la laboral, la reforma tributaria, el manejo ambiental (licencias ambientales, Fracking, deforestación, erradicación de cultivos, fumigaciones), entre otras; y lo que ha sucedido con las posturas de Colombia en el campo de las relaciones exteriores, acaban de cerrar el círculo de las dificultades que han puesto en aprietos al gobierno al punto de dejarlo hoy sin iniciativa y, al contrario, con el afán de superar lo que significa el culmen de las dificultades con la muerte del joven Dilan Cruz, asesinado por el ESMAD. Así que lo que queda ahora como imperativo es la discusión del modelo de desarrollo y “la refundación de una nueva patria”.