Por | Silvio E. Avendaño C.
Francisco El Hombre, un anciano trotamundos –que pasaba con frecuencia por Macondo- relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario. El cura divulgaba la verdad eterna, oculta en el libro sagrado. Sólo un pequeño grupo de elegidos podía acercarse al texto, en el cual se encontraba la verdad. La traducción del texto sagrado y la imprenta hicieron posible el acercamiento al relato divino. La imprenta jugó un papel importante en la divulgación del libro y el nacimiento del público lector.
En el siglo XVIII se inventó la rotativa y ella hizo posible la copia reproducida enésimas veces. En sus inicios la rotativa, dedicada a la publicación de libelos y pasquines, dio lugar al diario. El periódico, iniciativa privada, vino a participar de la atmósfera, asentada en el gobierno y la religión. Vale considerar que los privilegiados, quienes sabían leer y escribir, leían en voz alta, en reuniones, en aquellos lugares donde no se había formado el público lector.
“La lectura del periódico es la oración del hombre moderno” escribió Hegel. El creyente ora para comunicarse con la divinidad, el lector del periódico se informa para saber dónde está. El lector pregunta: ¿Qué dice este periódico? No se puede olvidar que la selección de la noticia y el enfoque de la misma, depende del diario, del interés de los propietarios, de la política editorial, que hacen que la “objetividad” no sea tan obvia. Ese hecho marca lo que se entiende o promueve como “verdad” y la “desinformación”, dado que se encuentra en juego la publicidad, los avisos institucionales, los avisos clasificados, los suscriptores. Vale la pregunta hasta qué punto hay la coincidencia entre la información con los hechos. No se puede olvidar que, para un periódico liberal, de centro o conservador; de izquierda o de derecha, la veracidad está en juego, pues hay que persuadir.
La edad de oro de la prensa escrita, publicada en papel, se vio opacada por la innovación tecnológica de la radio y la T.V. Actualmente el mundo y la economía digital dibujan la noticia. Pasajera es la “chiva” de la radio, la pantalla chica, la página digital, en un continuo bombardeo de los avisos publicitarios y los intereses comerciales, los verdaderos puntales de las publicaciones. Hay la instantaneidad de las notas, videos y múltiples imágenes. Se puede leer la misma información desde la “veracidad” de distintas perspectivas periodísticas.
La innovación: la imprenta, la rotativa, la radio, la T.V, el internet, han creado muchas profesiones que han destruido otras tantas. Un ejemplo es el telegrafista como primer elemento de globalización. Los teléfonos móviles y el desarrollo de la tecnología GPS echaron al rincón del olvido la profesión del telegrafista, que fue novedad en Macondo. El SOS se dio de baja al finalizar el siglo XX. La cámara de la fotografía y la industria de la película fotográfica, fue aniquilada por la fotografía digital. La modernización crea lo contingente. Las publicaciones en papel desaparecen lentamente. Los media se encuentran en problemas de financiación. Quizá la subvención solo puede venir del mecenazgo. Y en medio se encuentra la veracidad, es decir, la información y el estado de las cosas, que se pretende dar con “objetividad”.