Del HP a la violencia en Colombia

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Por | Jacinto Pineda Jiménez, Docente Escuela Superior de Administración Pública – ESAP

La palabra históricamente ha promovido el odio y la intolerancia en Colombia, también silencia, calla y excluye. El lenguaje ofensivo es violencia, del hp a la muerte, en ocasiones, es un paso. El Presidente se equivoca al normalizar el insulto soterradamente.

Dice la canción “Y al alma del campesino llega el color “partidizo” y entonces aprende a odiar hasta a quien fue su buen vecino”, expresión que grafica la violencia bipartidista en medio del uso de símbolos y lenguajes que levantaron muros entre hermanos, odios que mediaron hacia la violencia, la cual dejó miles de muertos en Colombia. Monseñor Builes, en Antioquia, primera mitad del siglo XX, afirmaba “Que el liberalismo ya no es pecado, se viene diciendo; nada más erróneo, pues lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo, y el liberalismo y el comunismo son esencialmente malos”. Son palabras que construyen narrativas de violencia contra grupos, los cuales eran considerados enemigos de la fe religiosa y la civilización cristiana. Los discursos contra los liberales desde los púlpitos constituyen un ejemplo del poder de la palabra, pues no hay duda que se convirtieron en fuego y muerte en la fratricida violencia bipartidista.

Es un asunto tan viejo como la propia historia política, desde los enfrentamientos de Bolívar y Santander pasando por cientos de rivalidades que caracterizan cada período, lo nuestro es el odio. El orador y su discurso construye en cada época narrativas que justifican el uso de la violencia hacia el que consideran enemigo del país o la sociedad. No es un asunto menor en un país donde hay una relación inseparable entre armas y política, que ha matado a miles de colombianos.

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Hizo y hace camino por estas tierras que el buen orador, es el buen político, sin importar sus argumentos, y quizás sea una condición necesaria. El problema deviene cuando el contenido del discurso ha estado históricamente ligado a la violencia de un país. Aquí pulula el discurso que manipula el lenguaje para movilizar el odio y escasea el que aboga por el entendimiento y el consenso, como pregona Habermas.

Detrás del enemigo del pueblo, es decir el que no está conmigo, hay un lenguaje excluyente, provocador y descalificador. Se pregona la democracia, pero se persigue al que no esta de acuerdo conmigo. Lo complejo de la situación es que en el discurso contra el enemigo justifica el uso de la violencia. Se silencia al contradictor, y soterradamente se instiga al linchamiento del opositor.  El Papa Francisco, a quien hoy lloran muchos políticos, en un mensaje denominado “la no violencia; un estilo de política para la paz”, que invito a leer, insiste en la no violencia desde el lenguaje “comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la casa común”.

Acudir al hp, para referirse a los demás, no es un gesto de paz sino de violencia. Es ingenuo no interpretar que detrás del hp esta la expresión hijo de puta, la cual, como toda palabra, depende del contexto y el sentido en el cual se utiliza. Es claro que la expresión en boca del presidente, por su figura y por su intención, es parte de un lenguaje ofensivo, agresivo y sin lugar a duda agravioso. En pocos días el presidente terminó naturalizando el uso de la palabra hp para referirse a sus opositores o simplemente a quienes piensan distinto, en medio de los aplausos de sus seguidores. Nada más peligroso en un país donde, insisto, de la palabra a la violencia, en ocasiones no hay distancia.

La narrativa del presidente atribuye a los ricos los males de Colombia, no presidente el problema es multicausal, en cambio su lenguaje, nuevamente puede llamar a la violencia. El Papa Francisco, en el mismo mensaje mencionado, se refiere a unas palabras de Juan Pablo II, quien afirmaba “Ojalá los hombres aprendan a luchar por la justicia sin violencia, renunciando a la lucha de clases en las controversias internas, así como a la guerra en las internacionales”. Dejo para el debate la frase.

Presidente, como afirmó su amigo, el Papa Francisco, no levante muros, construya puentes, por vida suyita como dicen los boyacenses. Su discurso, además últimamente unido a símbolos violentos lo aleja de su propósito “Colombia potencia mundial de la vida”

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