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En X: @GChalito
¿Queda alguien en el mundo a quien importen los valores? ¿Acaso la ética? ¿Los buenos modales y demás? Conozco a la profesora Doris Victoria Bohórquez Santamaría, quien cumplió cincuenta años de servicio en su profesión como docente, quien seguramente sea una de las únicas que se afana por ello. Todos los días, lo puedo constatar.
¿50 años? Sí, escucharon bien. Alguien comentaba en una publicación que tuvo a bien hacer la Gaceta Sugamuxista al respecto por estos días (https://www.facebook.com/share/p/15s4P5xJsz/), que si era en serio tantos años de docencia, que si era una broma, que ya quisieran los egresados de un tiempo para acá durar tanto. La verdad, pienso que los maestros actuales no aguantarían, se necesita mayor tesón para llevar y dedicar toda una vida en servir a la educación.

Esto fue posible gracias a la visión de don Américo Gonzalo Bohórquez Martínez (quien ahora nos acompaña desde el cielo), fundador y rector del Instituto Panamericano de Albórez de Sogamoso, donde centenares de paisanos se formaron. Él, su padre, vio en ella lo que lleva en las entrañas y le dio la oportunidad, gracias a la buena gestión suya y de quien lideraba lo que conocemos como Secretarías por aquella época en el departamento, de conformar el grupo de profesores que dictarían clases nocturnas en la denominada jornada adicional. Era de 6:15 a 10:15 p.m.
¿Los de ahora? Que me disculpen quienes se las tienen que ver difícil (nadie sabe la sed con la que el otro vive), muchos quieren es ganar dinero. Aún con todo y hasta doctorados, es complejo que los mueva algo diferente al hecho de ascender y ganar mejor. Y está bien, tampoco digo que no. Solo que este cuento es de lo que le llena el alma a la profe Doris cada mañana para levantarse a trabajar: el amor por lo que hace.
Con 17 años ya tenía su nombramiento oficial con el Gobierno Nacional, que para ese entonces era “lo más de lo más”. Eso cambió un tanto. Claro, es una bendición. Solo que las garantías no por completo como ‘pintaba’ por esos años. Los del departamento han logrado más. Incluso los municipales.
¿Y la celebración? Pues se hizo en el núcleo familiar, algo sencillo para lo que la profesora Doris se merecía. Ella sabe muy bien las razones. Los tiempos, estos, de comienzo de año, son algo complejos. Quizás e incluso está aplazada, se le debe, toda la vida.

Y qué hacer cuando no se pertenece al municipio o la región. Es bien curioso. A nivel nacional difícilmente van a realizar una actividad conmemorativa. Bueno, pues en el Sugamuxi completa 25 de los 50. Y manifestó que muy probablemente esa será la oportunidad. El caso sigue el curso de la curiosidad, pues no encontramos efeméride alguna para quienes, como esta mujer que solo ha vivido para los demás, reciba un reconocimiento más que merecido.
Su familia aparentemente está tranquila. Ella dice no anhelar ni afanarse por dichos homenajes. Sus seres queridos más cercanos tuvieron que bastarle y dos amigas que le acompañan seguido. Pues tiene pocas, las cuenta con los dedos. Y las añora con el corazón.
“Entonces podría decir que ha sido toda la vida, porque llevo la educación como en la sangre, es el legado de mi papá y de mi mamá y me siento identificada como docente, porque uno al lado de orientar vive las alegrías escondidas de muchas niñas y niños”, es parte de lo que responde cuando le preguntan qué le ha marcado en su desempeño laboral.
Por eso es menester hacer énfasis en que ha dado todo en su servicio. Ni por imaginación se ha quejado, aún en ocasiones tensas que ha tenido que sufrir. Que el tiempo le ha dado más que la razón, le brindó la satisfacción de una gran tranquilidad. A quienes la inquietan, solo pide bendiciones y paz. Es un gran ser humano por demás. De eso no hay que dudar jamás.
Tampoco pierde la fe en que las cosas mejoren, “la educación no pierde horizonte. Los que sí pierden ese horizonte son los intereses de los adolescentes ahora. Pero tengo la esperanza de que pronto ellos retomen su sentido común y miren que en la educación está su porvenir”, expresó.
Así como el que la acompañó a ella y miles más. Los ‘viejitos’ del 2277 como les dicen por ahí. Su experiencia comenzó a contar desde aproximadamente los 14 años, dictaba clases en las noches y por las mañanas iba a estudiar, “Yo le dictaba a la gente que trabajaba en los bancos, a las secretarias. Y dos horitas no más, porque yo tenía que hacer mis tareas”, cuenta con una sonrisa doña Doris.
De modo que sabía perfectamente lo que significaba el sacrificio. La pereza ni la negligencia aparecen en su diccionario personal; sin embargo, tuvo que dejar de lado sus primeros estudios.
“Empecé a estudiar Psicopedagogía y Administración Educativa. En el tercer semestre de Psicopedagogía me quedó una hora de inglés a las 7:00 de la noche. Hablé con el profesor y me pidió constancia del colegio donde yo trabajaba. Y cuando vio que quienes lo firmaban eran la secretaria (mi hermana) y el rector (mi papá), entonces dijo que eso yo me lo estaba inventando. Me pidió copia de la Secretaría de Educación. Se la llevé y me dijo que no, que eso no me valía, que perdiera por fallas. Entonces tomé la mala decisión de retirarme”, contó Bohórquez.
¿Estaba destinada para esto? Podría decirse que sí. Retomó como pudo, lo hizo a distancia, en su gloriosa UPTC como la define, donde culminó la Licenciatura en Básica Primaria y luego su especialización en Informática en la seccional de su tierra natal, la ‘Ciudad del Sol’. Le tocaba como a sus colegas, sábados, domingos y lunes festivos. Trabaje y estudie, estudie y trabaje.
Cuenta que es orgullosamente Upetecista, que sus mejores años como profesora los vivió en el Colegio Cooperativo Reyes Patria (más de 14), que en la actualidad dicta Ética y Valores en el Colegio Nacional de Sugamuxi, que impartió Religión y que en sus inicios se dedicaba a la mecanografía y taquigrafía. Muchos la recordarán. Su hijo no la supo valorar. Ni su hija la aprovechó tampoco. Cuando salieron los computadores se percataron de su error.
Esta breve historia que podría ser contada en libros (esto realmente se queda corto) va más allá del hecho de ser profesora. En un día como hoy, un 8 de marzo, es un ejemplo de mujer, de las mujeres que tenemos en Boyacá. Valientes, decididas, berracas, echadas pa’ delante, bellas por dentro y por fuera. Así es ella.
Y valga decir que estas letras tratan de ser un pequeño asomo de esa deuda impagable de la huella y el aporte que ha hecho, además de las personas a las que enseñó, para los hijos que ama. Es una profe muy chévere, sin igual, y así debería haber más.
Obviamente, hay tanta fortuna, que eso es cuestión familiar. Varios de sus hermanos también son profes, hasta su nuera lo es. Como ella ninguna, digna de admirar, motivo más que suficiente para querer superar.
Quisiera ser objetivo, pero como esto es un artículo mío, debo contarles que se trata de mi mamá. A quien adoro con el alma, a quien en casa amamos con todas nuestras fuerzas. Docentes así ya casi no quedan. Gracias por siempre mamita linda. Por todas tus enseñanzas.
Y que sea la excusa perfecta para saludarla a ella y a todas las hermosas mujeres que tengo la bendición de conocer y que iluminan nuestros días, ¡Feliz Día de la Mujer!