De los profesores y el carácter de los sanchos

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Taxonomía teórica y práctica de la fauna: profesores y estudiantesIII

Un profesor español me decía que la evaluación de los estudiantes a lo largo del semestre se parece a la historia de tres reyes españoles. En las primeras semanas de clase el profesor debe ser como Sancho el Bravo (rey hacia 1284), que recibió tal nombre por su seriedad e insociabilidad. La primera previa es rompecráneos, porque, de otra manera, si el docente es una “madre” los estudiantes no le estudiarán. La entrega de la evaluación será la clave para el éxito del curso. Si el curso tiene 33 alumnos el examen solo lo pasan los estudiantes clavados, es decir, tres o cuatro. El resto -los veintinueve- queda sorprendido por las notas que no llegan al dos cinco. Mirarán el examen calificado y al profesor. El reconocimiento es el resultado, pues se dan cuenta que el profesor es cuchilla. Saben que pueden perder la asignatura y, que el maestro es un hombre fuerte y que no tiene corazón en el pecho.

Los alumnos ya saben cuál es el destino del curso. Entonces, asiduamente se presentarán a clase, nadie leerá el celular. Todos estarán atentos, preguntarán cuando no entienden; y, en el segundo quist: “hay que recuperar”. Este el reinado de Sancho el Fuerte (rey de España entre 1194 y 1234). El docente  se caracteriza por su estatura intelectual y su fortaleza. En las clases no hay jaleo, no se escucha el zumbido de una mosca, nadie llega tarde, los estudiantes tienen el texto guía. El tema de estudio es desarrollado en un ambiente de trabajo intelectual.

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Los estudiantes empollones tratan de dominar el tema, apagan el celular y la radio, y no ven T.V. Para el segundo examen, en el cual se va a definir el 70%, hay expectativa. El día cuando el profesor entrega y resuelve el cuestionario, la mayoría de los estudiantes piensan que es posible que pasen la materia, pero habrá que “clavarse”. Los estudiantes hacen cuentas. La suma de la primera y segunda evaluación, dividida por dos, da como resultado que van perdiendo la materia, pero la esperanza es el examen final para el que habrá que estudiar mucho.

El final del semestre el profesor se  habrá  transformado de Bravo a Fuerte y de éste a Sancho Panza. El examen final es fácil; nada de dificultades ni “cascaritas”. El alumnado espera el resultado. Aunque hay que decir que al estudiante clavado poco le interesa el resultado, mientras los vagos y los caspas contendrán la respiración a la hora de la verdad. Pero, ¡oh sorpresa! la mayoría de las notas son buenas. Sin embargo, varios estudiantes se acercaran al profesor con el argumentum ad misericordiam. Sancho Panza los mirará  asombrado: ¿Usted perdió? ¡No lo puedo creer! ¿Acaso no sacó cuatro en el examen final? El profesor pregunta ¿Qué fue? El rajado dirá:  fue que en el primer parcial saque 0,5… Sancho Panza, adolorido, le responderá: No puedo hacer nada, porque la primera nota se asentó a principios del semestre.

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