Por: Marbet Moreno
Con la temporada electoral llegan algunos términos que son acuñados por políticos y aspirantes sin mayor peso o profundidad. Uno de los conceptos de moda desde hace ya varios años es el Desarrollo Sostenible.
Aunque muchos dirigentes y candidatos lo usan frecuentemente en sus discursos de campaña, pocos comprenden la real magnitud de esta estrategia que nos debería importar a todos.
El concepto de
Desarrollo Sostenible comenzó a utilizarse a finales de la década de los
ochentas, cuando comenzaban a verse los problemas entre el crecimiento
económico y los límites que impone la naturaleza. Dado que una economía
fuera de los límites a largo plazo produciría más daños al medio
ambiente y por ende a los seres humanos.
El concepto actual de
desarrollo va mucho más allá del crecimiento económico buscando un
mejoramiento de las condiciones de vida de las generaciones presentes-
futuras y el equilibrio de las dimensiones sociales, económicas y
ambientales de los territorios.
Sin embargo, el Desarrollo Sostenible no solo abarca el manejo del medio ambiente, es una estrategia que busca un crecimiento coherente que no afecte el entorno ambiental y garantice el bienestar social de las comunidades. En otras palabras, un crecimiento que implique el respeto por la naturaleza y los seres humanos.
En contexto
De acuerdo con la Agenda 2030 de Naciones Unidas los objetivos de Desarrollo Sostenible tienen tres aspectos esenciales: la lucha contra la pobreza, el cuidado del planeta y la disminución de las desigualdades.
Los objetivos específicos según las directrices del D.S. son la erradicación de la pobreza, asegurar la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible; mejorar el sistema de salud, educación, equidad de género, garantizar agua potable, saneamiento básico y comenzar la transformación a energías alternativas.
Aterrizando estos conceptos a la realidad de Boyacá, vemos que mucho se ha hablado de D.S. pero en la práctica es muy poco lo que se ha avanzado para implementarlo.
Las ciudades principales de Boyacá como Tunja, Duitama y Sogamoso deben empezar adoptar estos objetivos como carta de navegación, dado que el crecimiento poblacional y los problemas ambientales avanzan vertiginosamente y no podemos seguir pensando en ‘pañitos de agua tibia’ para solucionar los cambios que se avecinan.
Este panorama hace necesario que los aspirantes a la gobernación, alcaldías, concejos y asamblea conozcan a fondo las verdaderas implicaciones del D. S, para que no se quede como un bonito discurso de campaña, sino que sea parte de las tareas de nuestros próximos dirigentes.
Los retos que tendrán que asumir los futuros administradores públicos no son los mismos de hace 10 años. Las ciudades crecen, así como sus niveles de contaminación y producción de desechos; las necesidades alimentarias aumentan al igual que el desempleo. Cada día crecen las brechas de desigualdad y también los problemas para acceder a derechos fundamentales como la salud y la educación.
El D.S. es tal vez el mejor medidor a la hora de decidir por quién votar, ya que sus resultados o falencias nos terminarán afectando a todos.