

El fin de año se acerca y como un resorte salta a la mente el jingle: “desde noviembre la música de diciembre en Radio Melodía”, que hace más de 50 años nos ponía automáticamente a pensar en novenas, villancicos, pesebre, árbol de navidad, tamales, regalos, el extinto juego de mis aguinaldos, y por supuesto “los rosarios”, como en esa época le decíamos al Aguinaldo Garagoense.

Nuestra tradicional fiesta decembrina, es una muestra del folclor regional donde resalta el qué en mi opinión, es el más original y representativo de sus eventos. La llegada en las tardes “aguinaldescas”, del popular Papá Noel y sus costalados de dulces “boleados” al público infantil, que se divierte corriendo tras el cortejo del bonachón barba blanca, con el único objeto de coger en el aire o rescatar del suelo un confite constituido en preciado trofeo de una sana y graciosa lucha. Exótica pero amena rapiña, es el primer contacto de los niños con esta tradición y me atrevo a asegurar que no hay en Colombia otro evento similar y además disfrutado por toda clase de público. Es la antesala al rezo de la novena y el canto de villancicos, frente al pesebre navideño del parque principal.
La población rural tiene su espacio en el desfile nocturno, con la exhibición de luminarias y casillas que replican la belleza de iglesias y templos regionales, en un derroche de artesanía y creatividad. Los precursores de esta tradición, ingeniosamente montaban las luminarias en varas de maguey adornadas con la belleza de las clavellinas silvestres y velas encendidas, entregando un mágico marco a esta parada cultural y artística, que incluye disfraces individuales, coloridas carrozas, comparsas y escuelas de baile, donde el orden y la disciplina corren por cuenta de los diablos y sus populares vejigas.

Recuerdo algunas carrozas que hicieron historia, como el King Kong creado por el gremio de mecánicos, el cohete Saturno V fabricado por la firma italiana Impregilo, el arribo del Papa Juan XXIII ideado por directivos del ancianato y Moisés golpeando la roca de Horeb montada por la Electrificadora de Boyacá; las comparsas de la Tribu Siuga, el Clan Farumsa, los Camelo y las escuelas de baile como la de Dalila Tijeras, quienes han hecho con el pasar de los años, que mágicamente todo se transforme en un hechizo de identidad rondando en forma temporal por las calles de Garagoa.
Vale la pena asistir a este deslumbrante espectáculo, mientras en el parque principal saboreamos un tinto campesino o con alma, una cerveza, o un lamparazo niquelado o amarillo, en una singular experiencia previa al remate de cada noche decembrina en el centro de eventos, al ritmo de las mejores orquestas y grupos musicales de la región y el país.

Lo que empezó allá por los sesentas, con entrada paga en una improvisada caseta del costado suroriental del parque, terminó en alegres y masivas verbenas populares, que entre bailes y tambores hicieron del pueblo folclor y poesía como una metáfora viva del alma popular. Alguna vez a ritmo de guaracha son, la delantera de una orquesta local coreaba “a Garagoa me voy aunque no haya carretera”, como un lamento a las tribulaciones que hoy aún no hemos superado.
Los historiadores de Garagoa, hacen una vaga referencia a las fiestas navideñas citando el rezo del Santo Rosario en procesión alrededor del parque, acompañado por las luminarias y casillas, ceremonia que concluía en la iglesia con la Novena de Aguinaldos y cantos gregorianos. Luego de los actos religiosos, ocasionalmente se presentaba en el parque alguna banda musical, con quema de castillos, cohetada de pólvora y carreras de vacalocas, sucesos donde apareció por primera vez en 1956 la figura del diablo, personificado por un inquieto joven que para ello fabricó su propia máscara y desfiló con su disfraz de Lucifer.
El testimonio oral de Gustavo Bernal y su original máscara, permite establecer que esta festividad supera los setenta años de existencia, conservando su esencia religiosa y rodeada de costumbres folclóricas, actos culturales y variedad de eventos, que lo hacen digno de estar en el listado de las mejores fiestas de Colombia. Hoy desde la distancia y como en esa bella canción poema de Jairo Varela, se vienen a mi mente bellos recuerdos, infancia alegre que yo nunca olvidaré, mientras Garagoa se prepara para recibir a quien quiera vivir la insuperable experiencia del Aguinaldo Garagoense, el que vive en el corazón de los colombianos.












