¿Qué pasó con la cultura ciudadana?

Foto: Abel Cárdenas / EL TIEMPO
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Por | Manuel Bayona Hernández

Ante el debate que surgió desde hace varios días por la multa a un joven en Bogotá por comprar empanadas a un vendedor ambulante en el espacio público, y la serie de eventos y noticias que se han desencadenado a partir de este hecho, incluyendo el mismo episodio en la ciudad de Tunja, cuando cerca al icónico edificio Camol, la Policía Nacional de los colombianos en cumplimiento de la ley, procedió ha multar a un vendedor de churros, a esto se le suma que algunos integrantes de la fuerza pública, han sido foco de noticia y denuncias ciudadanas, que entre chiste, pelea y chanza dejan al descubierto que ni ciudadanos ni policías estamos entendiendo que es vivir en sociedad.

Los hechos a nivel nacional han abierto un debate, entre la recuperación del espacio público, el cumplimiento estricto de la ley, el abuso de autoridad por parte de los uniformados, y el derecho al trabajo y al mínimo vital.

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La cosa va más allá de multas, esto se ha prestado hasta para que los integrantes del gobierno nacional choquen entre sí: Gloria María Borrero, ministra de justicia, se pronunció y dijo que el policía malinterpretó la ley cuando impuso el comparendo; al paso salió el ministro de defensa, Guillermo Botero, quien dando un espaldarazo a la institución que protege a los colombianos, adujo que la ley es la ley por dura que sea; y, para completar, el ministro más querido por los colombianos, el de hacienda, dijo “la empanada callejera promueve el empleo, la comida callejera es parte de la cultura de los países”.

Ante estos acontecimientos uno se pregunta ¿qué pasa?

Donde está el sentido social de los gobernantes, de las instituciones como la Policía y de los mismos ciudadanos. ¿Hay que ordenar el país y a su vez cada localidad?, claro que hay que hacerlo. ¿Hacer cumplir la ley?, por supuesto.

Todo lo anterior hay que hacerlo, pero hombre, metámosle lógica, pongámosle el alma a esta vaina. ¡Policía!, recuperar el espacio público es quitárselo a las mafias que se apoderaron de él, sin violencia, sin abusos. ¡Gobierno!, pónganse de acuerdo y más allá de eso, impulsar iniciativas que no lesionen al ciudadano de a pie y que a su vez permitan favorecer la función de las autoridades civiles. ¡Y amigos ciudadanos!, comprendamos que la violencia, las provocaciones y la fantochería no son el camino para argumentar la defensa y derechos.

Tratemos de llevarnos bien, tratemos de ser coherentes con la realidad de este territorio, un país que por sesenta años vivió en guerra, que ahora se nos está haciendo imposible vivir en sociedad de paz.

 

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