Por: Daniel Triviño
Tunja, ‘la noble y leal’, se ha caracterizado desde hace mucho tiempo por sus buenos índices en materia de seguridad. Año tras año, Policía, Ministro de Defensa y Administración Municipal de turno rescatan y ponderan los bajos índices que tiene la capital boyacense en lo referente a homicidios o hurtos.
Pero la realidad es un poco más difícil de asumir. En horas de la noche es toda una osadía caminar por las calles del centro de la ciudad. Especialmente por la emblemática Plaza de Bolívar.
Allí donde reposa la estatua del Libertador, también se concentran, por montones habitantes de calle. Y no solo se reúnen allí para admirar al Libertador o la imponente fachada de la Catedral. No, su presencia allí es para darse un festín a costa de los transeúntes.
No hay quien se salve. Desde cigarrillos y monedas hasta celulares y calzoncillos; son los objetos que los peatones tienen que estar dispuestos a entregar si quieren llegar sin laceraciones a su hogar, o en su defecto al San Rafael.
La problemática de los habitantes de calle no es esquiva a Tunja, y como en cualquier otra parte del planeta, aún sigue siendo una incógnita el modo de abordarla.
Los tunjanos, nobles y leales, no piden su exterminación, desaparición o exportación, como lo hacen otras ciudades. Pero sí le solicitan a la Alcaldía y a las autoridades policiales que tomen cartas en el asunto. Es inaplazable y absolutamente necesario el incremento de vigilancia por parte de la Policía en esta zona. Otros piden que se les reubique, que se construyan albergues y se les permita pasar la noche allí a estos sujetos que amenazan la integridad de los ciudadanos que, por una u otra razón, tienen que desplazarse por la Plaza de Bolívar en horas de la noche.
El pedido es urgente, los ciudadanos no soportan más el clima de tensión y de pánico en el centro en horas de la noche y desafortunadamente no todos contamos con un caballo y una espada para defendernos.