Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense, música para la paz

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La Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense recorre colegios y municipios llevando armonía, aprendizaje y esperanza.

La Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense es una herramienta de transformación social. Así lo ha demostrado a lo largo de su reciente gira por municipios como Aquitania y ciudades como Tunja y Bogotá, en el marco de la iniciativa Sonidos para la Construcción de Paz, una apuesta por el arte como vehículo para sanar y fortalecer el tejido social.

La Estudiantina está compuesta por 27 músicos provenientes de Boyacá, Cundinamarca y Bogotá, seleccionados por convocatoria tras un riguroso proceso curatorial. La mayoría son docentes universitarios, muchos con maestrías y experiencia internacional, que han decidido poner su talento al servicio de las comunidades. El repertorio que interpretan es amplio, diverso y profundamente sentido con música andina colombiana que, a través de cuerdas, melodías y emociones, conecta generaciones y territorios.

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Uno de los momentos más significativos de esta gira tuvo lugar en Aquitania, a donde la agrupación viajó para ofrecer un concierto didáctico cargado de emoción. El encuentro formó parte de una jornada promovida por la Fundación Canto y el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, y fue recibido con entusiasmo por la comunidad.

“Cada melodía resonó como un mensaje de unidad”, cuentan desde el equipo organizador, resaltando la calidez con la que el municipio acogió a los artistas. La Estudiantina no solo se presenta en tarima, también enseña, dialoga y siembra. En colegios su participación va más allá de lo musical.

Suelen ofrecer clases maestras en las que explican a niños y niñas no solo cómo tocar un instrumento, sino también cómo cuidar su cuerpo, cómo escuchar y cómo comprender el valor de la tradición sonora de su región.

Así ocurrió también en el Colegio Campestre del Norte, en Tunja, durante una izada de bandera que se transformó en un momento de aprendizaje. Allí, los integrantes de la Estudiantina no solo interpretaron piezas andinas, sino que luego se sentaron junto a los estudiantes a explicar detalles técnicos y musicales. En otras sesiones, cuando hay más tiempo, los niños se dividen por instrumentos: tiples, bandolas, guitarras, percusión… Cada grupo trabaja directamente con los músicos, en un intercambio valioso y vivencial.

Este esfuerzo se articula con procesos locales que ya vienen desarrollándose desde hace años. En algunos municipios estas acciones se fortalecen con el trabajo de gestores culturales y organizaciones, que han llevado instrumentos a zonas apartadas del país para que niños, niñas y adultos mayores puedan comenzar su formación musical.

“Es muy bonito, porque aunque muchos de los músicos vienen desde Bogotá, el esfuerzo del viaje vale la pena cuando se comparte con las comunidades”, comentan desde la agrupación. “No es solo un concierto. Es un encuentro, una siembra, una forma de dejar algo más allá del aplauso”.

La gira ha incluido paradas en Cajicá y en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá, donde la agrupación ofreció un concierto con gran acogida.

Con su talento, disciplina y sensibilidad, la Estudiantina del Altiplano Cundiboyacense sigue tejiendo lazos entre territorios, generaciones y saberes. Esto apenas comienza.

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