Jorge Hernando Pedraza el que será hasta el 20 de julio el último senador del Partido Conservador en Boyacá, acaba de lograr lo que era impensable apenas hace cuatro años: desparecer a su partido del escenario de poder en un departamento con una tradición centenaria conservadora.
Lo que acaba de suceder, sin embargo, no es nada extraño; basta con observar lo que pasó en estos cuatro últimos años para ver que no faltaba más que un “empujoncito” para que el Partido Conservador se fuera al traste en su proceso de acceder al Congreso de la República con uno o varios escaños que siempre con gusto habían elegido las mayorías del departamento fieles a esa colectividad.
La debacle del partido, se incubó durante muchos años de desaciertos y abusos con el partido, siendo uno de los artífices principales el senador Pedraza, quien sin ningún miramiento, en su larga carrera política, siempre se aprovechó del partido y de su militancia para alcanzar sus fines absolutamente particulares, que poco o nada han tenido que ver con la base conservadora.
En un impecable proceso de cálculo, Pedraza desbarata el partido, claro, con la ayuda de algunos otros dirigentes, empezando por el mismo Humphrey Roa. Entrambos, cada uno por su lado, pusieron las cargas implosivas para que el derrumbe fuera total. Durante los últimos cuatro años, los dos parlamentarios, Pedraza y Roa, se dieron a la tarea de desmantelar el partido, abandonando todo tipo de actividad con los distintos sectores de la militancia, incluidos el tráfico de influencias, el clientelismo y la mermelada.
Acostumbrados como estábamos a que el jefe o los jefes conservadores decidieran sobre el manejo del poder regional, desde el portero del edificio hasta el puesto más encumbrado, y sobre los presupuestos de todo orden, el Partido fue desdibujándose hasta convertirse en una colectividad sin poder, sin la capacidad de recomponerse y, sobre todo, sin la esperanza de futuro vistos los resultados de esta elección.
El arquitecto de esta situación lo ha sido Pedraza, quien sin embargo, queda como el gran elector de Boyacá para sus propios intereses. Pedraza, que renuncia a última hora a su aspiración de nuevo al Senado, cuando ya no se podía designar su reemplazo, termina convertido en jefe de debate de Ciro Alejandro Ramírez en el Centro Democrático, bajo la divisa de querer trabajar por el proyecto presidencial de Marta Lucía Ramírez; a su turno, Humphrey atraviesa durante estos últimos cuatro años circunstancias tan difíciles como querer convertirse en el jefe del partido, pero sin el trabajo con las bases y con la dificultad adicional de haber tenido en el intermedio de este tiempo la elección de gobernador donde su hermano, Osman Roa, fue el candidato por Cambio Radical, lo cual produjo rupturas irreparables, con hechos como la adhesión de Juan Córdoba, el candidato oficial conservador a Osman, sin lograr el objetivo; mientras el mismo Humphrey no puede intervenir abiertamente en favor de su hermano. En estas circunstancias queda señalado por el conservatismo de haber llegado al límite de la traición y, para su hermano, como que no hizo todo lo que podía para ayudar a su triunfo.
El final de la historia el 11 de marzo no podía ser distinto; el partido conservador boyacense por primera vez en más de un siglo quedaba sin representación en el Congreso, asunto que no corresponde con que el departamento se haya transformado en su mentalidad política o que las bases del partido definitivamente hubiesen girado ideológicamente hacia otras corrientes.
Por otra parte, en estos cuatro años, tampoco surgió el nuevo liderazgo que necesitaba la colectividad, lo cual se reflejó en la conformación de la lista, la que perdió atractivo ya que apenas una segunda figura podía ser presentada: que en esta oportunidad se trató de José Alberto Moreno Villamil, ya que los diputados de la bancada definitivamente no salieron a la palestra ante el temor de la inhabilidad.
Así que después del 11 de marzo, la lección para el partido Conservador es contundente: si la colectividad quiere seguir como protagonista de la política boyacense, debe reestructurarse a fondo, identificando los nuevos liderazgos, lejos del modelo fracasado de Roa y Pedraza y, seguramente, distintos a los que quedan todavía con la representación en la Asamblea.