A propósito del Día Nacional de la Biodiversidad, el pasado 11 de septiembre, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sostenible recordó el legado de ‘Pensilvania’, la emblemática osa de anteojos.
Por | Deisy A. Rodríguez Lagos
Frailejones, robles, helechos, musgos, venados de cola blanca, águilas paramunas, tigrillos lanudos y osos andinos conforman la riqueza biológica que habita en los páramos boyacenses.
En este escenario avanza la estrategia departamental ‘Montaña Viva’, que ya suma más de 280.000 plántulas nativas sembradas en el complejo Guantiva – La Rusia, compartido entre Boyacá y Santander.
Fue allí donde Corpoboyacá dio hogar a ‘Pensilvania’, una osa de anteojos (Tremarctos ornatus) rescatada en Moniquirá y que se convirtió en símbolo de conservación. Incluso, la presencia del animal impidió que la empresa italiana de energía fotovoltaica ‘Refeel’ desarrollara un proyecto de energía solar en la zona, ante el riesgo ambiental que representaba el calentamiento del microclima.
Liberada en 2020 por la Fundación Corazón de la Montaña, Pensilvania fue el primer ejemplar adulto de su especie en ser monitoreado con telemetría GPS en Colombia.
«La osa estuvo una semana en la reserva, decidió salir, estuvo por Palermo (Paipa) subió al Páramo El Valle, se devolvió, llegó a La Trinidad (Duitama), regresó a la reserva, siguió caminando y llegó a Santa Bárbara (Cómbita). Todo esto duró cinco meses y medio», declaró Mónica Macía, directora de la Fundación.
Finalmente, en ese último sitio hallaron a Pensilvania sin vida. El GPS había indicado antes que el animal estaba débil y luego de un descanso que parecía normal, dejó de respirar a la edad de 22 años.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) clasifica al oso andino como especie vulnerable a la extinción. Estos ejemplares endémicos de Sudamérica, pueden medir hasta 2,80 metros y pesar cerca de 500 kilos.
Los osos andinos, como Pensilvania, cumplen un papel primordial en la conservación de los bosques y páramos, ecosistemas de los que obtienen gran parte de su alimento, entre ellos bromelias, hongos y raíces.
Su dieta es principalmente herbívora, razón por la cual son conocidos como los “jardineros del bosque”, ya que, a medida que se desplazan, dispersan las semillas de las plantas que consumen.
Además, estos mamíferos suelen trepar a las copas de los árboles para alimentarse de frutos que solo encuentran a esa altura. En este proceso rompen ramas y modifican la estructura del entorno, lo que favorece la entrada de la luz solar y, en consecuencia, permite el crecimiento y la propagación de nuevas especies vegetales.