Que el Moncho devuelva San Ignacio
Nuestros Académicos siguen acuciosos en el tema del Centro Histórico, y con más veras después de ver cómo quedó de bonita la plazoleta de San Ignacio, sobre la cual se hizo la restauración de sus escaleras y piso del área circundante. Y qué mejor que ir al ejemplo de la Madre Patria para ver cómo justificar que antes de que se vaya el Moncho Luis Augusto (parece que solo aguanta hasta diciembre, cuando Pacho dirá a quién manda). Antes de que se vaya Luis Augusto, se dice en la Academia, este debe devolverle a la ciudad y al departamento la iglesia de San Ignacio, uno de los lugares más bellos de la Tunja del cacique de Hunzahúa y Don Gonzalo Suárez. Resulta que el argumento está allende el proceloso Atlántico; según nos cuentan los periódicos de allá, el gobierno Chapetón, ‘reclamará los bienes de dominio público que la Iglesia católica española haya puesto a su nombre en las últimas décadas’. Resulta que en esas tierras del otro lado, durante la dictadura de Franco, el héroe de la godarria y el curato de aquí, los curas de allá, que han sido los más mañosos de este mundo, desde hace más de 500 años, se han titulado con escritura pública, miles de predios y espacios públicos de toda índole, que fue lo mismo que aquí, en los más de 20 años del Moncho Luis Augusto lo intentó y lo hizo con varios predios de la ciudad; ejemplo, no tuvo el menor escrúpulo en adueñarse de la mitad del parque del barrio La Fuente para hacerse su complejo de templo, apartamentos y locales comerciales. Pero volviendo a las españas, el jefe del gobierno, don Pedro Sánchez, que reemplazó al grandulón y godazo de Rajoy, se ‘compromete a recuperar, en una respuesta dada en el Congreso de los Diputados al diputado socialista Antonio Hurtado, que se interesaba por el destino de tantos templos, plazas públicas y fuentes, que los obispos han inscrito en los registros de la propiedad al amparo de una ley franquista de 1946 que los equiparaba con funcionarios públicos, es decir, no tenían que demostrar la propiedad para inscribir a su nombre’. Entonces allá los curas tendrán que devolver las propiedades al Estado ya que se pasaron de vivos quedándose con todo. Así que aquí habrá que ver cómo se hace lo mismo o algo parecido. Para el caso de Tunja, lo primero que hay que recuperar es San Ignacio, la iglesia que recuperó bajo ejemplar restauración el Banco de la República hace casi 40 años y que el muy atorrante secretario de Cultura del entonces Lalito I, que ahora es el de Indetorpes, le entregó a Luis augusto, a cambio de nada. Por eso ahora que Pablito, decidió meterle el billete a la plazoleta y al resto del Centro Histórico, lo elemental es que la magnífica edificación regrese al manejo y uso de los boyacenses en general, no para el uso de los curas que suficientes iglesias tienen por todo lado. Y, como en las tierras chapetonas, aquí también debiera hacerse lo mismo que «quede prohibida la apropiación de los bienes de dominio público por parte de las personas jurídicas privadas, entre las que se encuentra la Iglesia católica».
El sobrino no dudó en empelotar al tío en mitad de la calle a pleno sol del medio día: el tío Fachito, dijo el sobrino Martín, ha sido viejo burro, baretero de toda la vida; en otras palabras más universales: ¡mariguanero empedernido! El mensaje es del día que nombraron a Fachito embajador. Ese mismo día en las mismas redes, muy avenidas con el tema, alguien apreció la misma situación desde otra perspectiva: ‘nos quitaron Panamá hace más de un siglo, pero ahora les mandamos a Fachito de embajador: se hizo justicia’. A su vez, Martín el sobrino, describe: cuando los que meten son los pobres, a estos, bolillo ventiado, y si el que mete es uno de los uribestias, entonces, embajada en Washington. En nuestra Academia, a pleno medio día, antes de los noticieros, la propuesta fue unánime: tenemos que cobrarles a los gringos el Know How que le mandamos con Fachito, un auténtico perito en materia de calidades de marimbas, de las de aquí, que son las mejores del mundo, y de las de allá, que tan bien las empezaron a cultivar, comercializar y hacer consumir los granjeros californianos. Así, que la DEA, que es la principal transportadora del producto, ha ganado el mejor de los expertos para que determine calidades y procedencias: Fachito Embajador, conocedor en yerbas de las que le pongan.
La mera envidia
Esta frase es la más recurrente en la Academia. Sirve a todos los propósitos, pero quizá en esta oportunidad, se haga justicia y se diga que es empleada sin lugar a objeciones. Lo que hizo Daniel Coronel en la revista Semana con la última columna sobre el gran Carrasquilla, no puede ser calificado de otra manera: eso es ¡la mera envidia! Además, como dijo nuestro teólogo de cabecera, eso es ir contra el mandato divino que ordena: ¡ayúdate que yo te ayudaré! Hace ya tres lustros, cuando era más joven, el buen Carrasquilla lo tuvo todo y, por supuesto, ¡no lo iba a perder! El Dr. Varito le ordenó solucionar un problema y el muchacho lo solucionó; y, además, solucionó su problema futuro de desempleo. Por eso tramitó la reforma, identificó el negocio, que era de él y para él -porque no iría a hacerlo para el vecino-, prestó el servicio y se ganó unos centavos. ¿Hay algo malo en eso?, se han preguntado nuestros Académicos. La respuesta ha sido, ¡No! Para nada; el joven Carrasquilla ha estado siempre a la altura de las circunstancias, ayudar al prójimo y algo ganar por esa ayuda, unos pesos para las necesidades de este mundo y muchas indulgencias para la vida eterna. Así que en la Academia de Altos Estudios del Pasaje Vargas de Tunja se ha declarado que esta vez a Coronel no se la aplaudirá, que por el contrario, se seguirá denunciando que lo que ha hecho no es más que dejar ver ¡la mera envidia! Y que ojalá no se le ocurra ponerse a mirar los negocios que deben estar identificados ahora que todos volvieron a la Casa de Nari.